Documento 55 - 1 de Julio de 2005

SOCIALIZACIÓN Y RESOCIALIZACIÓN ENTRE LOS EMIGRANTES BASTETANOS RESIDENTES EN CATALUÑA

Autor: Antonio Ramón Suárez Hernández

 

“...la realidad subjetiva del mundo pende del finísimo hilo del diálogo. La razón por la que la mayoría de nosotros ignoramos la mayor parte del tiempo esta precariedad, es porque nuestra conversación con las personas significativas no suele interrumpirse a menudo. El mantenimiento de su continuidad es, pues, uno de los imperativos más importantes del orden social.”(Berger 1971:33.)

 

A principios del siglo XXI, analizar el fenómeno de la emigración bastetana que se produjo en la década de los 60 hacia Cataluña parece un ejercicio desfasado. Y es que la emigración se ha globalizado y la mano de obra, como los demás elementos del tejido productivo, se ha convertido en mercancía móvil habitual. Esta ciudad ha trasformado su naturaleza emisora para convertirse en receptora de emigrantes, al salir a la calle se percibe la heterogeneidad de los nuevos vecinos extranjeros que, incluyendo los que vienen con pasaporte y los que lo hacen con tarjeta de residencia, son 990 desde mayo de 1996, fecha en que se hizo el último padrón municipal. Sin embargo, fijándose más en los nuevos compañeros urbanos, algunos de ellos son familiares, conocidos, y es que se trata de antiguos conciudadanos nuestros que tras treinta, cuarenta años de estar fuera han decidido volver. Así 256 nuevos vecinos proceden de la provincia de Barcelona y el cuarenta por ciento de ellos estuvo empadronado aquí con anterioridad. Son buena parte de los bastetanos que marcharon y que, al concluir su vida laboral, deciden volver a su ciudad natal o vivir a caballo entre la sociedad de partida y la de acogida. Ante este panorama, se descubre que acercarse a conocer su realidad social y cultural es un ejercicio de actualidad plena.

Al observar la prensa, se pueden leer titulares como este:“La segunda emigración: miles de andaluces que se fueron a trabajar a Cataluña en los sesenta, vuelven a sus pueblos aprovechando las jubilaciones anticipadas.” (El País Digital, Lunes 13–4–1998.) Según Juan Tortosa, firmante del artículo, “Andalucía acoge cada año a 8.000 personas procedentes de Cataluña. De ellas, 5.000 son andaluces que en su día se marcharon en busca de trabajo y que ahora inician el camino de vuelta. El fenómeno se viene produciendo con regularidad desde hace ya más de una década.”Hay muchos más artículos que se hacen eco de esta evidencia social. Así, lo que sucede en Baza, forma parte de un proceso más amplio, un segundo éxodo, y afecta a buena parte de los emigrantes que desde esta tierra marcharon a Cataluña buscando una vida mejor.

La emigración ha recibido la atención de la antropología desde el último siglo, si bien lo ha hecho de dos modos bien distintos, al principio siendo instrumentalizada por los poderes públicos que buscaban el conocimiento de la realidad social implantada en las nuevas y efervescentes ciudades; sin embargo, progresivamente, la disciplina ha ido sacudiéndose el lastre intervencionista y ha buscado construir culturalmente su propio objeto, dibujando una imagen de la emigración que trasciende las fronteras de la ciudad de acogida, para bucear en los entresijos de una evolución vital, descubriendo todos los contextos que rodean el hecho migratorio. Pujadas, desde la antropología urbana, reconoce las carencias de los estudios que en este sentido se han llevado a cabo cuando afirma:

El carácter unidireccional del análisis sobre las relaciones de ajuste entre los nuevos urbanitas y el sistema urbano. Nada o casi nada nos permite conocer las características del orden social urbano al que los inmigrantes deben adaptarse. Nada o casi nada sabemos del conflicto laboral, residencial y político de estas poblaciones en su nuevo entorno. Prácticamente, todo el esfuerzo analítico se centra en la delimitación de tales grupos como unidades de análisis aisladas y desvinculadas de ese entorno social económico y político frente al que reaccionan con aquellos recursos culturales que tienen a su alcance. Junto a esas aldeas urbanas reales o ficticias, a esa desvinculación de los objetos de estudio con el contexto urbano más amplio, hay que consignar una ausencia significativa de perspectiva histórica que genera una opacidad absoluta para comprender los procesos políticos, económicos y simbólicos en los que reinsertan los casos particulares en estudio.(Pujadas 1996:243)

Lo que aquí se propone, es un acercamiento al modo en que el interminable proceso de socialización ha afectado a este grupo de emigrantes bastetanos que descubrieron Cataluña, ahondando en qué ha sucedido con los símbolos identitarios, con las señales de pertenencia que la socialización primaria introdujo en la cosmovisión inicial de los jóvenes bastetanos antes de que abandonaran la zona en los 60; cómo les ha afectado su encuentro con otra cultura, con otra dinámica vital; qué partido han sacado a estas herramientas culturales en una sociedad atravesada por otros submundos de significaciones. Vinculando todo ello, en la manera en que lo permitan los datos, con el regreso a la sociedad de partida o la permanencia en la sociedad de acogida.

La hipótesis inicial ha sido la consideración del hecho migratorio como algo definitivo, es decir, cuando un proceso de socialización inicia un camino lo hace de un modo contundente y no admite pasos atrás. El proceso por el que un individuo se incorpora a una sociedad atraviesa dos fases, una primera donde la afectividad es el punto determinante y en el que se instalan los iconos de la identidad personal y; un segundo momento, donde se descubre la sociedad en la que se vive y se incorporan los símbolos de pertenencia. Este último es un continuum en la vida del individuo y va anexionando significaciones que, irremediablemente crean categorías nuevas de comprensión de la realidad modificando o destruyendo, en algunos casos, el mundo de la socialización primaria. Esta evolución de la relación ecológica de hombre con su medio, que parece irreversible, es rota por el movimiento de regreso a la sociedad inicial. El responsable es el hito vital de la jubilación.

A lo largo del proceso de investigación que integra este trabajo se han intentado leer los textos que forman la cultura de una colectividad, y su lectura, como diría Geertz, presenta múltiples dificultades, “trampas metodológicas... y también ciegas complejidades morales.” Por ello hay que verlo como formas simbólicas “que dicen algo de algo, y lo dicen a alguien” buscando así “la posibilidad de un análisis que llegue a la sustancia de dichas formas.” (Geertz 2003:372) De esta manera se han descubierto muchos factores que matizan el planteamiento y complican mucho su simplicidad, apareciendo otros elementos que rompen la continuidad del proceso.No es la jubilación en sí la responsable de esta vuelta, sino que a ella hay que añadir más condicionantes, entre los que destaca la conservación de lazos con la sociedad de acogida a lo largo de todos los años de emigración, así como la participación continuada en actos que refresquen los emblemas de pertenencia a su sociedad primaria.

La emigración bastetana en Cataluña

Concepto cultural de migrante

Las migraciones se han convertido tardíamente en objeto de estudio dentro de la antropología europea y, detrás de esta iniciativa está el interés de los poderes públicos en delimitar como categoría de análisis económica y social a las células ciudadanas. Su categoría jurídica se asocia al concepto de extranjero y por tanto, opuesto a la categoría de nacional, se concreta en una restricción de sus derechos dentro del territorio de acogida. Esta voluntad política de estudio marca, sin duda, los estadios iniciales de las monografías sobre emigración, así como la metodología de acercamiento a la unidad de análisis que siempre va acompañada de una intencionalidad aplicativa. Los estudios llevados a cabo en Francia durante la década de los setenta van marcados por un discurso estereotipado de carácter funcionalista y acomodado al modelo institucional asimilacionista. Hay que esperar a los años ochenta para que cambie el discurso analítico a partir de las reivindicaciones de carácter étnico–cultural. Es en este momento cuando toma relevancia el concepto de diferencia cultural, al que ven los investigadores como revelador de tensiones, mientras los poderes públicos se dedican a instrumentalizarlo convirtiéndolo en criterio de segregación y de discriminación social.

Para desprenderse de esta pesada carga que es la instrumentalización política de los resultados obtenidos por los científicos sociales, se hace necesaria la construcción conceptual de migrante como categoría cultural. De este modo, el inmigrado adquiere de pronto una existencia social previa a su experiencia migratoria, y se ubica dentro de un marco local y global de un modo coherente y consecuente. Su personalidad social se desdobla y la perspectiva analítica que sobre él recae deja de estar dirigida por criterios normativos e ideacionales de la sociedad receptora. Aparece así un nuevo escenario metodológico que busca una visión dinámica de la sociedad y la cultura.

En esta línea de trabajo hay que citar los estudios de Thomas y Znaniecki y los de la Escuela de Ecología Humana de Chicago, que hacen hincapié en las historias de vida como estrategias metodológicas que permiten un acercamiento al fenómeno de la emigración. De este modo se superan los planteamientos funcionalistas que proporcionaban una visión colectiva, para buscar desde la sicología social un acercamiento a la personalidad individual y, al modo en que se equilibran las tensiones individuales y sociales en ambos marcos,la sociedad receptora y la sociedad de acogida. Los migrantes han aparecido por primera vez como auténticos actores de la vida urbana, capaces además de utilizar y capitalizar en su ventaja el factor cultural en el duro juego de la competitividad social. (Provansal 1996:258)

Las consecuencias de este nuevo panorama que dibuja la antropología en el estudio de este campo son varias, desde proporcionar un aluvión de términos que enriquecen el concepto cultural de migrante como: cultura de origen, especificidad cultural, particularismo de origen cultural, contacto intercultural, mestizaje cultural; hasta el cambio de perspectiva que se alcanza sobre la sociedad donde la diferencia entre autóctonos y ajenos que antes era percibida pero no asumida, ahora pasa a ser considerada como diversidad, como pluralidad, diluyéndose de algún modo los estereotipos segregacionistas. La ventaja metodológica que proporciona esta nueva construcción es que, por un lado, escapa a la manipulación política del concepto; y por otro incorpora una imagen dinámica de las culturas. Ya no se puede hablar de una sociedad una cultura, sino de una sociedad y de varias culturas, o subculturas interactuando dentro de ella.

La penúltima aportación al estudio de esta figura social, se encuentra cuando se cruza la nueva óptica creada por la antropología, libre de instrumentalización y meramente epistemológica, con la economía que reestructura las bolsas sociales de migrantes y su posición respecto a la otredad de la sociedad receptora. No tiene la misma imagen de la sociedad receptora aquel emigrante que ha triunfado económicamente en ella que el que ha fracasado en su intento; este factor influirá enormemente en la creación del sentimiento individual de pertenencia y de reconocimiento de los suyos, como se descubrirá en las siguientes páginas.

Sin embargo el campo de estudio, se vuelve a abrir si desde la antropología geertziana se echa una mirada a este fenómeno. Geertz, reclama la refiguración del pensamiento social, un viraje interpretativo; se trata de contemplar la realidad menos con regla y compás, no tanto buscando las leyes y siguiendo el ideal explicativo, sino guiados por el ideal de analizar casos, y buscar la interpretación que desde cada circunstancia particular desarrollan los individuos sobre ellos. La historia de vida además de descubrir una dualidad en el migrante, (a la que ya se tenía de la sociedad de acogida, se le une la sociedad de salida) ayuda a vislumbrar la perspectiva desde la que este actor social contempla la realidad, enriquecida por esa doble circunstancialidad. Esta perspectiva incrementada, añadida, se convierte en una herramienta de adaptación social y humana, digna de ser analizada desde la antropología.

Contexto socioeconómico en la sociedad de salida

Población en la comarca de Baza a lo largo del siglo XX

Esta comarca a lo largo del siglo XX presenta un leve incremento de la población muy inferior al crecimiento que sufre la provincia, si se tiene en cuenta su superficie geográfica. Se caracteriza dicho aumento por una distribución heterogénea, puesto que tan sólo tres de las siete poblaciones que componen la comarca suman población y, por seguir las directrices de otras comarcas, al mostrar una tendencia a concentrarse la población en la capital del altiplano.

El éxodo rural que afectó a la totalidad del país desde 1.900 tiene una fase intermedia, en la que mucha gente abandona los cortijos, las pequeñas aldeas, para establecerse de manera definitiva en unos casos y transitoria en otros en las capitales comarcales. La ciudad de Baza, a pesar de estar afectada por una suave emigración desde principio de siglo, ofrecía a estas personas posibilidades de trabajo y de mejora socioeconómica. Esto lo confirma el dato de que de los 23.450 habitantes censados en 1.950 en Baza, 2.482 procedían de la provincia pero no eran nacidos en Baza, y 1.391 eran nacidos fuera de la provincia. (Cano 1974:72)

Además de este rasgo, el más peculiar de la evolución de la población en la comarca es su afectación por el fenómeno migratorio, puesto que hasta el año 50 el crecimiento de la población en esta zona supera al crecimiento de la población de la provincia, la comunidad y el país. Sin embargo, a partir de ese decenio aparece un decrecimiento solo roto en los últimos años del siglo, que supera notablemente a los producidos en la provincia, en la comunidad y en el país. Los años 50 se convierten así en un punto de inflexión en cuanto al crecimiento poblacional en este territorio y dividen la evolución de la población durante este siglo en dos partes severamente diferenciadas.

