Documento 12/10 - 25 de febrero de 2010

La restauración del Molino de los Santaolalla o del Tinte

Autor: Asociación "Baza Histórica"

En el verano de 2009 el arquitecto que llevará a cabo la restauración de este molino de origen medieval estuvo preguntando en distintos ámbitos si había en Baza algún historiador que tuviese datos sobre el mencionado edificio pues su nueva propietaria lo va a restaurar y quería recoger cualquier tipo de información. Algunas de las personas con las que conectó le pasaron los datos de historiadores locales por si quería obtener documentación histórica sobre dicho inmueble. Como no se puso en contacto con dichas personas exponemos a continuación el estudio que le hemos entregado al ayuntamiento y a la Delegación de Cultura para que se lo pasen al arquitecto y a la dueña con el objeto de tenerlos en cuenta a la hora de intervenir el inmueble y de que no se cometan tantos errores como se están realizando en las restauraciones de nuestra ciudad. Al ser un edificio catalogado el proyecto de rehabilitación tiene que pasar la supervisión del consistorio y Cultura.

El molino de los Santaolalla

Como consta en el Catastro de la Ensenada trece eran los molinos existentes en el término municipal de Baza a mediados del siglo XVIII, prácticamente el mismo número y los mismos cedidos tras la reconquista: ocho en la Ribera, tres en la sierra y dos dentro del recinto urbano.

Al igual que otras instalaciones industriales (hornos, tenerías, casas del tinte...) proporcionaban cuantiosas rentas a sus propietarios y permitían ejercer un control evidente sobre el común de los vecinos. Por este motivo fueron entregados por la corona tras la reconquista a los poderosos personajes de la nueva sociedad bastetana y a algunas instituciones eclesiásticas. La propiedad de éstos permaneció hasta el siglo XIX en las manos de las mismas familias y entidades religiosas. Centraremos nuestro artículo en uno de los dos molinos localizados en el centro del Conjunto Histórico: el del Tinte o de los Santaolalla, vinculado a una de las grandes estirpes bastetanas del siglo XVI, la de los Santaolalla.

Estas instalaciones se explotaban a través de un sistema de arrendamiento por periodos de entre de seis y nueve años, teniendo como habitual el pago en especie. A mediados del siglo XVIII, según el Catastro, las rentas a pagar por los molinos ubicados dentro de la ciudad eran de dos fanegas al mes por no tener más de tres días de agua a la semana, un arrendamiento bajo si se compara con los de la Ribera que oscilaban entre las tres fanegas y media y las cinco que recibían el de Antonio Carvajal y el del monasterio de San Jerónimo.    

Molino de los Santaolalla o del Tinte  

Denominado así por estar adosado a la casa del Tinte del municipio y por pertenecer a los Santaolalla, ilustre linaje bastetano. Posiblemente fue propiedad de los moros Alhage Yuca y Alhage Farax, donado por los Reyes Católicos a Gonzalo de Cortinas, repartidor de la ciudad.

A parte de lo ya mencionado los datos más antiguos localizados son de mediados del siglo XVI. En l559 Luisa de Tobar vendía la mitad del inmueble a su tío el licenciado Juan Marín de Tobar, propietario del resto. Será un descendiente de éste, Antonio Cózar Marín, regidor y rico ganadero y su mujer Isabel de Balbuena, quienes funden sobre el mismo y otras propiedades y los beneficios producidos una memoria que sufragaría unas misas por sus almas en el monasterio de San Jerónimo donde fueron enterados.

A principios del siglo XVII pertenecía a Juan Marín de Tobar y a su mujer Magdalena Guzmán de Molina, fundadores de un mayorazgo sobre las posesiones heredadas de sus antepasados entre las que se encontraba este molino. En la segunda mitad del XVIII era su propietaria Catalina Santaolalla y Marín, viuda de Lorenzo Santaolalla Dávalos.

