POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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CONTRACORRIENTE

Caminar al amor del agua es lo más fácil, porque te lleva la corriente mientras todo sigue su curso. Pero hete aquí que existen los rebeldes, y de entrada se niegan a esa comodidad. Caminar contracorriente provoca mayores dosis de cansancio y suele molestar a los demás, porque despierta pasiones dormidas y salpica.

Al amor del agua todo es armonía, no hay ruidos que impidan escuchar el silencio de lo que no se dice. Aunque los hay que ni debajo del agua se callan. Luchando contra la fuerza imperante, puedes perder la oportunidad de avanzar aprovechando la energía existente. Mas entre la quietud y el torbellino hay un punto de equilibrio que permite a los cobardes no sentirse incómodos porque alguien evidencia su falta de valor, y a los valientes no chocar contra muros inamovibles que conviertan en derroche su arrojo.

La rebeldía, que nunca es sin causa, rompe el arrullo que resguarda y cobija a los pusilánimes. El viento es a veces molesto y da dolor de cabeza, pero si no se agita el aire la vida se tiñe de monotonía y queda constreñida, casi aprisionada en el marco inanimado de una naturaleza muerta. Seamos rebeldes, aunque ello suponga ser incómodos, mientras haya un solo motivo para la resistencia. La rebelión no es siempre un delito contra el orden público, y sí a veces un necesario socavar desde la base el orden impuesto cuando es injusto.

Cuando el aire se agita, caen antes las hojas muertas, y se acelera el proceso de regeneración sin esperar a que caigan por su propio peso. La inquietud es un acelerador. La impaciencia, un adelantar el camino que lleva a las metas. La curiosidad es la oportunidad de nuevas ventanas y puertas abiertas al conocimiento aún no dado. Preferible ser incómodos que sentirnos muertos en vida.

Si hubiéramos temido al frío, jamás habríamos salido de las cavernas. De asustarnos el ímpetu de las olas, nunca hubiéramos descubierto el Nuevo Mundo. Si no apostamos por lo difícil, no saborearemos el placer de conseguir algo más valioso que lo ya dado. Sin olvidar tampoco que lo verdaderamente complejo y complicado se conforma de las pequeñas cosas más simples y sencillas. Pero teniendo muy en cuenta al mismo tiempo que a veces lo más simple es lo más difícil de obtener.

Mientras haya una montaña, aparte del gozo de observar su belleza a lo lejos, no podremos dejar de intentar coronar su cima. Porque es un reto que nos llama a unir el orgullo de lograr vencerlo con las posibilidades de nuevos horizontes. Y cuando escuchemos el rumor de un río desconocido, aparte de dejarnos llevar por la corriente y llegar hasta el mar, siempre será un viaje incompleto si no subimos aguas arriba hasta su punto de origen.

Siento que hay que vivir la vida combinando el caminar  al amor del agua y contracorriente. Y nunca sentirse feliz con lo que se tiene si no se está  persiguiendo ya lo que aún no nos pertenece. Y no hablo de cosas físicas, porque la vida es mucho más que el mundo material. No es tratar de lograr un uno, un dos y un tres, sino de aspirar al infinito. Lo cual no ha de traducirse en una perpetua insatisfacción, sino en un cúmulo inagotable de alegrías. Si te quedas con la satisfacción de lo conseguido, jamás obtendrás la felicidad de lo que te espera sólo si sabes ver que te está esperando.