En la década de los 60 Baza pierde población de un modo acelerado, aproximadamente unas 3.000 personas, y en la década siguiente perderá otras 500, para quedar en 19.990 el número de habitantes durante 1.970. El mismo fenómeno y en proporciones semejantes afecta a toda la comarca, que en esas dos décadas vio decrecer su población en unas 30.000 personas. Pero pudieron ser más

...en el supuesto de considerar que durante ese tiempo la población hubiese aumentado, solo con el crecimiento natural, según la tasa decenal de 1.951, 1.960. Teniendo en cuenta esa hipotética situación, que hubiera requerido una total trasformación socioeconómica, la población de la comarca hubiese sido de 89.250 habitantes, en 1.970, cuando la verdad es que sólo llegaba a los 52.699. con los que las pérdidas, serían del 57% de la población de mediados de siglo, y equivaldría a cerca de 37.000 personas. (Cano 1974:77)

La emigración no es algo casual sino que responde a unos cambios sociales, políticos y económicos que afectaron al conjunto del país y, como en la comarca de Baza, tuvieron unos efectos muy negativos para la mayoría de las zonas agrarias que no se pudieron adaptar a los nuevos cambios. (Maroto 1992:2) En el primer período señalado, desde principio de siglo hasta el año 50, se puede ver una íntima relación entre los datos poblacionales y la dependencia agrícola de la sociedad de la comarca. Se descubre así la fuerte supeditación de la población a la producción agraria. Los datos muestran cómo se cruzan los nacimientos y los episodios de trabajo en el campo. Así, la mayoría de los nacimientos se producen en febrero y marzo y son concebidos a finales de la primavera. Escasos nacimientos en abril y mayo debido a las bajas concepciones en meses de recolección, julio y agosto. En cuanto a los matrimonios se concentran en los meses posteriores a la recolección, escaseando en tiempo de cosecha.

Eran las primeras décadas del siglo, épocas de un fuerte desarrollo agrario marcadas por progresivas roturaciones de tierras para los cereales y por incorporar el cultivo de la remolacha. Estos elementos marcan un panorama ideológico atravesado por la vieja idea, propia del antiguo sistema demográfico de que los hijos son riqueza, puesto que las faenas agrícolas demandan abundante mano de obra. La fuerte natalidad va a mantenerse hasta más allá de los años 50, entre otras cosas por la política pro natalidad del gobierno franquista de fuertes improntas religiosas.

Este tejido productivo y esta máscara ideacional que afectaban a los bastetanos de mediados de siglo, pronto va a tropezar con una crisis en el cultivo de la remolacha (1), con una disminución de las tierras productivas debida a la degradación de las parcelas marginales, con una estructura latifundista (2) de la distribución del terreno. Y por si faltara algo, con la mecanización de las tareas agrícolas, junto con otras medidas económicas encaminadas a acabar con la autarquía precapitalista y a imponer paulatinamente un liberalismo económico donde el mercado regule la producción. Con todo ello, el incremento del excedente de población está servido, y sólo queda la oportunidad de escapar mediante la emigración. Se provoca así una disminución de la población en la comarca, pese al mantenimiento de fuertes índices de natalidad.

Esta caótica situación empuja al subdesarrollo, que se detecta ya asentado, a través de los informes que el Banco de Bilbao elabora periódicamente. La provincia de Granada, en 1.973 aparece en la posición 47 y si la renta media nacional estaba en 99.271 Pts., los municipios de Baza y Cúllar alcanzaban tan solo a moverse entre las 30.000 y las 45.000 Pts., por no mencionar a las demás poblaciones de la comarca que estaban por debajo de ese umbral. (–1975).

La emigración va a afectar a los sectores más sensibles de la población activa; jornaleros, y pequeños propietarios de tierra, trabajadores sin cualificación profesional, como muestra el dato de que el 93 por ciento de los hombres que abandonan la comarca para dirigirse al extranjero, declaran como ocupación anterior el campo. (Carvajal 1986:171) Allí se incorporarán a los sectores industrial,de la construcción, hostelero y servicios.

Migración temporal o indefinida, individual o familiar

El carácter de la emigración puede ser doble. De un lado, temporal o indefinido. Las migraciones temporales son muy difíciles de detectar a partir del análisis de los datos censales, puesto que estos se llevaban a cabo en diciembre, fechas para las cuales la migración temporal ha finalizado; sin embargo, y a pesar de ello, está constatada una fuerte emigración a Francia de carácter familiar, que se inicia en los meses de primavera para concluir al llegar el otoño, y otra más intensiva y corta de carácter más individual en el mes de septiembre. A ellas hay que añadir una de alcance nacional que se dirige hacia la zona levantina y balear. En muchos casos, migraciones temporales darán pié a migraciones definitivas, puesto que el primer movimiento favorece el conocimiento de zonas más ricas, con mejor proyección de bienestar, y ello suele conducir a un establecimiento definitivo, probablemente un claro ejemplo de esta actitud vital sea la migración balear que pasó de ser meramente temporal a convertirse en definitiva para muchas nuevas familias.

La emigración indefinida que traspasa las fronteras nacionales parece dirigirse a Alemania, mientras que los destinos nacionales preferidos se localizan en las comunidades catalana y valenciana, centrándose en la comarca barcelonesa, y en la provincia de Alicante. Se trata de una emigración familiar e individual. Muchos de los que se iban lo hicieron a la aventura que exigía su irreverente juventud; para algunos la marcha hacia Barcelona tenía mucho de liberación, mucho de búsqueda de libertad, puesto que suponía una independencia familiar, (como motivo de la emigración, junto a causas económicas, aparecen los problemas familiares, noviazgos no consentidos, enfrentamientos con los padres, –hay que recordar que en los años 60, el modelo de padre autoritario era el que se imponía en esta zona–) social y económica; incluso para algunos representaba un acercamiento a sus anhelos de libertad política. Otros fueron arrastrados por familiares ya establecidos que notificaban a sus parientes más cercanos y amigos demandas de puestos de trabajo en su misma empresa. En algunos casos quienes emigraban, sabían a donde iban e incluso tenían ya el trabajo buscado. Quizá estos dos elementos sean los necesarios para poder explicar la distribución dispersa, pero con algunos núcleos, de la población bastetana en la región. Al parecer muchos bastetanos han trabajado en la Seat o en la Pirelli de San Juan de Vilatorrada y en empresas afines, existiendo una masa amplia establecida en Tarrasa, probablemente testimonio de la llamada familiar, como se ha constatado en dos de las historias vitales que fundamentan este artículo.

La emigración familiar no era tan aventurera como la juvenil y son los padres de familia los que inician la marcha, para una vez instalados traer al resto de la unidad familiar con ellos. En otros casos fue la unidad familiar completa la que marchó directamente, pero con la referencia previa de demandas de puestos de trabajo. La realidad es que afectó a una banda de edad entre los 15 hasta los 45 años, y provocó en el lugar de salida un envejecimiento súbito de la población, trayendo consigo un conservadurismo económico, social e ideológico, reflejado en una falta de iniciativa en todos los sentidos; mientras que en el lugar de recepción se provocaba una aportación muy fuerte de mano de obra y de empuje generacional, rejuveneciendo la sociedad, física y sicológicamente.

En estas condiciones la evolución de las zonas de salida y de recepción va a ser muy diferente. La juventud provocará iniciativas, entre ellas la empresarial, muchos bastetanos van a salir de esta ciudad, con una mano atrás y otra adelante y van a lograr grandes capitales. Mientras que el conservadurismo,la falta de iniciativa joven, va a agravar el subdesarrollo de esta comarca, retrasando en prácticamente una generación la aparición de empresarios. Si se repara en las empresas que se han formado en Baza, la mayoría de ellas lo han hecho en los últimos años, y tienen al frente a ciudadanos que se mueven entre los 30 y los 45 años. Son en parte herederos de pequeñas empresas de carácter familiar que a lo sumo absorbían un empleado o dos, y que ahora han superado los complejos del conservadurismo y se han lanzado a la aventura de crecer de manos de la iniciativa joven que se está recuperando en la zona; y en parte, empresarios sin tradición familiar que han decidido embarcarse en el mundo de los negocios. Los primeros han continuado empresas del sector de la construcción y la trasformación cárnica, principalmente, y los segundos trabajan en la transformación metalúrgica. Hay una generación entera de iniciativa perdida, de emprendedores que no desarrolló su labor en esta comarca bastetana, y eso se nota por ejemplo, en lo tardío de la aparición de polígonos industriales y en la pérdida de las escasas infraestructuras existentes, como el caso del ferrocarril.

Las migraciones, en la década de los 60, han sido o bien del cabeza de familia o bien los hijos mayores de edad o bien el grupo familiar completo, rara vez la mujer emigra sola, a menos que exista familia ya establecida en el lugar de destino. Esta variable la mide el índice de masculinidad de la población, y en este sentido, la afectación de la población bastetana es muy fuerte en estas décadas migratorias, desde los 50 a los 60. Este índice descubre una fuerte emigración del cabeza de familia, que obligaba en muchos casos a la mujer a sacar sola a sus hijos. (Cano 1974:101) A través de las entrevistas realizadas se descubre esta realidad, madres que le quitan horas al sueño para trabajar en el sector textil, cosiendo en casa y llevando luego las prendas a los talleres, pudiendo así hacer compatible el trabajo con el cuidado de los hijos y con la espera del marido, que volverá en vacaciones con unos ahorros que permitirán un cierto desahogo. Chocan estos datos con la idea que sugiere Carvajal, ya para la década siguiente sobre la alta participación femenina en la emigración, en muchos casos solas, en migraciones tanto interiores como exteriores. Llegando a afirmar que “la migración interior ha sido casi totalmente protagonizada por mujeres, en su mayoría jóvenes de 15 a 25 años.” (Carvajal 1986:171)Probablemente esta sea la evidencia de la rápida evolución sobre el modo de considerar a la mujer en la comarca, donde se ha dejado atrás la concepción patriarcal de la familia, que sostenía una moral rígida ayudándose de un fuerte control social, de la presión de la opinión pública y de la vergüenza familiar. Probablemente ante la nueva situación socioeconómica, la estructura ideológica sufre un reajuste para adaptarse a las nuevas formas de la economía y equilibrar el sistema.

En cuanto a los destinos preferidos por la emigración, los datos de la comarca escasean, por lo que el único modo de acercamiento posible es recurrir a los datos de la provincia y considerarlos una aproximación relativa. Ello muestra como destinos preferenciales de los granadinos Cataluña, concretamente la comarca de Barcelona, hacia donde marcharon, sólo a la largo de la década de los 60, más de 30.000 personas. “La capital (de la comarca barcelonesa), Badalona, sobretodo el barrio de la salud, L`Hospitalet, Sant adrià de Besòs, Santa Coloma de Gramanet, Sabadell y Tarrasa son los principales lugares de afluencia.” (Cano 1974:99) Sin embargo, estos datos, no sólo sobre la cantidad, sino sobre su distribución quizá habría que matizarlos, o actualizarlos, apoyándose en las prospecciones hechas por Ricardo Cañabate desde la Casa de Baza en Barcelona, y decir que la población bastetana en Cataluña, se caracteriza por su dispersión, y apenas si se detecta algún grupo mayoritario en Tarrasa. Hay que tener en cuenta que a partir de los datos obtenidos, el cambio de residencia por parte de los bastetanos en Cataluña es muy habitual, y está sujeto a movilidad en sus puestos de trabajo, matrimonios o mejoras económicas.

La provincia de Alicante, sería el otro gran centro de recepción de emigrantes, acercándose a cuatro mil las personas que se desplazaron desde la provincia de Granada. El destino preferido por los bastetanos en esta comarca, se centra en Alicante capital, la zona de San Juan y la comarca ilicitana.

En el extranjero, Francia, Alemania y Suiza, han sido los países receptores por excelencia. Entre los tres países reciben, a lo largo de la década de los 60, a más de 46.000 personas desde la provincia de Granada, destacando por encima de estos países Francia, con más de 35.000 granadinos. La mayoría de las migraciones fueron inicialmente temporales, pero el tiempo de estancia se fue alargando y la frontera imaginaria de los tres años determinó su adaptación o su regreso. A pesar de ello, es detectable que bastantes de los que se adaptaron están también volviendo a su lugar de origen tras la jubilación.

