POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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POÉTICA DE LOS ÁLAMOS

La Alameda podría ser definida en sí misma como poética de los álamos, poesía de la naturaleza en estado puro, encerrada en unos límites materiales que no son prisión para el entramado de sus versos secretos. Es verdad que éstos son malos tiempos para la lírica, pero allá donde hay un poema hay una llave que es a su vez una puerta abierta para darle forma a ese mundo escondido que subyace bajo las formas evidentes de lo material.

Poética, poesía, poema, verso, rima asonante o consonante, poetas… ¿Tienen hoy mucho sentido estas palabras? Creo que la poesía está viva, jamás ha tenido ni el más leve síntoma de debilitamiento. Son los poetas los que callan, o dejan sus poemas en el cajón del olvido. Siempre he dicho que al poeta vivo nadie le hace demasiado caso, pero cuando se apaga su vida, se enciende su voz, y es pura filosofía celeste, de altura. Los versos son pura ambrosía.

Los poetas, como decía Rimbaud, han de ser videntes:”Quiero ser poeta y me estoy esforzando en hacerme Vidente (…) Ello consiste en alcanzar lo desconocido por el desarreglo de todos los sentidos”, escribió. Pero ya no sólo los creadores de formas poéticas, sino el creador, el artista; todo creador de arte, elija para éste la expresión que elija, ha de ser vidente, ver más allá de los simples sentidos y dibujar y dar a la luz lo que otros no ven. Porque se trata no ya de mirar y ver, sino de ir mucho más allá de lo que a simple vista se ve.

Se trata de vivir un mundo que más que sensibilidad, que también, requiere compromiso. Un artista ha de estar comprometido. Consigo mismo para empezar: nadie va a construir nada sin contar con su propia voz. Aunque también puede ocurrir que ir en contra de uno mismo pueda ser a veces puro compromiso, convengámoslo así. Comprometido con la verdad, con su verdad, aunque suene a mentira al expresarla en alta voz.

El artista, en cualquier modalidad, ha de tener algo que decir, porque el arte hueco y vacío nace muerto. Puedes adornar de filigranas la nada, pero siempre será la negación del arte. El no arte, que a veces se pone de moda y nada dice, y nunca permanece, porque no deja estelas en el sentimiento. Sin combinar sentidos y sentimientos, poca realidad puede darse. Hasta la sensibilidad del vacío tiene más vida que la negación del arte.

Estar comprometido y tener algo que decir. Eso requiere en ocasiones grandes dosis de valentía. Un artista nunca puede ser cobarde, que no quiere decir que no pueda sentir miedos. Sentir temor no empequeñece a nadie; al contrario, le hace humano y cercano. La cobardía es la que se convierte en lápida del creador. El artista valiente es aquel que abre caminos en donde sólo hay páramos. Y detrás de él abre estelas y crea escuela.

Creadores comprometidos que tienen algo que decir y lo dicen sin atisbos de cobardía. Estas personas existen, no están sujetos al vaivén de las modas. Nunca pierden su razón de ser, porque la verdad siempre estará vigente y viva. Incluso cuando se columpie, remolona y caprichosa, en la poética de los álamos.