POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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UN SEGUNDO DE MÁS

El último minuto del ya desaparecido para siempre 2008 tenía la particularidad de tener 61 segundos por motivos de ajuste, para corregir pequeñas anomalías y mantener el meridiano de Greenwich como referente de la hora mundial. Por lo visto existía un pequeño desajuste entre el tiempo astronómico, que se basa en la rotación de la Tierra, y los relojes atómicos. Hasta aquí la explicación científica de la absurda tarea de encerrar el tiempo en uno más de nuestros inventos. Casi tan peregrino  como querer guardar toda el agua del mar en un agujero abierto en su orilla.

Pero me quedo con ese minuto de sesenta y un segundos. Sugerente. Mágico. Especial. Todo un reto para una imaginación que gusta de mariposear, de volar de estímulo en estímulo, huyendo de la monotonía mental. Un minuto que acababa con un año bisiesto que cada quien lo calificará de bueno o nefasto según su propia experiencia. Un minuto que daba la bienvenida a un nuevo año, virgen y por vivir. Como la página en blanco del poeta o del escritor, del creador en suma: una página por escribir, que puede encerrar una genialidad o algo tan vulgar como para romperla ipso facto. Un minuto con un segundo de más.

En un segundo de más cabe un te quiero y cabe también un adiós. Puede ser el envoltorio del amor o del desamor. Porque basta un segundo para crear futuro o cerrar definitivamente una puerta que nos unía al pasado. En un segundo puede darse tanto la vida como la muerte. Y es que en un segundo de más puedes pronunciar un ven o un vete, marcando la línea que separa la felicidad de la desdicha. Decir sí o no a quien espera anhelante tu respuesta. U optar por la voz del silencio, que a veces grita en tu cerebro como un ruido indeseable.

En un segundo de más puede dibujarse una asonancia o una consonancia, recrearse un beso o alargar la expresión de una pasión; puede salir el sol o brillar la luna por entre las nubes, silbar el viento o sonar tu nota favorita. Pues un segundo es suficiente para esbozar una sonrisa o para que asome el dolor a tus ojos, para estar arriba o abajo en la noria, para alcanzar la cima o despeñarte en el abismo. Hasta puede caber el infinito en un segundo, como el milagro de encerrar un recuerdo inolvidable en una cajita de música.

¿Qué hiciste tú con tu segundo de más? ¿Cerraste los ojos románticamente para pensar en tu amor? ¿Sentiste la magia del regalo que en forma de  tiempo se te hacía? ¿Perdiste ese segundo como malgastas tantos y tantos otros sin caer en la cuenta de que algún día puedes echarlos de menos y pueden faltarte irremediablemente para algo esencial? ¿Lo viviste intensamente haciendo que sea imborrable mientras sigas vivo, o simplemente se perdió para siempre en el olvido del que jamás lo podrás rescatar?

Sea como fuere, creo que sólo me queda desearte un feliz año nuevo, y recordarte que con independencia de que fueras o no consciente de ese segundo de más, te quedan por delante millones de fragmentos de tiempo que se reconducen todos al convencimiento de la importancia que tiene sentir la vida a sorbitos, deleitándonos en el momento y tratando de hacer de cada segundo un tiempo que mereció la pena vivir.