El regreso

El regreso se presenta como una meta al inicio de la migración, de hecho la mayoría de las migraciones inicialmente son temporales, unos meses; como mucho indefinidas, algunos años; pero escasamente se proyectan para siempre. La encuesta hecha en el 68 a los emigrantes andaluces en Alemania por Kade y Schiller, señala que el 67 por ciento quiere regresar a su lugar de origen, la meta era ganar el máximo dinero posible para retornar y empezar una nueva vida aquí. (Cano 1974:99) Sin embargo, probablemente no todos lo consiguieron, porque la propia dinámica de la emigración marca unos destinos diferentes a los deseados, cuando el proceso de socialización atrapa al individuo incorporando nuevos planos de significación, que probablemente no pueda ofrecer la sociedad de acogida, el actor social tiene pocas posibilidades de decidir libremente. Más acertados que los propios deseos de los emigrantes parecen ser los vaticinios de Maluquer Sostres y Martínez Marí, cuando en sus estudios sobre la emigración andaluza en el área barcelonesa, afirman que los bastetanos que emigraron, poco tienen que ver ya con la comarca de origen y las nuevas generaciones absolutamente nada. Quedan integrados en el área barcelonesa a todos los efectos geográficos y humanos. (Cano 174:99) Aquí se van a tratar de buscar las excepciones a esta profecía. Así como las condiciones familiares, sociales y económicas en las que se produce la socialización o resocialización, en su caso, de estos ciudadanos.

Los criterios que se han utilizado hasta ahora para catalogar la emigración, temporal e indefinida, familiar o individual, no son suficientes para analizar el fenómeno del regreso, puesto que este hecho va a depender de un amplio catálogo de factores. Lo que sí se puede adelantar es que la emigración, a la luz de los datos estadísticos, presenta un escaso índice de regreso, al menos en la comarca de Baza. Si a partir de los datos que se han reunido, en la provincia de Barcelona, pueden haberse concentrado aproximadamente unos 7.000 bastetanos, el hecho del regreso arroja unos datos estadísticos muy bajos. Desde mayo del 1.996, fecha en la que se hizo el padrón municipal hasta hoy, lo cierto es que tan sólo se puede hablar de un goteo regresacional, apenas 67 personas se han atrevido a hacerlo. Esta cifra, se pueda ampliar al admitir algún ascendente familiar, en un ejercicio de especulación racional sobre los datos del padrón, a los barceloneses que se han inscrito en el padrón municipal desde el año 1.996, que son 256. Es lógico pensar que si han venido a este pueblo es porque algo les une, puede tratarse de hijos nacidos allí, de bastetanos emigrados, que regresan a la vez que sus padres jubilados, o de ciudadanos que antes vivían en la comarca y su aldea o cortijo ya ha quedado deshabitado, o que al plantearse su regreso han considerado que los servicios asistenciales, sociales, incluso familiares que ofrece una ciudad como Baza, son más satisfactorios que los que les podría facilitar su municipio natal. Se ha desistido de buscar los datos estadísticos anteriores a esta fecha, debido a la dificultad que encierra su conteo manual absorbería demasiado tiempo, por lo que se ha preferido hacer una proyección de estos datos del intervalo de siete años hacia atrás, hasta el año 80, que es la fecha en la que se detecta éste éxodo regresacional. La cifra que se obtiene se aproxima a los 700, lo que hace pensar que esta vuelta a Baza, afecta a menos de un diez por ciento de los que marcharon, puesto que buena parte de los que vuelven son sus descendientes.

Las variables que estadísticamente clasifican la emigración se mezclan con la realidad vital de los individuos. Así, migraciones temporales se convierten en definitivas, cuando tropiezan con determinadas condiciones vitales como la cualidad laboral encontrada, la edad o la situación familiar. Este cambio se produjo especialmente en aquella emigración que no se dirigió hacia tareas agrícolas, sino que lo hizo hacia otros sectores productivos, sobre todo la hostelería; que se inició entre los 16 y los 25 años de un modo temporal y, en el momento de establecer una relación de pareja o de tener hijos, deciden afincarse en alguno de los dos lugares de residencia. Generalmente en esta decisión pesa más la compensación laboral y económica que tendrá la nueva familia, que el estar cerca de la familia progenitora. El siguiente criterio que decidirá su residencia está en la calidad de vida de sus hijos, se valoran las posibilidades de promoción vital que van a tener los hijos en ambos posibles lugares de residencia.

Migraciones temporales que se hacían a lugares tan alejados como Alemania o Suiza, en algunas situaciones familiares requerían de la colaboración de todas las generaciones de la familia, puesto que eran los abuelos los que se quedaban aquí al cuidado de los nietos, mientras los padres, el matrimonio, trabajaba con la idea de ganar el máximo dinero posible, aún privándose de muchas cosas, para retomar la vida a su vuelta. En estos casos, el aprendizaje de otro idioma o el perfeccionamiento en el trabajo eran algo irrelevante. Y se tenía muy claro que la migración era temporal, difícilmente se convertiría en definitiva. Casos parecidos se pueden documentar en Barcelona y en otros lugares alejados, pero dentrode la península como Bilbao. Esta estrategia vital de ceder el cuidado de los hijos a los abuelos mientras los padres emigran, ha sido muy extendida por esta zona y garantiza la enculturación de los hijos en el sociedad natal, evitando el desarraigo que puede provocar la emigración. La misma estrategia se encuentra, cuando es el padre de familia quien emigra, y la esposa queda al cuidado de los hijos. Pero en el caso de contar con los abuelos, los ingresos alcanzados para iniciar el nuevo proyecto vital son más importantes.

Mientras la migración temporal individual se dirigía hacia las costas levantinas y baleares, a incorporarse a los sectores de la construcción y hostelería, la migración temporal familiar de esta zona, tenía un destino preferente como era Francia. En los primeros años el gobierno francés no era muy estricto con la edad de los trabajadores emigrantes y era la totalidad de la familia la que emigraba, trabajaban todos y los ingresos eran administrados por el cabeza de familia, lo que suponía la pervivencia, aunque en otra tierra, de la vieja idea vigente en el sistema demográfico antiguo, que sostiene que los hijos son riqueza. Sin embargo, esta pasividad del gobierno francés desapareció y la obligatoriedad de asistencia de los hijos a todo el ciclo escolar, junto con la exigencia de los 16 años para trabajar, redujo progresivamente el volumen de la familia que emigraba, hasta que en los últimos años la eliminación del cambio de francos a pesetas, han reducido esta migración a uno o dos miembros de la familia y a unos escasos 20 o 30 días. Probablemente la llegada de la globalización de los procesos migratorios, así como el retiro de muchos temporeros agrícolas andaluces ayudados por el PER también haya tenido que ver con este fenómeno.

El regreso en las migraciones indefinidas, sobre todo de las establecidas en Cataluña, se ve afectado por otra enorme variedad de factores vinculados principalmente con la situación laboral y familiar. A ellos hay que añadir cambios extremos en la situación político–social en la región de acogida. Desde los testimonios recogidos hay tres factores determinantes a la hora de establecer el regreso a la ciudad natal. El primero de ellos es la jubilación. Este se convierte en el momento de referencia para volver de una migración indefinida, y parece estar asentado en la conciencia colectiva de la masa poblacional que emigró a Cataluña desde esta tierra. No en vano, es un momento de cuestionarse episodios vitales y de hacer proyecciones de futuro. Este dato se recoge de un doble modo, mediante el testimonio oral y mediante los datos que aportan las estadísticas consultadas. Las pirámides de población de los nuevos empadronamientos procedentes de Cataluña muestran unos segmentos muy amplios al llegar a las bandas de edad de los 60 y 65 años. Muchos son los emigrantes que están esperando llegar al final de su vida laboral para regresar a su ciudad de nacimiento. Ello demuestra que el trabajo, las relaciones laborales, son determinantes en el regreso del mismo modo que lo fueron en su partida. Hay que añadir que es más determinante la jubilación masculina que la femenina para esta decisión, puesto que en la parcela femenina de la pirámide se pueden observar unos dientes amplios en la franja de edad que va desde los cincuenta a los sesenta. Lo que indica que o bien ellas no han estado en activo, o que han preferido sacrificar lo que les queda de vida laboral por regresar a su sociedad natal una vez jubilado su cónyuge.

Muchos de los que tienen la expectativa de volver tropiezan con una realidad familiar en la que sus hijos pueden estar implicados fuertemente, y les hacen adoptar medidas flexibles, como pueda ser la doble residencia, unos meses vivo en el lugar de acogida y otros en el lugar de partida. Este es precisamente el segundo determinante en importancia a la hora de decidir regresar, la situación familiar, se trata de procurar la mejor situación vital a los hijos. En el caso de niños pequeños se tiene en cuenta, venir antes de que lleguen a estudios no obligatorios, o antes de acceder al mundo laboral, por lo que habitualmente se promueve el traslado mientras el alumno asiste a la E.S.O. La adolescencia parece ser una edad límite en los hijos para el regreso y hay una intención de adelantarse a ella. Cuando el regreso afecta a hijos mayores es cuando aparecen los problemas y la decisión se hace depender de la situación laboral o las posibilidades profesionales de estos. La posible percepción de que los hijos van a ser considerados como ciudadanos de segunda en la sociedad de recepción, puede precipitar una vuelta a la sociedad de salida, incluso antes de que la jubilación ponga fin a la vida laboral de quien inició la migración.

Otro factor de enorme incidencia en el regreso de los bastetanos afincados en Cataluña, ha sido el gran cambio sufrido por la sociedad de acogida desde que ellos llegaron hasta nuestros días. Se ha iniciado en las últimas décadas una política asimilacionista, que apenas si deja resquicios al emigrante a conservar partes tan importantes de su patrimonio cultural, como es la lengua. Los conflictos que se generan entre padres e hijos, padres que hablan castellano e hijos que son aculturados escolarmente en catalán, provocan complicaciones familiares de hondo calado. Y si al parecer el problema lingüístico, en la calle no existe, en la relación con las instituciones si se convierte en un obstáculo, puesto que éstas cada día se blindan más ante el castellano y hacia sus hablantes restringiendo, primero su acceso a la función pública y a continuación la posibilidad de dirigirse a ellas en otra lengua que no sea la catalana.

La familia nuclear en el proceso migratorio se convierte en una institución de una gran relevancia. El matrimonio lo presentan los entrevistados como el mejor estado del hombre y de la mujer y, la estabilidad familiar es un valor primordial que puede determinar la dinámica de la migración hacia la permanencia o hacia la vuelta. De esta manera, surge un agente que ha determinado el regreso de toda o de parte de la familia, es el divorcio que provoca un deterioro de los fines primigenios de la emigración, y obviamente en todo proyecto vital que puede provocar un intento de reconstruir de nuevo la vida en el lugar de origen.

Por el contrario, un elemento que no llama al regreso es el triunfo en el mundo empresarial, en el mundo de los negocios. “A quienes han triunfado en el mundo mercantil no les hables de Baza, ni de regresar, ni siquiera de invertir en esta tierra”, confesaban los integrantes de alguna de las entrevistas llevadas a cabo.

Todos estos incidentes sociales afectan de forma independiente a la decisión personal o familiar de regresar al lugar de origen, sin embargo hay un rasgo que caracteriza a todas las circunstancias de quienes vuelven, y es que en ningún momento han perdido el contacto con sus raíces locales. En todos los casos se han mantenido relaciones continuadas con las gentes que dejaron aquí los vínculos familiares y amistosos se han mantenido, el universo simbólico que se generó en su primera socialización se ha conservado intacto y pleno de significación para el actor social.

La socialización en la emigración.

Los otros significativos y el otro generalizado

El concepto de socialización aparece en la historia de las ciencias sociales a principios del siglo XX de la mano de Durkheim, él habla de socialización metódica y lo vincula a la idea de naturaleza social. En la década de los veinte, el concepto teórico va a tener una de sus aplicaciones operativas en el estudio del choque de culturas que los diferentes emigrantes van a introducir en los Estados Unidos. Y quizá antes de mediados de siglo quienes más aportaran a la consolidación y configuración definitiva de este concepto sean la Escuela de Chicago y George H. Mead (3). La Escuela de Ecología Humana de Chicago se va a caracterizar metodológicamente por sostener la perspectiva del interaccionismo simbólico, la atribución a los principios de ecología humana de la conformación de la estructura social y la distribución de los grupos sociales por la geografía urbana. En ciudades como Chicago atravesada por una rápida expansión y por la absorción de inmigrantes de múltiples nacionalidades, razas y religiones, los investigadores sociales descubren que en las ciudades se daba un modo especial de vida, completamente diferente del que se daba en el campo. Es decir, van a ser las fuerzas de la competencia las que en un medio limitado produzcan un conjunto de áreas naturales y cada una de ellas será habitada por grupos sociales diferentes. Esas áreas naturales se van a definir mediante la construcción de identidades por interacción simbólica, interacción de las percepciones que los individuos tienen de sí mismos y de los demás. De este modo, se puede explicar la existencia de núcleos de población de determinadas regiones en el mapa urbano de Barcelona, sin recurrir a la explicación, también viable, del efecto llamada de unos familiares ya residentes sobre los que aún permanecían aquí.

