POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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25 HORAS

Como moderno sustituto de equinoccios y solsticios, hete aquí que nos llega el segundo cambio horario del año. Ya la división horaria es un convencionalismo como otro cualquiera, que nos sirve para creer que atrapamos algo tan intangible como el tiempo y lo podemos domar al antojo humano. Pero este atrasar o adelantar los relojes es ya el colmo de los inventos.

Personalmente, prefiero el encontrarme con una hora de más que el que me la quiten. Y se me hace más fácil acomodar mis biorritmos a las consecuencias de tal cambio. Además, amanezco con luz, lo cual siempre se agradece…pero al llegar la tarde y sentir cómo mengua el día, ay, ese ya es otro cantar.

Se nos dice que es por una cuestión de ahorro energético, y seguramente será verdad. Pero a nivel individual, cualquiera sabe cuánto ahorramos con este cambio. La verdad es que nos influye, y eso que ya la hora solar va cambiada de antemano con respecto a los relojes.

Las estadísticas hablan de alteraciones del sueño. A mí me ha servido para dormir una hora más; si eso es una alteración, bendita alteración. En lo que más lo noto es en el estómago: en los primeros días y hasta que me acomodo, qué hambre tengo cuando llega la hora de poder hacerlo. También hablan de sensación de cansancio; bueno, para algunos ya es una buena excusa.

Los humanos es que somos tan curiosos…Si tuviéramos que explicarles  nuestras costumbres a antepasados nuestros de la prehistoria, por ejemplo, o a extraterrestres, de haberlos, creo que se quedarían aturdidos o fascinados, pero seguro que pensarían interiormente que qué gente más rara.

Que llegue un tren a las tres de la madrugada al andén de una estación, y se pongan los relojes a las dos, y se pare durante una hora. Muy normal no es. O que se tenga un hambre canina (yo a lo mío) y no se pueda comer porque aún no toca…En fin, en unas pocas semanas nos habremos adaptado al cambio horario, y ya será una pura anécdota.

Y es que somos animales adaptativos. Algunos más animales que otros. Y algunos más adaptativos que otros. Pero bromas aparte, la inteligencia no es sino capacidad de adaptarnos, y cuanto antes lo hagamos, mejor. Al fin y al cabo, hasta ya entrada la primavera no toca adelantar los relojes y perder la hora ahora encontrada.

Sería interesante preguntarles a las personas qué han hecho en esa hora regalada. O qué dejaron de hacer en la robada. Igual daba para un relato entretenido, para quien tenga imaginación, sepa escribir, y le apetezca el tema. Aquí queda apuntado.

El caso es que hemos vivido un día de 25 horas, y hasta dentro de seis meses no nos tocará uno de 23 horas. Mientras tanto, que les sea leve y disfruten de la vida sin tener en cuenta los convencionalismos impuestos. Ah, por cierto: la Alameda ni se ha inmutado, y eso que está bajo el influjo de la luna llena más cercana a la tierra y, por ello mismo, más brillante y grande de todo este año 2007.