POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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TE VAS A MORIR, SEGURO

Ahora que tenemos a creyentes y a ateos enfrascados en sus campañas de reivindicación de creencias religiosas, o de falta de ellas, con esos autobuses con lemas al gusto de cada grupo, no me imagino que en Baza veamos llegar a las paradas ningún bus recordándonos que es probable que Dios no exista, o afirmando su existencia. Pero si por un momento me hago a la idea de que así fuera, me pregunto de inmediato cuál sería nuestra reacción, la de los bastetanos, ante algo semejante.

Veamos, se acerca un autobús urbano y estoy harta de esperarlo, pero soy atea y llega justamente el vehículo que afirma la existencia divina, ¿me montaría en él?, ¿esperaría que llegara un autobús que me dijera que no hay rastro de Dios por ninguna parte?, ¿ignoraría por completo la publicidad del bus y lo cogería sin más? Puede parecer una tontería, pero en las ciudades en las que está ocurriendo este momento publicitario seguro que se estarán dando estos dilemas, que a mí la verdad es que me provocan un poco de risa.

A ver, vayamos un poco más allá, si por ejemplo la publicidad en vez de referirse a las opciones de las creencias religiosas se moviera en el mundo de las ideologías políticas, y en cada bus urbano pusiera “Yo voto a XX”, o “Mi voto fue para YY”, ¿nos subiríamos al vehículo que no coincidiera con nuestra elección política? ¿Acaso se debe de entender que todos los que van dentro son partidarios de la publicidad externa? ¿No entramos en locales que publicitan en sus fachadas marcas de bebidas de alcohol, a pesar de ser abstemios; o de tabaco, sin ser fumadores; y tantos ejemplos más como pueden ponerse?

Tal vez vivimos en una sociedad en la que la publicidad dispara sus dardos en medio de nuestra más absoluta indiferencia, aunque sus mensajes seguramente se mezclan en nuestra química neuronal sin que nosotros lo percibamos, subliminalmente, tal y como de hecho nos llegará muchísima información que a simple vista nos pasa desapercibida. Aunque tal y como ha ocurrido con esta campaña sobre la existencia o no de Dios, cuando la publicidad se dirige a algo tan íntimo y personal, crea más polémica de la normal, al menos al principio. Y eso ya es un tanto a favor de los publicistas que cobraron por tal campaña.

Porque no nos engañemos, quien anuncia algo y paga un dinero para ello, lo que quiere es que ese algo se haga notar, para lo cual todo vale, aunque se traspasen los sutiles límites de la ética o de la decencia. ¿Que hay colectivos que se sienten ofendidos por determinado anuncio? Mejor que mejor, porque así empezarán con las quejas, y eso supondrá una publicidad añadida gratuita. Éxito publicitario al canto, y a quien le escueza, que se aguante.

Ahora bien, esta campaña sobre Dios, ¿qué vende? ¿Quiénes ganan, los creyentes, los ateos? ¿Sirve para propiciar un debate social sobre un tema que en los tiempos que corren es bastante secundario en la actualidad de cada noticiario o periódico? No tengo ni idea. Lo que sí sé es que al menos a mí me ha servido para escribir mi artículo semanal recurriendo a un probable tema de conversación mientras me doy un paseo por la Alameda.

Ahora bien, a la hora de buscar un título para mi escrito, en vez de centrarme en la sutileza de “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta la vida”, voy a ser más práctica, directa y contundente, pasando olímpicamente de mensajes de carácter divino, y me voy a ceñir a lo terrenal, que es más demostrable sin necesidad de autos de fe, y que para alentar a disfrutar de la vida me parece más lógico: “Te vas a morir, seguro. Así que deja de preocuparte y disfruta la vida”.