En este punto hay que establecer una conexión entre los planteamientos de la Escuela de Chicago y los de George H. Mead para quien el yo emerge por medio de interacción social con los otros. Los gestos y la conversación son elementos cruciales en la interacción simbólica mediante la cual el ser social puede imaginar el efecto que la comunicación simbólica puede tener sobre otros actores sociales. De esta manera, Mead apuesta porque hay una relación estrecha entre la construcción de la identidad personal y los procesos de interacción simbólica. Talcott Parsons añadirá que la función del proceso socializador es la de posibilitar la interiorización de las normas y valores aceptados dentro de cualquier sistema social, así como la consolidación y aceptación de los roles.

Tras los 50, van a ser los europeos los que profundicen en este concepto, sobre todo desde Alemania, donde lo vincularán a la comunicación, buscarán sus puntos de unión con lo laboral, gremial y profesional, así como con la conducta convergente y, desde el marxismo se hará un análisis económico del concepto envolviéndolo en la escena de los procesos productivos. Guy Rocher define la socialización como “...el proceso mediante el cual la persona humana aprende e interioriza, durante el transcurso de su vida, los elementos socioculturales de su medio, los integra en las estructuras de su personalidad, bajo la influencia de experiencias y agentes sociales significativos, y se adapta así al entorno social en cuyo seno ha de vivir.” (Rocher 1980:133)

En la definición el acento se pone sobre tres aspectos, el primero de ellos la adquisición de una cultura, ello implica asimilar conocimientos, categorías mentales, representaciones, imágenes, prejuicios, estereotipos, valores, modelos, símbolos que se articulan en las maneras de obrar, pensar y sentir de la civilización en la cual está inscrito, y sin las cuales la inteligencia, la memoria y la imaginación no podrían desplegarse.

El segundo, la integración de los contenidos culturales adquiridos en la personalidad síquica hasta convertirse en una parte integrante de esta estructura de compresión y de decisión, hacer nuestros los contenidos culturales que se han nombrado con anterioridad. La dificultad aquí radica en determinar cuánta de esta cultura aprendida se incorporará a la personalidad, qué contenidos se desprecian y cuales son asumidos; pero lo que sí se conoce con claridad es la manera en que se manifiesta esta integración, mediante la experimentación de la obligación moral y, en aquellos elementos cotidianos que son tildados de ser el modo natural o modo normal de actuar, vivir, pensar o sentir dentro de dicha cultura.

Y por último la adaptación a la sociedad, al entorno. Cada persona pertenece a un ambiente o se siente miembro de una familia, de un colectivo, de una comunidad; este pertenecer, este formar parte, tiene como recompensa recíproca que el individuo encuentra un lugar en el seno de dicha institución social. El sentimiento de pertenencia, proporciona la exigencia síquica de todo actor social de estar ubicado en el mundo, de poseer un lugar en el mundo desde el cual contemplar la vida. Esta referencia vital es una condición necesaria para el equilibrio y armonía de la totalidad de individuo.

Se puede concluir hasta ahora que la socialización tiene como finalidad provocar la conformidad entre las formas de pensar, obrar y sentir de todos los miembros de una colectividad, para que cada actor social se integre en una sociedad dotándose de una referencia vital y, de este modo, la sociedad perdure en el tiempo, se reproduzca. En esta tarea, en este proceso socializador, intervienen determinados agentes sociales. George H. Mead va a identificar esos entes sociales y los mecanismos que utilizan. Respecto a los primeros, los cataloga bajo dos epígrafes significativos. Los otros significativos y el otro generalizado. Quienes inician el proceso socializador son los otros significativos y engloba con este apelativo a quienes mantienen una relación primera e íntima con el futuro actor social. Son las personas con las que el niño interactúa con más frecuencia, con quienes mantiene lazos emocionales, aquellos que son significativos para el niño. En muchas sociedades el personaje más significativo es la madre, por lo que posiblemente la imagen que el niño tiene de sí mismo sea la imagen que la madre tiene de él. Las primeras relaciones que establece el niño son de dependencia y su futuro desarrollo social estará en manos del tipo de vínculos que se establezcan en este período, puesto que los roles y sobre todo las actitudes que estas relaciones íntimas le proporcionen, constituirán la imagen que él cree que los demás tienen de él.

Estos otros significativos hay que situarlos en la socialización primaria, y por tanto, poseen una mayor fuerza emotiva en el proceso socializador. Un rasgo que caracteriza a los otros significativos es que al socializado le está vedada la posibilidad de su elección, es un mero sujeto pasivo en las primeras fases de su proceso de socialización. Serán los adultos quienes proporcionen los contenidos de la enculturación.En este estadio se interiorizan modelos de comportamiento, modos de sentir y de actuar, estructuras cognitivas que permiten comprender la realidad. Esta cultura, este mundo que se percibe por primera vez, no está vestido con el calificativo de posible, sino que viene tildado de exclusivo. Es percibido como el único mundo posible. Por lo que el cosmos simbólico que se interioriza se convierte en el único mundo real, el único mundo posible.

El mundo se edifica en la conciencia del actor social mediante el diálogo con los otros significativos. Y será la búsqueda de una lógica a estas conversaciones la que otorgue objetividad a este mundo subjetivo plausible. El mundo interiorizado en la socialización primaria echa raíces en la conciencia mucho más profundas que los mundos que se interioricen en socializaciones secundarias (Berger y Luckmann 1988:190). Lo mismo se puede decir de la primera identidad proporcionada por los otros significativos, será percibida como la única y la fuerza que otros agentes sociales tengan para cambiarla será siempre inferior.

Más allá de esta instancia socializadora se encuentra lo que Mead llamó el otro generalizado,que es la sociedad. En el horizonte significativo del niño aparece la sociedad en el mismo momento en que se manifiesta en el sujeto el propio yo. El niño descubre quien es a medida que aprende lo que es la sociedad, a medida que aprende a jugar su rol y, a medida que asume cual es el papel del otro. Percibe que su existencia tiene un significado para su círculo íntimo, pero también para un segundo círculo más amplio que es la sociedad en general. Empieza a comprender que las actitudes y roles individuales tienen una existencia y una repercusión más allá de sí mismo; se está preparando en la persona el salto desde lo particular a lo universal. Las normas morales específicas se convierten en normas generales. En esta fase el individuo adopta los valores de una cultura o civilización y, la formación de este otro generalizado en la conciencia significa que el individuo ya no sólo se identifica con un grupo de personas concretas, íntimo, minoritario sino con toda una comunidad, con la sociedad; a la vez, su identidad se confirma y se refuerza junto a los otros y frente a los otros, presentándose así de un modo coherente, puesto que es compartida con otros y constante, al ser individual e independiente.

El paso de la socialización producida por el otro significativo a la que deja el otro generalizado, es comparado por Mead al que se hace entre el juego y el deporte. En el juego el niño es intuitivo, caótico y adopta un papel frente al otro enmarañado, sin embargo en el deporte, el niño lo que asimila son unas normas generales que le permiten jugar con un rol culturalmente determinado y en el que sólo tiene cabida la intuición o la emoción de un modo coherente y ordenado.

La socialización es un proceso y como tal tiene un comienzo, con el nacimiento, pero no tiene fin es interminable, el ser humano está siempre en continuo cambio, en continua adaptación. A pesar de ello los investigadores sociales coinciden en distinguir una socialización primaria de una secundaria, puesto que este es un proceso que disminuye en intensidad tras la primera infancia, aunque las sociedades desarrolladas se han empeñado en prolongarlo más allá de la adolescencia. Por socialización primaria se entiende el proceso a través del cual el niño, en su primera infancia, interioriza una realidad subjetiva que le posibilitará convertirse en miembro activo de su sociedad. Es la socialización más importante ya que en ella se interioriza la imagen del mundo, todo el universo conceptual que le permitirá comprenderlo más tarde. El hecho de ser la primera imagen del mundo lo hará experimentarlo como el único real. "...la socialización primaria es el período en que se construye el primer mundo del individuo." (Berger & Luckmann 1988:191) No sólo se construye la imagen del mundo, sino que se construye además la propia identidad gracias a la presencia de una fuerte impronta emocional, de connotaciones afectivas determinadas sobre todo por la interacción con los otros significativos. Otro rasgo de esta socialización primaria es la imposibilidad de elección que tiene el sujeto socializado sobre la cultura en la que se socializa. El fin de la socialización primaria se produce cuando dentro de la conciencia ya se ha instalado la noción del otro generalizado.

La socialización secundaria comprende todos los procesos posteriores que inducen al individuo a participar en mundos sociales específicos. Esta etapa del proceso no cuenta ya con la fuerza afectiva o emocional y, tiene el inconveniente de que ha de acomodarse a estructuras cognitivas, conceptuales y emotivas previas y asentadas, que actúan como prejuicios en el estricto sentido de juicios precedentes. "La socialización secundaria es la interiorización de unos "submundos" institucionales o basados en instituciones. " (Berger y Luckmann 1988:194)Por lo general estos procesos suelen ser superficiales, sin embargo su alcance estará determinado por el grado de asunción de los roles y de las normas de estos nuevos mundos, que se han de acomodar a las estructuras del primero, y por la significación subjetiva que el primer mundo asentado en la socialización primera tenga para el sujeto. El colegio sería un ejemplo de socialización secundaria, donde los agentes tiene un valor emotivo menor que el de los otros significativos y donde, los contenidos y actitudes que se pretenden interiorizar, siempre son más cuestionables por la subjetividad a socializar.

La socialización secundaria no implica la adquisición de una nueva identidad, ni una identificación afectiva con el otro generalizado, y cuando aparece un mundo alternativo, la decisión de aceptarlo y rechazar aquel del que se dispone, es racional, y no solo emocional o afectiva. Lo habitual es que el individuo interiorice la nueva realidad, pero no para hacerla suya sino para servirse de ella, para instrumentalizarla. Lo normal es que el individuo represente el nuevo rol manteniéndose subjetivamente alejado, sin identificación intima. Practicando una reserva de rol.

La diferencia entre la socialización primaria y la secundaria, se ejemplifica mediante la comparación con el aprendizaje de una segunda lengua:

Un individuo aprende una segunda lengua mediante la construcción sobre la realidad, dada por sobreentendida, de la "lengua materna". Durante mucho tiempo, se retraduce constantemente a esta lengua original todo lo que se aprende del idioma nuevo. Y así la nueva lengua comienza a adquirir una cierta realidad. Pero cuando esta realidad ya se ha establecido, poco a poco el individuo deja de retraducir y es capaz de "pensar en" el idioma nuevo. Sin embargo, pocas veces una lengua aprendida en la edad adulta consigue alcanzar el grado de realidad inevitable y evidente que tiene siempre la lengua que se ha aprendido de pequeño. Así, vemos que la cualidad afectiva que tiene la lengua materna es clara. Pues bien, lo mismo podríamos afirmar, aproximadamente, de las otras secuencias de aprendizaje de la socialización secundaria: encontraríamos también aquel "ir construyendo" sobre la realidad más "familiar", aquel "ir encontrando identificaciones", antes de poder deshacer finalmente el vínculo. (Berger y Luckmann, 1988:201)

Se puede deducir de todo lo hasta ahora dicho en este apartado, que los mecanismos más importantespor los que la socialización se impone al individuo son la interacción y la identificación con los demás.Ambos dispositivosimplican interpretar la actitud del otro, y este parece ser un ejercicio continuo del ser humano como miembro de una sociedad. El actor social no sólo aprende a conocer ciertas actitudes en los demás y a entender sus significados, sino que además aprende a adoptarlas, a interiorizarlas, a hacerlas suyas. Llegado este punto, los investigadores sociales se cuestionan por el modo en el que se interiorizan estos roles; la respuesta que dan es que se hace a través del lenguaje, de este modo, la lengua no solo tiene un papel de organizador conceptual, sino también de organizador de actitudes sociales.

