Documento 28/17 - 14 de septiembre de 2017

Tarde de toros y arte en Baza

Autor: Juan Antonio Díaz Sánchez. (Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino)

“Antonio Torres Heredia, 
hijo y nieto de Camborios, 
con una vara de mimbre 
va a Sevilla a ver los toros.”
 (Federico García Lorca)


A las seis de la tarde, a las seis en punto de la tarde, una hora después que muriera el torero, en la arena de Manzanares, por las astas de “Granadino”, toro de Ayala, de mansedumbre probada, se fió el maestro empuñando la espada, y la sangre de Ignacio por la arena de la plaza fue derramada.

No cabe duda, la muerte del diestro don Ignacio Sánchez Mejías, fue uno de los episodios taurinos que más ríos de tinta ha suscitado en el último siglo. También la muerte de Manolete inspiró a los poetas para escribir versos, como los de Juan Ignacio Luca de Tena: “En la plaza de Linares, / cuando más brillaba el sol, / un toro de Mihura / frente a frente lo mató. / Mejor torero de España / el mundo te consagró. / ¡Ay Manuel, Manuel Rodríguez, / de los toreros la flor!”. Foto de Paqui Valero Rodríguez

Pero, ¿por qué esta fiesta ha suscitado tanta belleza?, sin lugar dudas, porque el toreo es un arte, donde confluye la belleza y la estética, la valentía del torero y la bravura del toro. Por ello, la Fiesta Nacional ha sido motivo de inspiración para pintores de la categoría de don Francisco de Goya o don Joaquín Sorolla, poetas como Federico García Lorca, Gerardo Diego o Miguel Hernández, y compositores de la talla de José Franco, Santiago Lope, José María Martín Domingo, Orozco…, y, ¡cómo no!, sin olvidarnos de los grandes maestros: Quintero, León y Quiroga.

La tarde vivida el doce de septiembre de 2017, en la centenaria plaza de Baza, fue un verdadero espectáculo, un derroche de arte. Por supuesto, no pretendo escribir una crónica taurina, de hecho, no sabría. Mi afición por la tauromaquia me viene desde pequeño, cuando, siendo un niño, veía las corridas de toros en televisión acompañado de mi abuelo. Mis conocimientos sobre la Fiesta Nacional son muy escuetos. Conozco los lances más básicos, me suenan los pasodobles más famosos, mantengo en mi memoria los grabados de Goya cuando los estudié en la carrera o los cuadros de Sorolla cuando tuve la oportunidad de verlos en una exposición itinerante de The Hispanic Society of America de New York que vino a Málaga. También he podido leer y emocionarme con el “Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías” de García Lorca o la poesía taurina de Gerando Diego.

Al comienzo, recién iniciado el paseíllo, tras la petición de permiso a la autoridad por parte de los alguacilillos; el maestro Padilla habló con Cartagena y el Cordobés, y pararon unos cinco minutos el paseíllo. A continuación, se acercó Padilla al burladero, habló con un subalterno y, en poco menos de un minuto, la banda municipal de Baza interrumpió el pasodoble torero que estaba interpretando para amenizar el paseíllo y dar comienzo al festejo. De repente, y ante la incertidumbre del público asistente, comenzaron a sonar los acordes del Himno Nacional, el público asistente se levantó en señal de respeto y, al terminar la interpretación de nuestro Himno Nacional, la afición congregada en la plaza rompió en aplausos, todos puestos en pie la plaza de venía abajo en vítores a España y exaltación patriótica al grito de ¡Viva España!

Foto de Paqui Valero Rodríguez Foto de Paqui Valero Rodríguez Foto de Paqui Valero Rodríguez Foto de Paqui Valero Rodríguez

Esa tarde a la que hacía referencia anteriormente en la plaza bastetana fue, sin lugar a dudas, un derroche de arte. No me extrañaría que, esta monumental corrida de toros, pase a los anales de la historia de la ciudad. Está claro que lo vivido allí fue algo estéticamente precioso, una corrida mixta con un rejoneador, Andy Cartagena, y dos toreros, Manuel Díaz “El Cordobés” y Juan José Padilla.

Andy Cartagena hizo aflorar los más bellos sentimientos en mi corazón, nunca antes −y eso que había asistido a varios festejos taurinos tanto en Baza como en Granada−, había sentido lo que esa tarde sentí, las lágrimas de emoción empañaron mis ojos al ver la convivencia entre el rejoneador, el caballo (espléndido animal), la bravura del astado y la belleza de un pasodoble torero, interpretado por la banda, sonando en la plaza: ¡olé!, ¡olé! y ¡olé! que se oía en las gradas. Todo perfectamente orquestado para ofrecer al aficionado unas sensaciones que son difíciles de explicar con palabras, más bien, se pueden explicar con el brillo de unos ojos emocionados por el arte del toreo o de un corazón embargado de bellas sensaciones.

La maestría de los diestros “El Cordobés” y Juan José Padilla, se puso de manifiesto en la arena del coso bastetano. Unas magníficas faenas –una de “El Cordobés” y tres de Juan José Padilla− a los toros de Jandilla, morlacos de bravura y valía, fueron las realizadas a dichos astados. La convergencia entre la muleta y la testuz formaron una sinfonía perfectamente orquestada de arte y belleza. La bravura del toro que humillaba y envestía con temple por “invertidos” y “naturales”, unos lances de belleza y estética, de torería y arte, rematando la faena con “el de pecho”. Un público entregado, una afición que se derramaba por los costados de la plaza, el sol se iba poniendo, poco a poco, jugando el torero con la luz y con el capote acometiendo la envestida del toro por “chicuelinas” y “verónicas”, terminando con “revoleras” y arrancando un fuerte aplauso. También hubo un pequeño susto, puesto que el diestro Manuel Díaz “El Cordobés” sufrió un percance, que gracias a Dios, quedó solamente en un susto pero que le impidió lidiar su segundo toro de la tarde. Morlaco que hubo de ser toreado por el maestro Padilla, haciendo el diestro apología de su gran maestría y torería, y siendo indultado por la afición.

Por cierto, contando esta afición, entre sus filas, con un gran asistente, como un aficionado más, el maestro Morante de la Puebla asistió a la corrida de toros de Baza a disfrutar del arte y lo torería de sus amigos y compañeros que estaban toreando en el anillo del centenario coso bastetano. Su buen amigo, el maestro Padilla le brindó la muerte de un toro. ¡Todo un lujo para la ciudad de Baza!

La torería, la belleza, el arte, la estética y la confluencia de los sentidos: vista, oído y gusto, se dieron lugar en aquella plaza, un doce de septiembre, festividad del Dulce Nombre de María, en la ciudad de Baza.

Foto de Paqui Valero Rodríguez

La plaza callada, el diestro dispuesto a matar, no se oye ni el resuello del respirar, los corazones laten, el cuarto toro en el centro de la plaza cuadrado está, el torero se lanza y le asesta la estocada final: rompe el silencio la plaza que estalla en aplausos de las gradas, con ello se pone punto y seguido a esta tarde de Fiesta Nacional, puesto que el sexto toro de la tarde la vida se ganó, por su nobleza y bravura, al ser indultado por el público de su trágico final. ¡Viva España y la Fiesta Nacional!