Molino de los Santaolalla o del Tinte. El 17 de mayo de 1765 fue arrendado a Antonio Carpintero por seis años, con una renta de tres fanegas de trigo mensuales los siete primeros meses y dos fanegas y media el resto del tiempo. El l5 de junio de l772 a las cuatro de la tarde se produjo un incendio en el inmueble que duró alrededor de una hora, destrozando las vigas de la cubierta. El molinero y su familia estaban descansando en el primer piso o zona de vivienda y fue su mujer Josefa Galera la primera en darse cuenta del humo que bajaba por la escalera de la solana o planta alta. Subió de prisa y corriendo y al ver como ardían las maderas del techo suplicó auxilio por la ventana. El vecindario acudió rápidamente a apagar el incendio, incluidos los albañiles que estaban construyendo la casa del comerciante Antonio Candeal junto a la puerta de la Magdalena. Las llamas fueron sofocadas con premura por la ayuda de los vecinos y por tener a mano el agua del caz que abastecía al molino.
Al pagar renta al monasterio de San Jerónimo por una memoria de misas, el molinero solicito a la mencionada orden el dinero necesario para facilitar la reedificación y reparos tras el incendio, contestándole dicha institución que la reconstrucción le correspondía a doña Catalina Santaolalla, propietaria del inmueble. El nuevo arrendamiento, que finalizaba en julio de 1776, siguió haciéndose con Antonio Carpintero, en las mismas condiciones y con la misma renta por otros nueve años, entre otros motivos por el cumplimiento “a lo pronto con que se ha versado a hacer sus pagas mensuales”. La renta anual sería de treinta y seis fanegas de trigo limpio al año, unas tres fanegas cada mes, más seis pollos anuales.

Con el paso de los años seguía arrendándose por períodos similares. Así, el 16 de junio de 1813, fue alquilado por seis años a Pedro Martínez por una renta de tres fanegas mensuales, con la excepción de los meses de mayo, junio, julio y agosto que habría de pagar dos fanegas y media.

Como otras propiedades del mayorazgo, el inmueble fue enajenado a principios del siglo XIX, recuperado por la familia en los años treinta y vuelto a vender a mediados de dicha centuria. En 1832 se expidió un Real Decreto mediante el cual quedaban anuladas todas las enajenaciones realizadas de propiedades pertenecientes a mayorazgos. A pesar de ello se podía acudir al rey para solicitar con argumentos convincentes la nulidad de la venta. Por ello Vicente Santaollala, el propietario, alegando causas “de necesidad y utilidad” ante la corta entidad de las rentas que producía el vinculo y las urgencias de su dilatada familia, solicitó fuera aceptada la operación. Realizados los trámites previstos el propietario cambio de opinión, incorporando de nuevo el molino al vínculo, complicándose más las cosas y llegando a un pleito entre comprador y vendedor. Desconocemos lo ocurrido en el litigio pero el molino fue vendido al poco tiempo. En 1848 se arrendó por dos años a Luís Angulo y en 1851 una de las hijas de Vicente Santaolalla afirmaba que se había enajenado a favor de Manuel Redondo González por 10.000 reales.

Aspectos a tener en cuenta en la restauración:

  1. Nuestra asociación ha propuesto y solicitado en varias ocasiones a la Delegación de Cultura y al Ayuntamiento que se controlen las intervenciones en este inmueble pues tras las obras de picado en sus fachadas pueden descubrirse (es probable) paredes de corte mudéjar, de tapial o mampuesto entre verdugadas de ladrillo, tal y como está sucediendo en muchas construcciones de otras ciudades protegidas. Devolverle la fisonomía original a las fachadas de este edificio sería añadirle un valor incalculable a la construcción y a la ciudad.
  2. También se debería tener en cuenta que la portada original del molino (quizás cegada total o parcialmente) podría estar recercada de ladrillo o piedra y el recuperarla a la vista le aportaría valor al inmueble.
  3. Recuperación del alero mudéjar de ladrillo en su color.
  4. Utilización de carpinterías y persianas de cadenillas de madera en color marrón oscuro.
  5. Restauración de los alfarjes de las dependencias del molino a la vista y en color marrón oscuro.
  6. Todo aquello que señale Cultura con respecto a los restos de maquinaria y otros aspectos…

Una aclaración

La asociación “Baza Histórica” presentó en octubre de 2007 un proyecto a las distintas administraciones públicas andaluzas y al ayuntamiento de Baza para recuperar todas las industrias medievales (molinos, casa del Tinte, carnicerías, tenerías…) instaladas en el eje Zapatería-Tenerías y ninguna se digno a contestar. Tan sólo la Diputación contestó considerando muy interesante nuestra propuesta pero recordando que la iniciativa tenía que partir del ayuntamiento, quién pasó literalmente.

Desde aquí dar las gracias de forma pública a la Asociación de Empresarios del Altiplano que vieron factible nuestro proyecto y nos solicitaron una modificación con propuestas de usos para los distintos edificios con la intención de proponer su rehabilitación a través del Milenio del Reino de Granada, que en el fondo era una de nuestras sugerencias, pero éste será tema para otro artículo. Por último recordar que el coste de la mayoría de estos inmuebles era muy bajo pues este molino y el de la calle Boliche, por ejemplo, se vendieron por poco más de cuatro millones de las antiguas pesetas…