Contenidos del primer mundo creado por la socialización

Hasta aquí los mecanismos que construyen la identidad del individuo y el sentimiento de pertenencia a una sociedad pero, qué valores proporciona dicha sociedad, qué aspecto tiene ese otro generalizado, y qué ofrecía en los años 60, sobre qué pilares se asienta la identidad social de los bastetanos en estas décadas. La comunidad social que describe Cano para esos años ofrece una imagen clasista y estática de la estructura social a la que se accede por adscripción. “La inmovilidad suele ser consustancial en estos tipos de comunidades con fuertes diferencias y una estratificación de clases basada en la propiedad de tierras a las que no se tenía tan fácil acceso. A veces el inmovilismo y el aislamiento no son más que la manifestación de una desconfianza secular entre los que más de una vez han sido engañados y oprimidos.” (Cano 1974:124)

En lo más alto estaban los grandes propietarios agrícolas, industriales o de servicios, junto con ciertas profesiones liberales y algunos altos funcionarios, eran los que manejaban las tierras y con ello la oferta de mano de obra y el dinero disponible, así como la actividad pública–administrativa y los empleos de la comunidad. A continuación se sitúa la clase media, donde los propietarios medianos detierras,entre 50 y 250 Has., predominan, alcanzando el centenar y comparten plaza con empleados y comerciantes medios. Bajo ellos un cuerpo considerable de trabajadores autónomos, pequeños propietarios, arrendadores y aparceros que llega a los 2.500 individuos. Sería el equivalente a los obreros en el resto de España por comparación de renta. Y bajo ellos se instalan los jornaleros, obreros, peones..., “grupo heterogéneo y al que hay que considerar en dos momentos distintos separados por la emigración. Antes de ella, se trataba de una masa generalmente analfabeta, con trabajo eventual y en condiciones precarias. Hoy (1.974) la escasez de mano de obra, el desprestigio de la tierra y la puerta abierta a la emigración han cambiado las cosas.” (Cano 1974:121)

Los dos grupos últimos que constituían la base de la pirámide nunca han presentado síntomas de cohesión o de tomar conciencia de su situación social, y por tanto no han presentado batalla para mejorar sus condiciones de precariedad. Quizá la razón de esta insolidaridad dentro de la clase haya que buscarla en el hecho de que junto a esta división producida por la economía existía otra, que era más patente y que estaba basada en la localización geográfica. Era la distinción entre serranos, cortijeros y cueveros frente a los que ocupaban la comunidad social de la ciudad, y de la cual aún hoy se conservan vestigios en el lenguaje de los mayores. Los cortijeros se caracterizaban por su aspecto rural, los cueveros por vivir por encima de la línea del ferrocarril y habitar en una cueva. La aspiración de estos ciudadanos era incorporarse al carro de los ciudadanos del casco urbano subiendo así de categoría, a pesar de que económicamente siguiese todo igual. Además de esta aspiración, los que habitaban el casco urbano y tenían cuadras o corrales en sus casas, tenían otro anhelo, que era poder prescindir de esas dependencias, lo que supondría socialmente, que se desempeñaba un trabajo que permitía ir todo el día vestido de limpio.

Mención especial merecen los gitanos que ocupaban la parte más baja de la pirámide, pero no porque se practicase hacia ellos segregación, a pesar de habitar en un barrio periférico y vivir en cueva, sino más bien por su peculiar actitud grupal hacia la dinámica socioeconómica de la ciudad. Este segmento social se vio afectado también por el fenómeno de la emigración con intensidad.

Con esta estructura social la atmósfera que se respiraba era también inmovilista, donde las fuerzas vivas ejercían una labor de control social demasiado efectiva sobre los individuos y sobre las familias. El honor y la dignidad familiar exigían sacrificios a los individuos, empeñando su esfuerzo en evitar caer en desgracias o en una vergüenza que pudiera afrentar la salud moral del linaje.

La asociación funcional de presión, el ejercicio del caciquismo, junto con la sombra de la Guerra Civil insertaba en la sociedad una buena dosis de pasividad ideológica, de querer evitar riesgos, de vivir en el anonimato. Ello se traducía en un fuerte convencimiento fatalista, donde el “estaba de Dios” o el “pasó lo que tenía que pasar”, se erigen en los grandes justificadores de la conducta social.

Con tanta presión social la moral es rígida, la palabra de un hombre tiene valor de ley, como no podía ser menos en una sociedad donde el acceso a las letras no es homogéneo ni amplio; las familias son patriarcales, al padre hay que tratarlo de usted y la mujer está tradicionalmente en un segundo plano, sin participación en tareas de decisión familiar o pública; la imagen que se tiene del estado es la de algo lejano a lo que hay que tratar con desconfianza, ocultando patrimonio y adoptando una ideología conservadora y sumisa que permita la supervivencia aunque sea en la precariedad.

La religión es entendida de un modo ritual y popular, el pueblo participa más de las procesiones y de los vítores que de los dogmas y los misterios, la religión es más una norma moral oficial que un acto de fe y de conciencia. La vinculación entre la Iglesia y las clases pudientes hace que el resto de sectores sociales se alejen de las parroquias y vivan de un modo vulgar y buscando manifestaciones multitudinarias la religiosidad.

El lenguaje se ha dicho que es un elemento fundamental en los procesos de socialización, y la forma de hablar, los dichos de una zona, constituyen un capital que dimensiona cognoscitiva y vitalmente a los individuos, como intuyó E. Sapir, cuando trató de buscar las relaciones entre el inconsciente, la lengua, la personalidad y la cultura; y es que hay lazos claros entre las expresiones verbales, la personalidad y comportamiento socialmente determinado.

Lo característico del habla de la zona es la pérdida de las consonantes finales sobre todo la “s”, que a la hora de construir el plural exige de una abertura y alargamiento de la vocal final. Es un área de ceceo, que va siendo eliminado conforme se accede a la educación, se confunde la “r” con la “l” en determinadas palabras, hay una excesiva aspiración de la “g” y la “j” y una peculiar nasalización de los sonidos en general, que se combina con una gran relajación a la hora de pronunciar las palabras. Estos rasgos fónicos constituyen toda una comunidad de hablantes, puesto que son caracteres compartidos por toda la comarca y fácilmente identificativos en otros entornos de habla.

En este contexto es difícil seleccionar las instituciones que puedan generar identidad social, pero entre ellas, hay que elegir las que se fundan en actos de participación multitudinaria y que suponen la expresión de las sensibilidades de los ciudadanos. Esto dirige la búsqueda inevitablemente hacia las manifestaciones religiosas, entre ellas las procesiones de Semana Santa, donde la penitencia y las promesas tiene cabida; las procesiones y actos dedicados a las patronas, cargados de populismo, donde hay que incluir forzosamente el Cascamorras, que supone un ejercicio de expresión de identidad social muy intenso y vinculado a la patrona. Junto a ellos habría que colocar la feria grande de septiembre, por ser un acto donde los vecinos se muestran unos a otros y, sobre todo por servir de encuentro y reconocimiento mutuo.

A este dibujo a grandes rasgos del capital cultural que habría de trasmitir la socialización a las generaciones venideras, hay que añadir unos escasos submundos significativos, unos fruto de la educación, que aún no llegaba a todos los menores, pero que estaba extendiéndose cada vez más, y es frecuente entre los emigrantes que partieron en los 60, encontrar niveles educativos por encima de los primarios; y otros producto de la formación laboral que supondrían las estrategias, técnicas y habilidades manuales de unos escasos oficios en los sectores agrícola, metalúrgico, construcción, maderero, cárnico y textil. Por supuesto hay que incluir el sinfín de tareas domésticas que desde la cocina al dormitorio se han de hacer en la casa y que deben vestir de encantos a una mujer educada y destinada a vivir de sus labores. De este modo, se terminaría de construir la cosmovisiónprimera de los vecinos de Baza en aquellas décadas, una imagen del mundo que quizá en muchos casos no sirviera para comprender otras dinámicas sociales, culturales y económicas con las que se iban a encontrar en Cataluña.

La resocialización

A los conceptos hasta ahora definidos hay que añadir un tercero que es el de resocialización. Con este término se describe un proceso que trascurre, de producirse, coincidiendo en el tiempo con la socialización secundaria, es decir tras la adolescencia, cuando ya se ha interiorizado en la conciencia la noción de otro generalizado. Si bien lo habitual es que tras la socialización primaria la imagen del mundo y la propia identidad, impidan el asentamiento de otras comprensiones de la realidad, en los casos de un cambio radical de sociedad, o de crisis profunda, de conflictos sociales o culturales, e incluso en los casos de graves fracturas generacionales lo que se produce en el individuo es una resocialización, la internalización de otras cosmovisiones, de otros contenidos culturales, tales como actitudes, roles, valores que pueden ser innovadores o propios de otras sociedades diferentes de aquella en la que se socializó el actor social y que sustituyen al único mundo de la primera socialización aniquilándolo y destruyéndolo.

En la resocialización, a diferencia de la socialización primaria, no se parte de cero sino que se reconstruye un cosmos nuevo sobre las ruinas de la primera socialización, y para ello será necesaria, una fuerte identificación afectiva con los nuevos otros significativos que actuarán de guías de la nueva sociedad, a estos les toca representar la viabilidad o inviabilidad que ese nuevo mundo tiene para ellos. Van a proceder de la nueva base social y serán elegidos por empatía consciente e inconsciente, puesto que si en la primera socialización no se podía elegir, se nace inserto en una sociedad, en una familia, aquí hay un margen de libertad que otorga un cierto papel a la decisión racional, siempre y cuando sea capaz de compartir escenario con la afectividad.

Como otros significativos en las situaciones de migración, se pueden identificar en algunas ocasiones a los propios hijos, que a pesar de la influencia familiar están enculturándose dentro de los grupos etarios de la nueva sociedad, e interactúan con un peso quizá mayor de lo habitual en la vida familiar –algunos emigrantes afirman que no vuelven por sus hijos, son estos quienes les retienen, por supuesto emocionalmente–. En otra ocasiones compañeros de trabajo, puesto que en la mayoría de los casos los emigrantes confirman su muy buena integración en el plano laboral, así como el sentimiento de reconocerse valorados en ese terreno. Otro agente social importante que puede venir a redondear la labor, es el de los medios de comunicación, sobre todo radio y televisión; se detecta en general un interés por las noticias locales, superior al que se tiene por las noticias sobre su ciudad natal, que vienen a ser casos puntuales, o nacionales e internacionales. Hay que recordar que el mecanismo con el que trabaja la resocialización es también la interacción simbólica, que se da de un modo más intensivo a través del lenguaje, mediante conversaciones que pueden ser intrascendentes, pero que obligan al individuo a recrear una coherencia entre la identidad y el medio social.

La fuerza de la conversación como instrumento socializador está en que sirve para preservar, o modificar la realidad subjetiva. El lenguaje es un medio para objetivar el mundo, para ordenarlo, convirtiéndolo así en algo cognoscible y por ende asequible, vivible. El modo en que lo hace no está tanto en el contenido patente del coloquio, que muchas veces es cotidiano o rutinario, como en la situación latente que conlleva. En la circunstancia subyacente hay que detenerse primero en el peso síquico del interlocutor que puede ser un otro significativo, (padres, cónyuge, maestros, compañeros, amigos) o simplemente alguien con quien se comparte la pertenencia al grupo; y a continuación, en su sentido simbólico, la charla lo que hace es refrescar la memoria, reeditar los contenidos de la conciencia y es que “la realidad subjetiva del mundo, pende del finísimo hilo del diálogo.” Si la interacción oral no se mantiene de un modo coherente y continuado con los otros significativos de la socialización primaria, la identidad y los sentimientos de pertenencia corren peligro. La cosmovisión original, solo se mantiene como realidad subjetiva mediante estas tertulias revivificadoras, si este nexo se rompe por cualquier motivo, en este caso por abandono del medio social en el que se nació, la objetividad de este mundo deja de ser plausible.

Una resocialización completa traería consigo una ruptura con la personalidad subjetiva, la eliminación absoluta del primer mundo, (en algunos casos comentaban los entrevistados que hay bastetanos que no querían volver a Baza, o ni oír hablar de su pueblo natal, o en el caso de algunos empresarios que han triunfado, se les escucha decir “no les hables de invertir en Baza, ni de volver”) sin embargo, lo que sucede no es un olvido intencionado sino una reinterpretación, de los sucesos, de las personas que acompañan la propia biografía, reorganizando así el pasado para acomodarlo a la nueva realidad que impone el presente, reedificando modelos y valores sobre los restos de modelos y valores anteriores. La armonía que exige la relación entre identidad y realidad social, impone borrar muchas de las internalizaciones de la socialización primaria.

En los casos de la emigración que se han indagado hay muchas situaciones a medio camino entre una socialización secundaria, que se limita a seguir edificando sobre las interiorizaciones primarias, y una resocialización de la que tan sólo se ha identificado algún caso. En los primeros, lo que se descubre son trasformaciones parciales de la experiencia subjetiva. Se han incorporado nuevos submundos significativos, lo que se refleja en el hecho de que se han aprendido nuevas destrezas laborales, se ha asimilado otra lengua a la propia, se adoptan nuevas costumbres; pero a la vez se mantienen vivos los elementos internalizados en la socialización primaria como iconos identitarios que remiten a un sentimiento de pertenencia, y que son los antes enumerados:la Semana Santa, la Feria, el Cascamorras... .

