POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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DE RULE POR EL ALTIPLANO - 1

     Como el calor no se va, sino que por momentos aumenta a causa de las corrientes del desierto africano, he dedicado el fin de semana a recorrer un poco el altiplano granadino, que me encanta. Está claro que en la Alameda se está muy a gusto, especialmente si refresca, pero ahora hay mucha gente y mejor me voy a buscar un poco de silencio en los alrededores, que no es difícil.

     Así que comienzo mi rule por el altiplano yendo a la playa de Freila, que es una gozada estar dándose un bañito entre el paisaje de las cárcavas y el Cerro Jabalcón, con un oleaje que no es marinero, pero que te divierte exactamente igual, y si en un momento de descuido te das un trago de agua sin querer, nada de sal, lo cual es una evidente ventaja. Además de poder tomarte un refresco admirando el bello paisaje, puedes alquilarte unos patines, que aquí le llaman “pedalones”, será por la versión pantano, y pedalear media o una horita, dejando que el viento te enrede el pelo y dando rienda suelta a la risa, porque la diversión está asegurada.

     Si a la vuelta te apetece, te metes por Zújar y te vas a tomar algo fresquito en la cafetería de los baños termales, con una panorámica preciosa sobre las aguas de El Negratín y bajo la altura imponente de casi 1500 ms. de El Jabalcón. El olor de plantas aromáticas y el contraste de los colores de las dalias y los geranios sobre el azul del agua convierten el ratito de descanso en inolvidable.

     Por supuesto que a todo esto le añades la música de la naturaleza: el canto de los pájaros, el romper de las olas, las chicharras clamando clemencia, los niños riendo entre juegos, el aire fresco, no miento, besando nuestras caras insolente y sin pedir permiso…Si alguien no aprecia la belleza que tiene al alcance de la mano es que ha de estar muy falto de la mínima sensibilidad, porque es un despliegue generoso de sutiles detalles a cuál más bonito.

     Con esto acabo mi primer día de paseo por la altiplanicie que conforma nuestra tierra, tan llena de variedad y riqueza. Y el segundo lo inicio dirigiéndome hacia Castril, por la carretera de Benamaurel. Nada más llegar me voy a a gozar por el Parque de la Arboleda Perdida, junto al Paseo de la Voz Dormida, y me adentro por la pasarela sobre el río, hasta el puente colgante que permite atravesar un túnel justo por el corazón de la montaña, con una parada en un balcón sobre las cataratas y el acueducto que conduce las aguas para el riego. Una vez que salgo del túnel me encuentro un precioso paseo que a través de unas escaleras en la roca me deja sentir el salvaje brío de las aguas de alta montaña a la sombra de la olorosa higuera.

     Si esto no es la gloria, está muy cerca de serlo, y el cúmulo de olores y sonidos, amén de otras muchas sensaciones, es todo un banquete para los sentidos. Basta con saber dedicar parte de nuestros días para llenarnos de vida. Lo cual es muy fácil con tan bellos rincones como los que tenemos a apenas un puñado de kilómetros. Si tienes ganas, desde el río puedes subir la ladera en zigzag  hasta la Iglesia del pueblo, y desde ella acceder al mirador del Cristo de piedra que domina todo Castril. La subida está ornada a un lado y otro del camino por preciosos lirios, que son un detalle más.

     Para volver a Baza, nada mejor que irnos deleitando con los pantanos: el de El Portillo, para ver cómo el viento mueve los juncos de la ribera, entre una cadena interminable de montañas bellísimas que compiten por reflejarse en las aguas. El de La Bolera, con su impresionante presa, y un espectacular puente sobre una gran altura, que los más atrevidos y jóvenes pueden salvar a través de unas interminables escaleras que confieso que nunca he intentado ni siquiera pisar. Y finalmente la presa de El Negratín, con un delicado juego de verdes y turquesas enmarcando el perfil de El Jabalcón. Éste nos sirve de guinda perfecta para acabar un primer recorrido por nuestros alrededores. Nada mejor que aprovechar que aún el asfalto no está destrozado por las lluvias invernales, y ascender hasta la cima del cerro, con unas vistas sobre la hoya de Baza de una inmensa belleza. El embalse a vista de pájaro es maravilloso, y Baza brilla en un esplendor vespertino que hace fácil explicar el amor que sentimos por ella.