POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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MUJERES

Cantaba Silvio Rodríguez, cantautor y poeta cubano, una canción llamada Mujeres: “Me estremecieron mujeres/ Que la historia anotó entre laureles/ Y otras desconocidas, gigantes/ Que no hay libro que las aguante/ Me han estremecido un montón de mujeres/ Mujeres de fuego, mujeres de nieve”. Me sirvan estos versos para celebrar el día de las mujeres, que este año ha caído en día de reflexión y, además, de luto.

Mujeres trabajadores, que es lo mismo que decir, sencillamente, mujeres. Mujeres hijas, hermanas, esposas, amantes, madres, abuelas. Mujeres calladas, fuertes, sumisas, asustadas, heroínas a la fuerza. Las mujeres son un punto y aparte en la humanidad.

En antropología se habla de matriarcado para referirse a aquel sistema social en el que la mujer ejerce el papel predominante, frente al patriarcado, que es el del hombre como figura preponderante. Creo que ni uno ni otro nos sirve para hablar de la situación ideal. Para mí, si hombres y mujeres no caminan al unísono, poco se puede conseguir para resolver los problemas de género que puedan  presentarse.

Vivimos en una sociedad en que tanto hombres como mujeres nos sentimos solos, casi arrollados por la vorágine de los tiempos. No es cuestión de separar, sino de unir fuerzas, para luchar juntos contra los problemas que son comunes. Las mujeres están hartas de aguantar situaciones insostenibles, y los hombres están desconcertados y en busca de nuevos roles que sustituyan los papeles caducos e impresentables que vivieron hasta hoy.

Se ha tratado de marginar el movimiento feminista, haciendo un uso peyorativo de dicha corriente, queriendo asimilar feminista a lesbiana, por ejemplo, y tratando de despojar de su auténtico sentido a un feminismo que sólo pretende la igualdad en derechos. Ni la feminista más radical se atreve a equiparar a hombres y mujeres, porque son dos géneros bien diferenciados. Los hombres son hombres y pueden expresarse como tales. Las mujeres son mujeres, y sólo desean poder expresarse asimismo como lo que son: mujeres.

La mayor fuerza física, connatural al hombre, tal vez ha incidido negativamente en las relaciones de género, haciendo que fuera él el que ejerciera un poder que no le corresponde. Pero desde siempre, la grandeza que supone la posibilidad de la mujer de dar vida a otros seres humanos, ha contrarrestado estas relaciones de fuerza. El poder dar la vida es y ha sido siempre un privilegio que no lo supera ninguna fuerza, por muy bruta que sea.

Hoy en día, muchas mujeres mueren a manos de sus parejas o ex parejas, verdugos que impotentes ven cómo de nada les sirve el imperio del miedo para retener junto a ellos a mujeres que eligen vivir y decidir por sí mismas. Qué pena más grande, tener que matar por no ser capaces de dar la oportunidad de que ellas ejerzan su libertad. Aunque su mayor castigo no son las penas que el sistema penal les atribuya, sino que aun pagando con la vida, esas mujeres dejan de pertenecerles y viven su libertad, a pesar de estar muertas.

Sirvan estas palabras como homenaje a todas las mujeres, de antes, de ahora, de siempre. Mujeres que son uno de los pilares básicos de esta sociedad, junto a los hombres, y que ya están hartas de que aún siga teniendo sentido un día para representar sus reivindicaciones. Ojala llegue el momento en que el ocho de marzo sea completamente innecesario. Y que no tenga sentido un día de las mujeres, como no lo tiene un día de los hombres. En sus manos, de unas y otros, está.