POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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AGOSTO SE NOS VA

Se nos va agosto. Y me pregunto dónde se irán las cosas que pasan. ¿Qué será del minuto que transcurre, dejará su huella en el espacio? Los conceptos abstractos, cuando lo son en demasía, marean. ¿Cómo, si no, encarar el entendimiento del momento y tamaño cero del Universo: de ese conjunto de tiempo y espacio, materia y energía?

Una puede ser muy simple, y gustar de un sencillo paseo por nuestra querida y familiar Alameda, pero nuestro pensamiento fluye, es creativo y curioso; tras resolver una duda, ya se está preguntando por el porqué de otra cosa que no entiende. Seguramente esa es la clave de seguir vivos después de millones de siglos, en un ambiente claramente hostil.

Porque está muy claro que para nada somos los seres más fuertes e independientes del reino animal, pero ninguna otra especie ha obtenido los logros de los humanos. El alcance de la ciencia es admirable y muy pocas cosas se nos resisten. Aunque llega un momento en que el cerebro, el pensamiento lógico, siente un vértigo y es como si ante él se abriera un abismo insalvable.

Ahí entra la filosofía, o la religión, o los sencillos actos de fe (en lo que sea), para abrir y tender puentes que eviten que nos precipitemos en dichas simas inaccesibles. El hombre, y la mujer, no nos volvemos locos porque siempre regresamos al principio más básico, gobernado por el reflejo, por el instinto, por las necesidades físicas más simples, las que nos asemejan al resto de los animales.

Pero no nos conformamos con ello. Sabemos que hay más, mucho más. A la muerte le creamos un ritual de dolor. Al nacimiento, uno de celebración. Al amor, un juego de alegría y tristeza que nos haga sentir únicos y privilegiados. Y así para casi todo, porque nosotros somos más, muchísimo  más que una química, o que un proceso de estímulos y respuestas más o menos adecuadas para obtener el resultado correcto.

Nosotros le hemos dado forma al Arte en sus distintas expresiones. Hemos inventado desde una simple oración que nos reconforte cuando el dolor o el temor nos atenace, hasta el poema más simbolista que pueda hacernos estremecer en su breve forma, o la pintura más sugerente para abrir ventanas a la fantasía en una realidad que puede ser de lo más cruda. Hemos escuchado la voz de la Naturaleza y hemos creado la música, y con unos pocos acordes podemos llegar a tocar el cielo.

Somos tan humanos que provoca ternura nuestra misma existencia, tan desvalida. Pero  también podemos lograr cosas tan supremas y tan llenas de belleza, que nos podemos a veces sentir divinos. Tal vez el genio que duerme dentro de cada artista es una posibilidad para el tránsito a eso desconocido que nos puede marear por escapar a las dimensiones descifrables, o al menos descifradas.

Quizás, puede ser…pero ¿no habíamos quedado en que las disertaciones filosóficas son más apropiadas para el invierno? Quién sabe: será que toda estación del año encierra dentro de sí al resto; y según el momento, así se expresa. Pero da igual, el caso es que agosto se nos va.