POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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MORIRSE DE ENVIDIA

Recuerdo una canción española de los sesenta que se llamaba “Que se mueran los feos” y siempre he pensado que hay que ver, que encima de feos se les desea la muerte, que es el colmo de la mala leche en cancionero popular, aunque hay ejemplos mucho más crueles, pero no es el tema de hoy. Porque quiero escribir del experimento japonés explicado en la revista Science, en la que acaba de publicarse el trabajo científico que ha localizado la base física de algo tan español como la envidia, que incluso se considera el pecado nacional.

A través de la activación cerebral, algo tan simple como comprobar,  mediante los flujos sanguíneos, qué circuitos se activan ante determinados estímulos, estos científicos han descubierto, pásmense, que cuando alguien siente envidia por otro las zonas que se activan no son ni más ni menos que las relacionadas con el dolor físico. Así que ser envidioso duele, pero no metafóricamente, sino muy de verdad, con una base fisiológica estudiada en esta interesante investigación llevada a cabo por científicos del Instituto Nacional de Ciencias Radiológicas de una ciudad japonesa. Expusieron a  resonancias magnéticas a 19 sujetos sanísimos en los que midieron dos emociones: ante hechos positivos ajenos, y ante cosas negativas que les ocurrían a otros. Hallando que la envidia activaba una zona de la corteza dorsal asociada al dolor, mientras la alegría por el mal ajeno activaba la parte cerebral asociada a las recompensas.

Lo cual no significa otra cosa que cuando envidias el bien ajeno, sufres; mientras que cuando te alegras por el mal de los demás, tu organismo reacciona con estimulación de zonas asociadas al placer. Es decir, que del conjunto de feos protagonistas de aquella simplona canción estival, sólo sufrirán, algunos hasta la muerte, los que envidien a los guapos, por ejemplo. Bromas aparte, me encantan estas conclusiones científicas, la pena es que por el momento no son muy útiles, pues no basta con extirpar las zonas en cuestión para acabar con la envidia, ya que acabaríamos con muchas más emociones, porque en las diferentes zonas cerebrales se localizan muchísimas funciones, no es tan simple la cosa.

De todas maneras, siempre he pensado que los envidiosos llevan con ellos su castigo, así que no está mal que te envidien porque gracias a ello son unos desgraciados, pero es que si encima les duele, muchísimo mejor, para qué vamos a engañarnos. Así que seguramente envidiosos y envidiados comparten una alegría que, aunque con distinto sustrato físico, no deja de ser un sentimiento y una emoción agradables y placenteros. Me enseñaron, y así lo siento, que hemos de alegrarnos con el bien ajeno y entristecernos con el mal de los demás, y no al revés, que es justamente lo que hacen los envidiosos.

Para nada estoy de acuerdo con lo del pecado nacional, no quieran los envidiosos justificarse en que lo suyo es general. No. Hay mucha más gente buena que gentuza. Pero ésta, que disfruta con el mal ajeno y sufre su bien, ya tiene bastante con las consecuencias de sus conductas: ser envidiosos les duele, y para colmo de nada les sirve, porque el sujeto objeto de su  inquina vive a salvo de tan negativas emociones. Esa persona envidiada, que no envidiosa, vive y deja vivir, y encima disfruta con lo bueno y si  algo le duele no es la alegría de los demás, con lo cual se eleva emocionalmente por encima de personas tan absurdas y sin sustancia como quienes le  envidian.