Documento 29/12- 3 de junio de 2012

LA OPORTUNIDAD PERDIDA: un sendero erróneo del urbanismo bastetano

Autor: © Antonio J Jaenada Jaenada
Diploma de Estudios Avanzados en Bellas Artes por la Univ. de Barcelona. Licenciado en Historia del Arte por la Univ. de Granada del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino


Que los responsables políticos no son ni pueden ser, las más de las veces, personal versado y competente en todas las materias que intervienen de algún modo en el buen funcionamiento y buen fin del proyecto público, es un hecho más que constatado. Y un hecho razonable por el que no se puede castigar a nadie. Pero, que los responsables políticos deben en todo momento de su oficio hacerse cargo de esta anterior premisa y, consiguientemente, declinar su decisión cualquiera en la cordura y razón de especialistas que, muchas veces, se pueden encontrar entre el censo de su propia población, más preparados para asesorar y/o diseñar proyectos de acuerdo con las necesidades establecidas por un determinado consistorio de modo que respondan eficientemente a la ambición de toda una comunidad por la superación, y que, por tanto, deban nuestros políticos limitarse a hacer posible que esos proyectos se hagan realidad en base a un correcto ejercicio de la profesión que representan, es otro hecho amén de consumado que las más de las veces no sólo no se cumple si no que hace quedar en evidencia a cada paso que da la gestión local, entorpeciendo incluso la posibilidad y oportunidad que se les presente a los ciudadanos de una localidad, en esta ocasión, la de los bastetanos.

Todo esto viene al caso de la última tentación en pos de la ornamentación de un espacio público bastetano. Y digo bien, tentación. Ocasión en la que se ha pretendido presentar una mal llamada obra de arte para el bien del diseño ambiental de nuestra localidad. Pero es válido, sobre todo, para lo que podría llamarse la oportunidad perdida del urbanismo en Baza. Oportunidad la de haber realizado un proyecto coherente y eficiente desde un principio para la renovación urbana de nuestra ciudad. Todo esto, digo, viene a aseverarse y demostrarse en los párrafos que a continuación pueden leer.

Un proyecto unitario o diferenciado es un prejuicio necesario antes de toda actuación o grupo de estas, lo que viene a casar bien con el proyecto que vaya a defender todo partido político que se las dé de futuro prometedor en cualquier lugar. La trama urbana de Baza no puede considerarse un simple salón de casa en el que incluir, cuando la bonanza económica así lo posibilite (…), la última innovación en pantallas televisivas planas de millones de pulgadas junto a una insultante pieza decorativa folklórica con vestido de sevillana rojo a lunares blancos. Nada de esa conducta propia de la soberbia y poco experta es apropiado para una población que estime críticamente su futuro. De la misma manera que el salón mencionado es algo más complicado, la traza urbana de una población responde a una serie de condicionantes a los que hay que responder para no caer en lo kitsch (para el que no lo sepa, copia burda o de mal gusto). Antes bien, el plano de esta localidad responde a un condicionante arquetípico de las poblaciones de toda Europa. Ello consiste sencillamente en que existe un núcleo, disperso o concentrado, de características históricas claramente diferenciadas del cinturón habitacional que lo suele contener, diferenciándolo en aspectos como el uso del territorio, más estático que dinámico, la imagen peculiar, más identificada con el espíritu de una ciudadanía, o la consideración de recorridos turísticos con los que no suelen contar los cinturones. Lo que supone, para las actuaciones que se realicen en ese núcleo, unos factores determinantes.

En lo que respecta a las intervenciones de regeneración urbana es de obligado cumplimiento el uso de materiales y modelos urbanizadores que no entren en conflicto con lo existente, con el pasado histórico-artístico primero del conjunto y luego de la zona particular. Algo que se ha repetido hasta la saciedad y que en la toma de decisiones brilla por su ausencia. Ello desembocaría en el redescubrimiento de zonas peculiares como barrios morerías, juderías, yacimientos y enclaves altamente visitados y por lo tanto, altamente condicionantes de la apariencia de sus vecinos, etc., que impondría para cada uno de ellos una actuación diferenciada. El uso, por lo tanto, de unos elementos de urbanismo distinguidos en zonas caracterizadas como objeto de patrimonio artístico e interrelacionadas plásticamente entre sí, está lejos de toda demostración de astucia. El uso de bancos, farolas y demás mobiliario urbano así como simples materiales de construcción y su disposición en el espacio, distintos todos o alguno de ellos entre sí en un pequeño espacio de unas decenas de metros es una palpable demostración de mala praxis o, sencillamente, incompetencia.