En la mayoría de estos casos, se mantiene el diálogo entre el actor social y la sociedad natal. Se procura venir cada año, en momentos puntuales y precisos del calendario emocional y festivo, lo que sirve para mantener una continuidad entre el actor social y su pasado; cada visita significa revivificar su relación íntima y afectiva con sus otros significativos, los de la socialización primaria. La afectividad se despierta, mediante la fiesta, a través de la participación en lo gozoso y lo numinoso de la cultura, de ahí que las fechas elegidas para las visitas coincidan con eventos donde la actitud del individuo se abandone a lo emocional o al fervor. El mayor porcentaje de viajes se produce durante la celebración de la Virgen de Agosto, en Feria, en Navidad, o en un momento más emblemático aún como es la Semana Santa; a veces, el momento elegido coincide con la muerte de algún familiar, o para el día de todos los Santos.En todos estos casos de socialización secundaria se puede ver como el protagonista intenta evitar romper con la biografía subjetiva y, cada vuelta a la ciudad natal supone un traer al presente su pasado.

En las situaciones de resocialización los otros significativos se presentan como algo embarazoso, de lo que hay que desprenderse. Así que no se reconoce en público el origen, tan sólo es conocido por el grupo íntimo de amigos. Las visitas se cortaron a los pocos años de migrar, y si al cabo de veinte años se produce alguna, es por causas de fuerza mayor, pero no existe la voluntad de revivificar los vínculos ni en esas escapadas del nuevo mundo adoptado. El deseo de borrar las interiorizaciones primarias, se detecta en no querer tener noticias de su ciudad natal, en no echar de menos los símbolos de identidad social y de pertenencia a la comunidad primera. Parece querer destruir aquellos recuerdos de la conciencia. La resocialización, implica ruptura con el pasado propio, lo cual puede provocar incoherencia, y desequilibrios emocionales; para combatirlo, lo que hace el individuo es, como se ha dicho, distorsionar el pasado, reinterpretarlo y una manera es ridiculizándolo, mofarse del propio pasado personal. En una entrevista se cuenta la anécdota de que estando en Baza, de pequeño, su madre lo llevó al médico porque le dolía la barriga y éste le dijo que su problema era que tenía tripa sin estrenar. Deformar el pasado, dulcificar la situación de penuria económica convirtiéndola en un hecho jocoso parece ser una de las estrategias para poder relacionarlo con su presente actual que, en este caso, parece ser bien diferente económica, social y vitalmente.

Tanto en situaciones de socialización secundaria como en las de resocialización, se puede observar una autovaloración positiva de la integración del actor social en la sociedad en la que vive, por lo que la convivencia social no parece exigir una resocialización completa, sino que éste es un ejercicio gratuito del emigrante de generosidad cultural para con la sociedad de acogida, que quizá se vea afectado por una percepción subjetiva de determinados condicionantes sociales como extremos. Una lectura hermenéutica que se abstraiga de hechos puntuales, puede contemplar la resocialización como un proceso que se inicia con el choque de culturas, de formas de vida, que se alimenta con los deseos personales e íntimos del emigrante que procede de una situación con la que quiere acabar, o bien de carácter económico, o bien de talante familiar. Esas fuertes aspiraciones de romper con el pasado, junto con la convivencia que proporciona una nueva sociedad que proyecta sobre él, éxito o fortalece sus posibilidades de salir adelante, pueden actuar de catalizadores que no solo aceleren la socialización secundaria, sino que la trasformen en una resocialización.

El lenguaje es un instrumento que puede servir de catalizador en este proceso, y es que hay que aceptar la premisa incuestionable de que el lenguaje es un poder que jerarquiza la sociedad, que determina quien está dentro y quien está fuera. En muchas de las sociedades en las que hay más de una lengua conviviendo, hay una lucha crucial por el establecimiento de una de ellas como oficial, porque ello supone que automáticamente, quienes la hablen van a estar de algún modo por encima de los que no la hablan, su proximidad al centro de decisiones va a ser mayor. La actual lucha en la comunidad catalana por imponer la lengua catalana por encima de la castellana, ejemplifica claramente esta afirmación.

Junto a este criterio jerarquizante hay que situar otro, y es el criterio fónico. No solo hay que hablar la lengua oficial, sino que hay que hablarla del modo oficial, tal y como se escucha en los medios de comunicación o, tal y como aparece en la prensa escrita. En el caso del castellano, el habla de un madrileño o un vallisoletano, estaría más cerca de la oficialidad que por supuesto la de un bastetano–hablante. Esto hace que un bastetano que ya tiene cierto hándicap hablando su propia lengua, por no acomodarse a los cánones fónicos oficiales, (quiero recordar aquí las palabras de un entrevistado que contaba su experiencia y decía: –Cuando yo llegué allí, con mis diez años, y me vi, con mi “Yo zi que zoy de Baza”, rodeado por aquellas dos señoras que hablaban tan bien, se me vino el mundo encima.)al llegar a una comunidad donde además hay una lucha entre dos lenguas por imponerse, pueda en algún momento sentirse avergonzado de su habla y, querer adoptar la otra, para superar así los posibles condicionantes que ésta implique sobre sus relaciones sociales y sus proyecciones vitales. Al adoptar otra lengua, lo que persiga quizá sea incorporarse a su comunidad de hablantes, renunciando a los cohabitantes de su primera socialización, por considerarlos un estorbo para sus objetivos que parecen ser la integración plena a costa de abandonar su capital cultural.

Y si a estos dos criterios gradacionales se le añade la asociación consciente o inconsciente que se hace entre una comunidad de hablantes y su poder económico, hay unos ingredientes que pueden explicar las causas de que algunos emigrantes hayan optado por una resocialización. Para los que han mantenido su proceso natural de socialización secundaria, que son la mayoría, a juzgar por los datos recogidos, a la hora de explicar su peculiar relación con el lenguaje, se puede recurrir a un concepto que se mueve en esta esfera de socialización y resocialización elaborado por Goffman. Es la reserva de rol (Berger 1986:163.). Quiere aludir con este término al hecho de jugar un papel social sin creérselo, llevar a cabo una pauta cultural simulando que tras su práctica hay un convencimiento racional, una aceptación de las normas sociales. Probablemente ese sea el título que mejor describa la relación tan particular que muchos bastetanos han desarrollado respecto a la lengua catalana. Este ejercicio íntimo se efectúa con segundas intenciones y, sobre todo aparece en situaciones sociales donde se manifiesta la coerción para imponer patrones culturales a la sociedad. Persigue preservar la dignidad humana, la coherencia íntima en la conciencia del protagonista.

Sobre el regreso a la sociedad de partida, es claro que con la resocialización parece imposible, sin embargo en los casos de una socialización secundaria tampoco es un planteamiento que se haga habitualmente. Tan sólo se detectan deseos de volver tras alcanzar la jubilación, sin embargo en ese momento aparece, como ya se ha adelantado un obstáculo emocional que les retiene, como es que sus hijos están trabajando allí, en su mayoría se han casado con catalanes, hijos o no de emigrantes, y se sienten vinculados a aquella sociedad, puesto que no en vano fue ésta la que les facilitó elementos de los otros significativos y el otro generalizado con los que construir su primer mundo.

De todos modos, se vive en un mundo complejo donde la convivencia de infinidad de universos posibles es necesaria y donde las inserciones de submundos de significación son cada vez más frecuentes, por lo que la socialización, no puede ser entendida hoy día como un proceso sin obstáculos, lineal, acumulativo. El cosmos de significaciones que incorporó la socialización primaria en nuestro sistema cognoscitivo, muchas veces se siente impotente para responder a las ofertas comprensivas que palpitan en la realidad cambiante y muestra deseos de adoptar otras categorías de cognición.

La Casa de Baza en Cataluña

Algunos emigrantes con los que he hablado hicieron comentarios sobre la Casa de Baza en Cataluña, como una asociación que llevaba a cabo actos en los que se reunía mucha gente de Baza; sin embargo era necesario buscar una definición más precisa de esta agrupación, y quizá la que se pueda aplicar con más exactitud sea la siguiente: “las asociaciones regionalesson clubes que reúnen emigrantes de ascendencia geográfica común. De ahí que a menudo se encuentren en centros urbanos que son los que tradicionalmente atraen a las gentes de áreas rurales.” (Ember 1997:287) Este fenómeno parece haber sido más estudiado al otro lado del Atlántico, donde se describe una fuerte evolución en cuanto a sus funciones a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. En los primeros tiempos las funciones parecen ser dobles; por un lado, reivindicativas frente a la sociedad de acogida, exigiendo mejoras de carácter básico, para con su comunidad; por otro de socorro mutuo entre sus miembros. Al final del siglo estas tareas parece que se centran en facilitar a sus miembros la integración en una urbe compleja, extraña y en continua evolución tal y como se recoge en los estatutos de la propia entidad.

La Casa de Baza es una asociación regional, que ve la luz en 1.987, fruto del esfuerzo de un grupo de bastetanos, hombres y mujeres, emigrados a Cataluña, empeñados en “hacer algo para que nos veamos los bastetanos”. (Cañabate 2004) Si se analiza esta afirmación, es fácil ver en ella la plasmación del deseo de refrescar la viveza del primer mundo socializado, es un intento de no tener que trasladarse a la sociedad natal para encontrar la sensibilidad que implantó la primera socialización, pretende extrapolar el otro generalizado a su entorno inmediato. Su inauguración pública es fuertemente sintomática de este anhelo y descubre como el peculiar modo de medir el tiempo instalado en la cosmovisión primera aún perdura. Cuentan en las páginas de su historia publicadas en la Web, que “...para Santa Bárbara (compatrona de Baza) ya estaban aprobados los estatutos”, (Cañabate 2004) y que su primer acto oficial fue la celebración de Santa Bárbara en Les Fonts de Bruges.

Para descubrir la auténtica naturaleza de esta institución, quizá un buen camino sea trabajar en la línea de Geertz, y traspasar la descripción superficial de sus actos, desvelar la estratificación de estructuras significativas que han guiado la conducta de la Casa de Baza; es decir, descubrir cuál es la descripción densa de lo que se está haciendo. Habría que interpretar los hechos, no desde una perspectiva gratuita, sino desde la óptica que proporciona la circunstancia que los envuelve. Así, hay que completar el episodioexpuesto, añadiendo que su nacimiento parece atravesado por la búsqueda de fuertes iconos identitarios; los símbolos de la socialización primera parecen indelebles y Santa Bárbara, patrona popular, como la Virgen de la Piedad, patrona de la oficialidad religiosa, se convierten en láminas referenciales que unifican heterogeneidades y generan sentimientos de pertenencia.

Estos elementos que estructuran la emotividad, fundan su existencia en la utilidad familiar y cotidiana del individuo, como lo demuestra el hecho de que para medir el tiempo utilicen los parámetros religiosos que les infundieron en su infancia primera bastetana “...para Santa Bárbara...”. Junto a los más extendidos del día de Nacimiento, día de Reyes, Jueves Santo y Viernes Santo, día de la Cruz..., aparecen los patronales, Santa Bárbara (como en este caso) y La Virgen de la Piedad, y los santos principales San José, San Isidro, San Antonio, Santa Lucía..., a ellos se unen los utilizados por los refranes para construir el calendario de las faenas agrícolas y así obtener una distribución, concepción, emotiva del tiempo. Todos estos dispositivos construyen unas unidades temporales, que rigen la percepción del tiempo. Algo tan intangible como la temporeidad, de pronto se tiñe de emotividad, se puede sentir, percibir su paso. Nada tiene que ver con la frialdad de la concepción temporal del año que ha traído el progreso consumista y capitalista, que trasmuta los valores, utiliza las emociones para llegar al bolsillo, (día de la Madre, día del padre, día de los enamorados) y que está marcada por vacaciones, rebajas y navidad; borrando cualquier iconografía precedente, o que exceda del vacío de significatividad, como el percibido cuando se escucha 15 del 08 del 04. Para estos hombres y mujeres, esa fecha no existe, o mejor dicho, no es ese el modo de referirse a ella, el modo de sentirla; sino que esa descripción superficial, esconde una significación profunda, hoy es el día de la Virgen de Agosto, hoy es la festividad del bastetano ausente en su ciudad natal, hoy es un gran día emocionalmente para ellos, y permanece así en su personal calendario anual del tiempo, como un ítem sensible. Su comprensión emotiva del tiempo pervive, y los elementos creadores de identidad que sobre ella se dispusieron también.

