POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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MUNDO MATERIAL

Vivimos en un mundo material, y Baza, por desgracia, no es una excepción. “Tanto tienes, tanto vales” dice el refrán, y anda que es mentira…La verdad es que la sociedad actual adolece de rasgos negativos innegables: junto a un materialismo puro y duro, conviven las prisas, la indiferencia hacia el otro, la soledad, la competitividad, por citar algunos.

Nunca he entendido, ni entenderé, creo, a estas alturas, que se te valore no por quién eres, sino por lo que posees. Siempre, además, que esa posesión sea material, tenga una equivalencia económica visible, evidente. Como si fuéramos Santo Tomás, lo que no tiene una apariencia palpable, no existe, lo negamos.

Cuando está más que claro que somos los mismos aunque un día no poseamos, y al siguiente nos toque, por ejemplo, un premio millonario en dinero contante y sonante. Sin embargo, ante una simple pregunta como “¿Trabajas?”, si la respuesta es no, de inmediato pasas a ser invisible, ya no interesan los demás datos de tu perfil personal.

Si no tienes, no eres más que un fracaso andante en esta dura vida, en la  que no  interesa lo más mínimo lo demás. No tiene, pues, nada de raro la carencia de valores; la rivalidad; la falta de solidaridad y de humanidad; la competencia salvaje por ocupar un buen puesto de salida, aun a costa de pisar a los otros.

¿Cuál es el paisaje en el que se sitúa esta lucha por tener? Cuando el ser no interesa, cuando sólo vale poseer, el precio a pagar es la soledad. En una carrera tan insensible como dura, no hay tiempo para los sentimientos. Más bien éstos son un obstáculo en la cruel lucha diaria en pos de la oportunidad. En una versión moderna del “agarra el dinero y corre”, todo gira tras coger la oportunidad cuando se presente y no dejarla escapar, sin miramiento a lo que quede en los bordes del camino.

Vamos deprisa, sin tiempo para el deleite espiritual, ese que nos hace crecer interiormente y nos convierte en mejores personas. Somos egoístas y practicamos aquello de “mío, y si sobra algo, para mí”. No tenemos tiempo para el otro, a no ser que sea un eslabón más en la escalera que nos aúpe un poquito más a los ojos de los demás.

Con prisas y a solas, no tiene nada de extraño que vivamos una existencia de insatisfacción continua. Cuando se trata de poseer, cada nueva adquisición es la evidencia de que nos falta la siguiente; y nos metemos en un bucle sin salida en el que corremos sin descanso tras una  zanahoria existencial de la que depende nuestra dicha, y a la que nunca logramos alcanzar.

Que hay personas que logran vivir y valorar, saborear y escuchar, compartir y disfrutar con los demás de esta vida, sin ninguna duda. Son las que han tenido la claridad de miras para escapar de este mundo material. Cultivan la esencia más que la apariencia, y puede que para muchos no tengan demasiado. Pero llevan en sí mismos el tesoro de ser buena gente y de pasar por la vida dejando una estela en el corazón de quienes tienen la inmensa fortuna de conocerlos.