POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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HÉROES ANÓNIMOS
(A Paqui Lozano, con mi admiración)

Hay personas que saben manejar el dolor para darle la vuelta como si fuera un calcetín, y en vez de hundirse en lamentos, construyen a partir de él una escalera al cielo, y a cada paso que dan se van alejando del infierno. Tal vez nunca alcancen la gloria, pero su actitud positiva impide que se queden caídos para siempre. Son gente que lucha por algo, tratando de combatir precisamente lo que le duele, para sanar y evitar a otra gente la pena que le embarga.

Hay otras personas, sin embargo, que cuando sienten el peso de la gravedad en sus alas, se convierten para siempre en ángeles caídos, maldiciendo a cada momento la fuerza que les arrastró, sin percibir que la mejor manera de volar es contrarrestando ese impulso que te conduce hacia el suelo. No existen abismos cuando impides que te arrojen a ellos.

Cuando alguien elige luchar contra la causa de un mal con todas sus fuerzas y aprovechando la sabiduría que le da su experiencia negativa, se convierte en un héroe que no aspira a medallas y a homenajes, pero que abre caminos que se convierten en salidas para quienes están confusos y no saben qué hacer o adónde ir. Hay personas que anónimamente despliegan su grandeza acto a acto y paso a paso. Abrazan una causa y dedican su vida a ella, sin importarles si la vida les habrá de compensar con la consecución de lo que anhelan.

Son personas que no trabajan siguiendo el rumbo que les va marcando una vocación. Sencillamente se encuentran un día con que la vida les golpea con todas sus fuerzas, y tras el primer desconcierto y la lógica pesadumbre, deciden que el llanto no lleva a ninguna parte si no va acompañado de un caminar tras unos objetivos para salvar los efectos de ese encuentro con algo que jamás desearon. Seguramente también llorarán en silencio y a solas, pero sólo les conocerás sonriendo, y tendiendo su mano para que otros no se queden atrás ante los mismos obstáculos que ellos lograron superar con su ahínco y su fuerza.

No creo en la justicia sobrenatural, en el que quien la hace la paga, o en que quien es bueno recibe su recompensa tarde o temprano. Me encantaría creer en ello, pero toda esa ingenuidad e inocencia se quedó en el camino y no volverá jamás. Aunque sí creo en que la gente positiva y que lucha desinteresadamente, de verdad, por los demás, a pesar de que les sean totalmente extraños, pero nunca ajenos, obtiene su mejor recompensa en la satisfacción del trabajo bien hecho y en el agradecimiento de las personas a las que con su encomiable actitud luchadora ayudó aun sin saberlo.

Hay gente grande que no sale en los noticiarios, y cuyas heroicidades no son portada en los periódicos, pero que si te cruzas con ella te ennoblece con su propia nobleza y te hace sentirte orgulloso de haberla conocido. Héroes anónimos que dejan huella en tu corazón y que te sacuden interiormente al descubrir que no hay que quejarse por lo malo, sino construir lo bueno. Personas que seguramente tendrán sus bajones, y sus malas horas, cuando se sientan solos y desfallezcan aunque sea momentáneamente, pero que se levantan sobre el desánimo y prosiguen su lucha sin una palabra o un gesto de desaliento.