Las siguientes tareas que se propone la Casa de Baza, una vez nacida, van en dos direcciones: por un lado darse a conocer, con el fin de actuar como un imán que atrajese a todos aquellos que se identificasen con sus símbolos; y por otro lado, acercarse a todo aquello que los une, su Baza natal, su Semana Santa, el día de Andalucía, un icono novedoso, pero que surgió con fuerza en la zona los primeros años de la democracia, impulsado por unas autoridades necesitadas de crear una ideología nacionalista en la región, para adecuarse al nuevo mapa que se estaba dibujando sobre esta piel de toro.

“...tratando temas como  participar con una caseta en la Feria de Abril catalana, hacer una excursión a Baza, por Semana Santa y celebrar el Día de Andalucía. Paralelamente, las relaciones públicas iban funcionando también. Se acudía a las emisoras de radio, nos dábamos a conocer a Organismos y Entidades de Baza, de Andalucía y de Cataluña.” (Cañabate 2004)

Lo que llama la atención en este nuevo escenario es cómo, aún a pesar de estar residiendo fuera de su ciudad, se sienten afectados fuertemente por todo lo que sucede en ella, hasta el punto de incorporar los nuevos iconos que van surgiendo a ochocientoskilómetros de distancia. Algo tan etéreo como eticmente pueda parecer el Día de Andalucía, el andalucismo, del que apenas si había referencias cuando ellos y ellas se marcharon, es asimilado y llamado a formar parte de su cosmovisión vital, de su ubicación espaciotemporal, de su lugar en el mundo.

El domingo 28, ...cientos y cientos de bastetanos fueron llegando a la Ermita de Les Fonts de Brugues, donde estaba prevista la actuación de los Coros y Danzas... el extraordinario espectáculo folklórico de los Coros y Danzas bastetanos, mientras se oían las Seguidillas de Baza, el Fandango bastetano y tantas y tantas canciones, que la evocación a Baza se hacía presencia viva. Y es que el espectáculo no estaba sólo en el escenario, sino en la Plaza, donde no cabía un alfiler, y en las colinas que la bordeaban, repletas de gente con banderas andaluzas y símbolos de la tierra. Cálculos estimativos, llegaron a hablar de más de tres mil personas.” (Cañabate 2004)

Este acto parece convertirse en un momento esperado y largamente necesitado, para poder decir a los que te rodean, quién eres, de dónde eres, quienes son como tú; un momento de descubrir a los demás y a uno mismo, el modo en el que se manifiestan las raíces de su cultura y su sensibilidad personal. Se puede considerar esta celebración, en los términos que enseñara Geertz, como un “evento humano paradigmático, esto es, un hecho que nos dice menos lo que ocurre, que el género de cosas que ocurrirían si (como no es el caso) la vida fuera un arte y estuviera libremente modelada” (Geertz 2003:370); como una obra de arte, como un poema, un mecanismo de expresión de un pueblo emigrante, un texto de una cultura que se resiste a ser asimilada y a desaparecer de la memoria de unos hombres. Desde la etnografía hay que asumir hasta las últimas consecuencias que trae consigo. “Y es que la obra de arte no dice lo que sucede en un momento, huye de lo efímero, de lo contingente; para revelar lo que sucede siempre, para hablar de lo que Aristóteles llama el evento universal.” (Geertz 2003:371) Hay que traspasar las fronteras de los meros hechos, para quedarse con lo que trasciende, que no es otra cosa que los deseos de pervivencia de un pueblo, de una identidad cultural heredada y en peligro ante la política asimiladora de su lugar de residencia.

De este modo, es necesario no solo describir, sino contemplar la celebración del Día de Andalucía en la ermita de Les Fonts de Brugues. Para lograr ese objetivo es necesario que el individuo alcance un grado de conocimiento que puede llamarse contemplación extasiada, el mismo que se daría en aquellos que logran descubrir el placer en la visión o audición de una obra de arte. Ese es el modo de mirar que permitió a los bastetanos ver una dimensión, una parte de su propia subjetividad, de su ego. El acto así contemplado se consolida como “agente positivo en la creación y mantenimiento de la sensibilidad.” (Geertz 2003:371), proyectando sobre la realidad cotidiana del bastetano su fuerza, sus pasiones, sus miserias, sus triunfos, sus devociones, sus ideales, sus cosmovisiones, sus comprensiones... . En ese acto, el bastetano afincado en Cataluña, rememoró su forma y redescubrió su temperamento y al mismo tiempo el temperamento de su sociedad, porque de esas emociones, así ejemplificadas, así pragmatizadas, está constituida la sociedad y ellas son las que unen, ligan, atan invisible pero intensamente a los individuos. La necesidad de recurrir a estos actos ha sido puesta de manifiesto desde la antropología con afirmaciones como: “En las vecindades, los emigrantes rurales, estaban exentos de anonimato, impersonalidad y desorden, los lazos de parentesco se reforzaban, los rituales y creencias servían para sustentar una identidad, tal vez subalterna y en conflicto con el orden social establecido, pero bien delimitada.” (Pujadas 1996:243.)

Sus actos además se encaminan hacia el propio reconocimiento político, entendiendo este término en sentido etimológico, como una institución que desempeña un rol en la polis. Quieren darse a conocer a administraciones natales y de acogida. Quieren dejar de ser desconocidos, ciudadanos ignorados, quieren mostrar tanto en un lugar como en otro que han desarrollado un fuerte valor social, económico y cultural en ambos lados, quieren descubrir a todos y descubrirse ellos mismos, como puentes culturales que han contribuido a mantener y acrecentar ambas sociedades.

Si hasta ahora, la emigración era reconocida localmente como una realidad en el plano familiar, la mayoría de las familias bastetanas estaba atravesada por algún episodio migratorio; con esta asociación el fenómeno de la emigración trasciende el plano familiar para instalarse en un nivel más amplio de organización social. Las instituciones públicas han de atender, no ya a un puñado de familias, sino a un colectivo estructurado con identidad, con objetivos, de pronto se han convertido en una entidad de mayor fuerza social que la presión individual o familiar. Sus demandas serán atendidas con mayor celeridad, su consideración desde la orbe política ha variado, desde la orbe religiosa también, incluso desde el ámbito económico pueden llegar a ser poderosos, aunque es un camino que según confiesan no han andado. La Casa de Baza se convierte en un vehículo de canalización del reconocimiento social, institucional, religioso..., en un referente del fenómeno de la emigración bastetana.

Lo que consiguieron, reconocimiento y respeto por parte de las autoridades civiles y religiosas en ambas sociedades, se plasma en las visitas de corte oficial, en la aparición de alcaldes, sacerdotes, empresarios y, por supuesto, gentes de a pie; convirtiendo a la asociación en una fuerza social tanto allí, como aquí. Mientras en Baza se recoge el siguiente testimonio, “...en nuestra ciudad fuimos recibidos y agasajados por nuestro Ayuntamiento y, entre otros honores, la Casa de Baza recibió el nombramiento de Hermana Mayor Honoraria de la Cofradía del Cristo de la Misericordia y María Santísima de la Soledad.”(Cañabate 2004) Paralelamente, en Cataluña, sucedía

...un primer acto, en este sentido, consistente en una Ofrenda floral a la Patrona de Cataluña, la cual se realizó el 15 de Mayo, para lo que se desplazaron hasta la Abadía Montserratina un nutrido grupo de bastetanos que vieron y oyeron como se prestó un notable reconocimiento a los visitantes bastetanos, que oían incrédulos como resonaba el nombre de Baza, una y otra vez, en tan emblemático templo catalán. (Cañabate 2004.)

Otra de las tareas postuladas en sus estatutos es la de servir de puente cultural “...no podíamos dar la espalda a nuestra tierra de acogida, así que otro de los objetivos que se asumió fue el de que era también misión de la Casa, promover el conocimiento de la realidad, la tierra y las gentes de Cataluña entre sus asociados.” (Cañabate 2004.) Este texto ofrece dos líneas de trabajo interesantes: la primera llevar a cabo una semana cultural, de periodicidad anual, donde parece ser que los elementos de la cultura que más cabida tienen son acontecimientos deportivos, como partidos de fútbol, instrumento social que aglutina en este fin de siglo funciones de socialización antaño asimiladas por la Iglesia, como creación de identidad, fuente de la que emanan normas morales, cohesión del grupo...; como actuación de grupos de coros y danzas que conservan mantienen y trasmiten raíces folklóricas, tradiciones culturales; actos litúrgicos tales como misas rocieras, que en algunos casos eran dirigidas por párrocos adscritos a templos bastetanos. El objetivo de las semanas culturales organizadas, ha sido siempre claro y palpable, hacer que quedara impregnada de Baza esta industrial villa (Cañabate 2004). Habría que añadir que con ello, lo que se consigue es crear un episodio de reforzamiento de los vínculos generados en la socialización bastetana. Es un volver a mostrar que los valores y las significaciones que integran el cosmos inicial y único aún perviven y sirven para acercarse a comprender el nuevo universo social y cultural que les rodea.

Junto a este tipo de actos hay que hacer una mención especial, a los momentos en los que se trasladó la fiesta del Cascamorras a tierras catalanas. Y es que esta fiesta, probablemente por su antigüedad, por el esfuerzo físico que implica, por su imbricación religioso–pagana, por el misterio que guardan sus perdidos orígenes; posee un valor de rito iniciático y un valor de rito de paso, desde el momento en que estructura en su desarrollo la ubicación de niños y niñas, abriendo la comitiva y anunciando la próxima llegada a ese punto del Cascamorras; adolescentes, intentando acercarse al protagonista, pero viéndose impedidos en su intento por los hombres que copan las posiciones más próximas. Las mujeres, o bien solas, o bien en pandillas muy próximas a los niños reivindican un lugar en esta andrógina fiesta que trasciende cualquier otro fenómeno del folclore local, y se constituye en el auténtico pilar de la identidad bastetana.

El 9 de octubre, cual 6 de septiembre bastetano, allá a media mañana (¡qué importaba la hora!), Cascamorras, acompañado de tambor y abanderado se pone en marcha, esta vez un poco alejado de San Pedro Mártir, allá por la carretera de Gavà a Begues, entre la incredulidad de cuantos por allí andábamos, recreando esa centenaria tradición bastetana de recuperar a la Virgen de la Piedad.(Cañabate 2004.)

La segunda línea de trabajo, se recoge bajo el epígrafe de la promoción. De un lado, promoción de visitas a Baza de los asociados, así como a diversos lugares de tierras catalanas; y de otro, promoción de figuras del mundo artístico–cultural andaluz. Actualmente en su Web, se pueden encontrar desde exposiciones de obras de pintores bastetanos, hasta revistas culturales bastetanas, o la promoción de literatura que recrea escenas bastetanas, incluso la promoción taurina de algunas nuevas figuras.

El valor del bastetanismo, o de la identidad, o de la comunión con los otros, en cuanto al lugar de origen, está por encima de muchos otros valores humanos, como lo ejemplifica el caso de algún torero bastetano, que va a torear por plazas de la comarca barcelonesa y que muchos bastetanos a los que no les gustan los toros, por el simple hecho de que ese torero es de su patria chica, van a verlo y lo hacen porque de alguna manera se ven obligados a ir. Probablemente empujados por la idea de que en ese escenario se va a producir otro acto de reconocimiento colectivo de identidades, de encuentro con otros bastetanos, de reforzamiento de nexos sociales, de rehabilitación de sensibilidades.

Aún hay que destacar dos componentes más de la Casa de Baza, que empujan a reflexionar sobre la necesidad de construir, o mejor dicho, reconstruir su identidad o la identidad que sienten sus miembros. Uno de ellos es la petición a D. Enrique Pareja, director, durante muchísimos años, de la Banda Municipal de Baza y autor del Himno de Baza, de la composición de un Himno al Bastetano Ausente a partir de una letra enviada por un miembro de la asociación. De otro lado, la búsqueda en otro creador de la zona de un emblema propio que por el contenido de sus símbolos se convierte en reflejo de sentimientos.

