POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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IN MEMORIAM

El 11-M del 2004 ocurrió en Madrid el más sangriento y cruento atentado en la historia española. Un hecho luctuoso que conmovió a toda la sociedad de nuestro país y sacudió los cimientos del poder, hasta el punto de que sólo tres días más tarde las urnas fueron las causantes de un espectacular cambio de Gobierno.

Todos y todas recordaremos aquellos días para siempre. Creo que es uno de esos acontecimientos que pasan a formar parte de la memoria colectiva desde el mismo instante en que ocurren. No es necesaria la perspectiva del tiempo, tan esencial en otras ocasiones para llegar a comprender el verdadero alcance de los hechos.

En mi opinión, hubo un antes y un después de aquel horrible día. Los ciudadanos comprendieron lo insignificante que puede llegar a ser en un momento dado la diferencia de ideologías o el abstracto plano de las ideas, ante la percepción de que el sistema democrático que sustenta la sociedad se puede ver amenazado gravemente.

Todos y todas comprendimos la relevancia de la voz popular, cuando quienes la hacen elevarse por encima de posibles divergencias, aúnan fuerzas y la convierten en un clamor cuyo significado se sustrae de inmediato a posibles interpretaciones en uno u otro sentido. Cuando el pueblo habla, todos los demás han de callar y escucharlo muy atentamente.

Baza no quedó al margen de aquel sentimiento que se vivió en todos y cada unos de los rincones de España. El atentado terrorista, obra del fundamentalismo islamista más radical, nos aterró desde muy tempranas horas y nos hizo salir a la calle, primero para demostrar en silencio nuestra más firme repulsa. Después haciendo que las calles de nuestra ciudad fueran testigos de una respuesta nunca vista hasta entonces.

Los bastetanos y bastetanas pisamos las calles masiva y silenciosamente, dejando que las pancartas expresaran nuestro rechazo y nuestra repugnancia ante semejante masacre, que se saldó con 191 muertos y casi 2000 heridos. Todos estuvimos con ellos, porque todos fuimos víctimas en cierta medida. En el lugar elegido para salir aquella manifestación histórica, el Parque de la Constitución, se levantó meses más tarde un monumento como homenaje a todos los afectados, familiares incluidos.

De que aquello nos afectó muy en el corazón, habla el detalle de que dicho monumento jamás se ha visto maltratado por actos de gamberrismo, en señal de evidente respeto. Hoy en día, en que el vandalismo deja su huella por doquier y sin miramiento alguno, es toda una evidencia de la sincera conmoción que nos supuso a todos el 11-M.

Ahora que por fin ha habido una sentencia de los Tribunales haciendo justicia y condenando a los autores que no se inmolaron días después, sólo me gustaría desde aquí pedir a quien corresponda que ese Parque de la Constitución se cuide y mime como se merece todo parque, pero con un plus añadido por cuanto representa para toda la ciudadanía, que se echó a la calle para que nunca más tengan lugar actos tan horribles como los que
se sucedieron en aquella horrible mañana y cuyas consecuencias padecieron quienes tuvieron la desgracia de coger los trenes malditos.