POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO

 

Con la primavera llega la bonanza, aunque a estas alturas de sequía no se sabe a ciencia cierta en qué consiste el buen tiempo, si es que luzca el sol, o que descargue una buena tormenta. De sol ya llevamos bastante a lo largo del año; de la lluvia no nos podemos quejar esta semana, que ha caído una valiosa agua para subir un poco el nivel de los embalses y pantanos. De todos modos, tiene que llover mucho más, y a cántaros si es posible, como dice la canción.

Mayo, buen tiempo, fiestas. Este fin de semana hemos podido disfrutar de los habituales festejos primaverales en los anejos de El Baúl y Pozo Iglesias, en la Jamula. Verbenas y actuaciones musicales, arroces, la procesión de san Torcuato, con el polvo del camino siguiendo en remolino el paso de los que la siguen. Cohetes. Campanadas. Pinchitos y alcohol. Babolla y habas. Cuerva y embutidos. Una vez más la gastronomía enredada entre los sonidos de la fiesta. Tradiciones de siglos que la fe y el empeño de unos pocos vecinos siguen manteniendo.

Hasta la ermita de Pozo Iglesias, para acompañar la procesión con la imagen de San Torcuato, uno de los siete varones apostólicos, se ha acercado el Obispo de Guadix- Baza. Los lugareños estaban felices, porque era la primera vez que venía no ya este obispo, sino cualquier otro, según comentaba él personalmente. Siempre lo religioso ligado a lo profano, en una invariable comunión, nunca mejor dicho. El cielo y la tierra, con sus distintos atributos, sacándose a bailar por unas horas.

Aunque está claro que para lo religioso corren tiempos de crisis. ¿Qué crisis?, dirán algunos a la defensiva. Y lo ha confirmado el mismo Obispo: hay una innegable crisis vocacional que está haciendo que se cierren conventos, y tener que enfrentarse a problemas que hasta ahora la Iglesia no hubo de encarar. Aquí en nuestra ciudad tenemos el claro ejemplo de los Padres Franciscanos en el convento de la Merced, que se ven obligados a marcharse, ante la situación de que faltan sacerdotes para cumplir su misión correctamente.

A partir de ahora será el propio Obispado el que se encargue de mantener la Iglesia de la Merced abierta al culto, y puedo asegurar que esto no corre peligro, porque he escuchado al obispo decir que si es preciso se vendrá él mismo a dar las misas. Lo cual es evidente que no va más allá de una broma, pero que también es una clara confirmación de que una cosa es el convento franciscano y otra la Iglesia de la Merced, que no se verá perjudicada y que podrá seguir manteniendo dicho culto y abrir sus puertas a los feligreses que así lo deseen.

Sería un largo y complejo debate el barajar las posibles causas y factores determinantes de la falta de vocación religiosa. Pero si en el campo de la fe ya hay grandes diferencias con respecto a tiempos pretéritos, mucho más preocupante es, para la Iglesia y los creyentes, claro está, que no haya quien transmita y enseñe las verdades de esa fe. Tal vez la solución esté, una vez más, en la inmigración. Hay ya bastantes conventos  de monjas en los que las novicias son, por ejemplo, africanas; lo que no sólo da un toque de exotismo y color a los claustros, sino que además, y especialmente, evita el cierre de dichos conventos.

Hoy por hoy los inmigrantes posibilitan resolver algunas dificultades desconocidas antes en nuestro país. Al ejemplo de las escasas vocaciones religiosas, podríamos añadir los problemas potenciales que la baja natalidad suponía para el sistema educativo, y que poco a poco están siendo atajados gracias a los habitantes venidos de allende las fronteras. Podríamos decir, pues, que bienvenidas las nuevas soluciones para los nuevos problemas, que nos permiten hallar consuelo, siquiera momentáneo, así en la tierra como en el cielo.