Logotipo Creado por Salarich para la Casa de Baza

 

 

Logotipo de la Casa de Baza, realizado por R. Salarich

Ambos mecanismos requieren un análisis emic, puesto que únicamente es desde dentro, desde donde se puede valorar la significatividad de ambos hechos. Poniéndose en su lugar, solo se alcanza a ver la escisión en la identidad. La búsqueda de símbolos a los que aferrarse, se muestra como una necesidad vital, porque los que se les ofrecen tanto desde las sociedades de acogida como desde la natal, ya no les son totalmente válidos. No persiguen la negación de los símbolos del pasado, tampoco el enfrentamiento con los símbolos del presente, todo lo contrario en ambos casos. Ellos son los dos puntos de partida para construir la síntesis simbólica que refleje su lugar en el mundo, y desde el cual encauzar, canalizar su relación con el medio. El reflejo de esta búsqueda de compendio se encuentra en la propuesta que el presidente de la Casa de Baza ha hecho a los alcaldes de San Adrià del Besòs y al de Baza para intentar hermanar ambas ciudades. El hecho de hermanar ciudades, como manifestación de unidad simbólica de identidades, parece ser una necesidad de la migración indefinida, puesto que, en la comarca de Baza, existen además de esta propuesta de hermanamiento, que seguro se llevará a cabo prontamente, a la localidad de Caniles, hermanada con Ripollet y a la de Cúllar, hermanada con Lloret de Mar. Este análisis de los símbolos refleja una continuidad en la socialización. En ningún momento se pretenden restar símbolos, sino aunarlos, sumarlos, en un acto de prolongación de la socialización secundaria y de incorporar elementos significativos y emocionales al universo inicial.

La creación de la Casa de Baza en Cataluña no es un acto gratuito y el momento en el que se produce, tampoco. Las migraciones se llevan a cabo en los años 60 y 70 y, la Casa se funda en 1.987; ha trascurrido mucho tiempo desde las primeras salidas. A quien emigró le ha dado tiempo de criar a sus hijos, y a trabajar, trabajar y trabajar que es según cuentan lo que han hecho desde que llegaron. Quizá ambas tareas les han impedido llevar a cabo otras, y es ahora, después de 20 o 25 años, cuando se han relajado y han tenido tiempo de reflexionar sobre sus propias cosas, sobre sus proyectos vitales y sobre sus raíces. Y de algún modo el deseo de reencuentro con los suyos, con la familia, es suplido de alguna manera con el reencuentro con los paisanos, aquellos a los que están unidos por la comunión en el arjé. Parece un acto en el que se incorporan unos otros significativos elegidos conscientemente al proceso socializador.

Esta idea, hay que matizarla, puesto que es necesario tener en cuenta el hecho de que a los 250 socios con que cuenta la Casa de Baza se unen un buen puñado de socios catalanes, sobre todo mujeres que acuden a la institución, participan en sus excursiones, en sus tertulias, han venido a Baza y la defienden como si fuese suya. Es difícil interpretar este hecho, pero su motivación inicial, quizá fuese labúsqueda de apego, de cariño y comprensión en una instancia distinta de la familiar y, el progresivo contacto con los temas bastetanos haya creado en ellas una sensibilidad especial hacia esta tierra.

La aparición de las casas regionales es, de algún modo, previsible en los lugares que se han especializado en ser grandes centros de recepción. En Cataluña se pueden contar más de 500asociaciones regionales, y es que son la confirmación de la idea de que...

...los nuevos urbanitas tienen que recurrir a su propio capital simbólico y social, apoyándose en las redes de parentesco, amistad y paisanaje, activando diversas formas de asociacionismo cultural y étnico, reforzando el sentimiento de pertenencia y la propia identidad social como forma adaptativa y, en fin, recurriendo a la vecindad como forma de ajuste que busca en la proximidad física de las redes de parientes y amigos una protección frente a la adversidad.” (Pujadas 1996:242).

Pero la desaparición de estas casas regionales parece ser también la crónica de una muerte anunciada. “Está condenada a morir”, responde con rotundidad ante la pregunta por el futuro de la Casa de Baza, uno de sus socios fundadores. Y es que las fuerzas socializadoras no familiares, sobre todos los grupos etarios, los mass media, voceros de las políticas asimilacionistas públicas, y la inmersión lingüística en el proceso de escolaridad, han hecho valer su poderío socializador sobre las nuevas generaciones. En las modernas sociedades la familia ha perdido poder socializador, al igual que la Iglesia, en favor de los poderes públicos y el poder económico del modelo consumista, que irrumpen con una fuerza demoledora construyendo valores sociales superficiales y fácilmente instrumentalizables. Todos los intentos de crear una continuación en la siguiente generación parecen fracasar, porque el nexo de unión que hoy mantiene vinculados a los socios, no ha sido posible replicarlo en los hijos. Y este hecho no es un hecho aislado, sino que parece ser el común destino de todas las asociaciones regionales.

Conclusiones

A lo largo de esta argumentación, se han ido descubriendo diferentes rasgos, que pueden caracterizar el proceso socializador que han vivido los emigrantes bastetanos en Cataluña. Quizá el más significativo lo describa el hecho de que prácticamente todos los individuos preguntados han coincidido en definir el hecho migratorio como muy positivo en cualquiera de los aspectos de sus vidas, tanto los que han decidido quedarse en su tierra de acogida, como los que han decidido volver.

La migración bastetana a Barcelona, se enfrentó al proceso socializador desde la dispersión, y va a ser precisamente esta disgregación quien va a facilitar una socialización secundaria que incorpore más submundos significativos propios de la sociedad de acogida; favoreciendo, de este modo, la política asimilacionista emprendida en los últimos años por las administraciones regionales. Como lucha frente a esta situación de dispersión y de asimilación cultural nace la propia Casa de Baza en Cataluña, cuya fundación se asienta sobre la idea que tienen algunos emigrantes de “hacer algo para juntarnos los bastetanos.” Es un deseo de crear una fuente de bastetanismo en la que sumergirse de cuando en cuando, para reforzar los nexos y sensibilidades de sus iconos de pertenencia.

La emigración afectó a una banda de edad comprendida entre los 15 y los 45 años. Si se analizan las repercusiones individuales, hay que admitir que las consecuencias no son iguales para un adolescente que para un adulto; pero si se repara en las secuelas sociales que tiene esta pérdida de patrimonio poblacional para una ciudad, sí son iguales para todos. La más directa es un envejecimiento súbito de la población, puesto que se va la gente en edad reproductora, y entre los que marchan, viajan los más emprendedores de la comunidad, los más osados, aquellos que pueden tener la capacidad de iniciar una aventura empresarial, una iniciativa creadora de valores, rompedora de los corsés morales y culturales impuestos en esta sociedad conservadora. Con ello el estatismo económico, cultural, moral y social está garantizado. Hay un retraso en el rejuvenecimiento sicológico de la sociedad que durará prácticamente una generación y que se puede contemplar, por ejemplo, si se analiza la edad de los empresarios bastetanos, donde pronto se descubre su juventud.

Los actores de la migración, toman sus precauciones frente a la inevitabilidad del proceso socializador; familias dejan sus hijos al cuidado de sus abuelos y emprenden la emigración como un mero fenómeno económico, se trata de una estrategia del linaje para no desprenderse de las raíces culturales que los jalonan. Cuando estas maniobras no se ponen en marcha, toda la familia se expone a las fuerzas de la socialización que empujarán a los emigrantes a adquirir otra cultura, sin olvidar la propia; a integrar los nuevos contenidos culturales en su personalidad, sin erradicar los signos de identidad; y a adaptarse al nuevo entorno social, sin perder las señas de pertenencia. Y eso es lo que sucede en la mayoría de los casos analizados, sin embargo, en algunos otros, lo que sucederá será más drástico, se producirá una resocialización, donde todos los elementos de la primera cosmovisión serán destruidos y sustituidos por unos nuevos. Aquí la quiebra con la cultura primigenia y sus valores, sus modelos será total e irá acompañada de un rechazo hacia sus paisanos y de una reinterpretación de su pasado para acomodarlo al nuevo mundo implantado en la personalidad.

El mecanismo por el que se instala tanto la socialización secundaria como la resocialización es la interacción simbólica, que se concreta en la conversación, en la búsqueda de una lógica que sustantive diálogos cotidianos y rutinarios, y que haga posible la convivencia entre la identidad personal y la nueva realidad social. En este terreno el papel del lenguaje como reorganizador de la realidad y transformador del medio en algo comprensible para el sujeto es trascendental, de este modo el lenguaje permite la incorporación a una comunidad de hablantes, estableciendo unos vínculos con ellos que posibilitarán una integración total al ser una de las señales de pertenencia, de los iconos identitarios más fuertes que existen.

El instrumento fundamental para que la socialización secundaria no se trasforme en resocialización, es la relación periódica y continuada con las sociedad de partida. El viaje anual en fechas emotivas se convierte en un ritual de reencuentro con uno mismo, en una necesidad imperiosa que traslada al emigrante de la atmósfera ajetreada y estresada de la sociedad de acogida, al mundo relajado y jovial de su cultura natal. Cada venida supone revivir los símbolos primarios, tanto identitarios como de pertenencia.

Uno de los valores que se incorporó en el modo de ser de los bastetanos antes de su marcha, y que se ha mostrado resistente y útil en la sociedad de acogida ha sido la familia. El matrimonio se presenta, desde los dos sexos, desde diferentes tonos de creencia religiosa y edades, como la institución más adecuada para el desarrollo vital tanto del hombre como de la mujer. En algunos casos de separación matrimonial, alguno de los miembros de la expareja han decidido volver. Además, la estabilidad familiar, las relaciones internas entre padres e hijos parecen ser determinantes a la hora de decidir esta vuelta. Así la familia, junto con el hecho de la jubilación, se convierten en condiciones necesarias pero no suficientes para determinar el regreso.

El proyecto de retorno cuenta con varios obstáculos, el primero de ellos, el propio proceso de socialización, cuando hay resocialización, ni se plantea. En los casos de una evolución habitual de la socialización secundaria, se ha incorporado tal cantidad de elementos significativos nuevos que volver, significa en muchos casos retroceder; como señalaban Maluquer Sostres y Martínez Marí en sus estudios de 1.970, sobre la emigración andaluza en la comarca de Barcelona, poco tienen que ver ya con la comarca de origen y las nuevas generaciones absolutamente nada, y es que una socialización secundaria de 30 o 40 años deja su huella.

El segundo los hijos, se ha señalado más arriba la importancia de la familia en este proceso, que se ilustra, desde el recurso a dejar los hijos con los abuelos, hasta en el hecho de no volver porque los hijos quedan allí. El criterio que va a añadirse en muchos casos al hito de la jubilación y que al unirse van a ser causa necesaria y suficiente, es el de hacer lo mejor para los hijos, proporcionarles la mejor opción vital. La importancia de este factor es tan determinante que, en algunos casos detectados, la sospecha de que en determinadas condiciones los hijos van a ser considerados ciudadanos de segunda en la sociedad de acogida, es causa suficiente para determinar el retorno.

Por último, un tercer elemento que evita el regreso, es el triunfo económico en la sociedad de acogida. Es comprensible desde el momento en que se recuerda que probablemente salió de Baza por problemas económicos y a la hora de regresar, la pregunta ¿Para qué?, se hace incontestable. Al contrario, en casos de fracaso económico, la vuelta a la sociedad originaria parece ser una posibilidad muy barajada.

El resultado de este maremágnum de posibilidades es que el regreso emigratorio, se queda en lo que se puede llamar un goteo regresacional; tan sólo, aproximadamente, un diez por ciento de emigrantes logran vencer los obstáculos que el imperturbable proceso de socialización les pone delante.

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Resumen

El modo en que el proceso de socialización afecta a los procesos migratorios depende de determinados condicionantes, si se trata de una migración familiar o lo es individual, si es temporal o indefinida. En los casos en los que más va a modificar el cosmos de la socialización primaria, va a ser en los de migración familiar indefinida de larga duración, donde presenta una tendencia a convertir el proceso migratorio en definitivo, dotando así a la emigración de una tendencia natural a la permanencia en la sociedad de acogida. El mecanismo más eficaz para evitar la resocialización es mantener vivos los lazos con la sociedad natal, reviviendo periódicamente sus señas de identidad. Es el único modo de que cuando se alcance la jubilación, y las situaciones familiares lo permitan, se puede decidir regresar, algo que solo se consigue en un diez por ciento de las situaciones.

 

(1) En la vecina localidad de Caniles, la azucarera absorbía a quinientos operarios en época de cosecha

(2) La estructura de este secano (Refiriéndose a las altiplanicies de Baza y Huéscar)es esencialmente latifundista. En 1.930, Pascual Carrión señalaba la existencia de 247 fincas mayores de 250 has. Con una superficie de 152.179 Has., el 43,7 por 100 del total regional. Según las rectificaciones catastrales de los años sesenta, tales fincas se han convertido en 183, con una extensión de 113.965 Has., aproximadamente el 33 por 100 de toda la superficie. Y el censo agrario de 1.962 estima existen 132 explotaciones de más de 300 Has. que suman 161.788 has., el 48,7 por 100 de toda la superficie censada.(––1976:146.

(3) George Herbert Mead, impartió sus clases de filosofía en la Universidad de Chicago, en las mismas fechas en las que otros investigadores sociales, de la misma universidad, Burgess, Mackenzie, Park, Wirth constituían lo que se dio en llamar la Escuela de Ecología Humana de Chicago.