Otrosí sucede cuando se pretende desarrollar un proyecto de ornamentación con los elementos de mobiliario, es decir, fuentes y esculturas, como eje central por toda la ciudad. En este aspecto también resulta desconsiderado por parte del promotor el uso de materiales y modelos no simpáticos al entorno urbano, amén de ser del todo absurdo el proyecto "ciudad del agua" para una localidad del sur de España, caracterizada por un avanzado proceso de desertificación, al menos, en la forma en que se ha planteado. No se puede, de este modo, invadir zonas caracterizadas como patrimonio urbano, como plazas, con modelos y diseños urbanísticos que abusan de las dimensiones predeterminadas por el emplazamiento. El caso del mal-llamado monumento al abad Navarro, con una enorme fuente con pretensiones de "sky line" a modo de "testera maceteril" como peana impidiendo la visión del edificio singular del Real Pósito del siglo XVIII, invade trágicamente un espacio de la edad moderna que se debería distinguir por la ausencia o escaso impacto de los elementos mobiliarios, es más que suficiente para dejarlo claro.

En el caso de la más que posible alegación de la inversión en turismo para la ciudad, muy necesaria por otra parte, no se puede hablar tampoco de una gestión adecuada, en tanto que las intervenciones realizadas no obedecen en absoluto a un proyecto común sino más bien a lagunas, por ende aisladas,  en enclaves localizados. El caso de la plaza de las Eras pasa por ser quizás el único en el que se ha considerado esta opción y, aún así, evidencia un desconocimiento total de las nociones básicas del paisajista: dícese, por ejemplo, el ocultamiento del espacio que provoca la creación de terrazas, una solución fácil a un problema dado y casi siempre desaconsejable para la actuación en desniveles tales como ha sucedido en plaza de San Antón y en plaza de las Eras, junto al antiguo hostal Mariquita.

El uso indiscriminado de rotondas como entornos ornamentalmente edificables pasa por ser un acto de ignorancia evidente de lo que es el aprovechamiento turístico de una ciudad. Amén de no desarrollar las medianías de esas rotondas en el proceso de recuperación, lo que convierte a las mismas en flores en mitad del desierto, el uso de las mismas siendo como son lugares de tránsito rodado, de utilidad cuestionable en la mayoría de los casos, impide absolutamente cualquier uso y disfrute por parte de los viandantes. La fuente dedicada a la propia imagen corporativa de la corporación municipal, junto al acceso a la Huerta del Pino, a parte de ser a todas luces un gesto de soberbia, empequeñece significativamente en el momento en que se descuida o se deja circundar por un espacio altamente degradado que se acerca a unos meros 30 metros de lugar en cuestión.

Otro planteamiento de evidente fracaso es el de la selección y posterior distribución de los objetos de más prestigio: las esculturas. Que queramos hacer un homenaje al más meritorio de nuestros recursos artísticos, la Dama de Baza, no puede pasar por aumentar su volumen indiscriminadamente hasta convertirlo en una pequeña mole que, a pesar de estar elaborada como una escultura cuya visión es descaradamente frontal, a pesar de ser bulto redondo, se ha colocado en un entorno en el que la visión repite incansablemente el giro de 360 grados. Tampoco podemos caer en el mal gusto de repetir modelos artísticos usados para otros personajes históricos: caso de la escultura ya mencionada del abad Navarro, localizada por la opinión pública en un enclave cordobés así como en los antiguos billetes de 2000 pesetas, lo que ya entra de lleno en la mala praxis por parte de su artífice. Y menos aún podemos permitir el gasto absurdo por espantoso en esculturas que sufren una falta total de profesionalidad o bien que adolece de una absoluta ignorancia de lo que es la belleza artística, caso del desafortunado "moro" bastetano Cid Hiaya.

Sirva pues, esto como pequeño tirón de orejas para, sobre todo, alertar a las autoridades públicas de que pueden caer en el uso de aberraciones artísticas y/o programáticas que deberán revisarse en el futuro con el correspondiente gasto extra para las arcas municipales; sirva pues, para prevenir del siempre presente desconocimiento y desafortunado arbitrio en que se pueden realizar los proyectos de embellecimiento urbanístico. Y sirva esta recomendación: ante la duda, es mejor recuperar enclaves en claro declive y que por sus características son de clara referencia histórica antes que caer en un uso incorrecto por poco acertado de nuevas intervenciones urbanas en nuestra localidad.