POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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ARTISTAS

Desde el 19 de marzo y hasta el 2 de abril tenemos la oportunidad de disfrutar en el Centro Sociocultural Santo Domingo de una maravillosa exposición, “Lápiz, madera y gubia”, en homenaje a Esteban Jiménez, artista. Es uno de los actos que la Federación de Cofradías de nuestra ciudad ha programado para rendir tributo a un bastetano que elevó la talla a unas cotas de belleza y perfección como las que se pueden ver en la muestra de su obra reunida para la ocasión.

Una oportunidad única de contemplar una serie de obras de arte difíciles de volver a ver, pues muchas pertenecen a colecciones privadas que, acabada esta exposición, retornarán a sus propietarios, nunca a un museo. No sería mala idea que existiera un recinto que, aunque privado, albergara estas preciosas obras con la posibilidad de tener el placer de admirarlas siempre que se quisiera. Si la familia Jiménez ya va por la sexta generación de tallistas, imagino que tiene que haber muchos objetos, de arte sacro y no sacro, que por su valor artístico y emotivo sería una pena que acabaran arrumbados en un almacén.

Me paseé el día de la inauguración entre una extraordinaria belleza en madera, sin poder dedicarle la atención que se merecía, con la tranquilidad que da saber que vas a poder volver en otro momento, y a solas embriagarte del placer artístico. Emocionada y admirando el milagro de la  transformación de un elemento de la naturaleza en una obra del hombre, sintiendo eso de “…y la madera se hizo arte”. Confieso que aún no he vuelto, pero iré, y desde aquí invito a quien esto lea y no haya pasado por allí a que lo haga antes de que se clausure muestra tan interesante.

Esteban Jiménez era un artista. No es necesario poner adjetivo alguno a ese sustantivo. En “Lápiz, madera y gubia” veremos alguna obra que por sí sola ya le harían merecedor de llamárselo, aunque nunca hubiera hecho otra. Hay unos dibujos a lápiz que reflejan su maestría al plasmar en papel la creatividad del corazón de un artista. Porque el que así es llamado, sólo desde el corazón crea. Son los sentimientos los que luego toman forma. En este caso, labrando la madera con la gubia. Con un estilo y un nivel que ya lo quisieran para sí muchos renombrados nombres de obra hueca y pueril.

En su taller de ebanistería formó a muchos alumnos, dejando en ellos la impronta de su magisterio. En muchas casas bastetanas, tengo la suerte de que una de ellas es la mía, hay muebles realizados por las manos de artesanos de la escuela de Esteban Jiménez, y cuando vi la exposición comprobé que era tan buen artista como maestro, porque sus alumnos han sabido captar y expresar su estilo.

Eso del estilo no es baladí. Los hay que se pasan la vida buscándolo y jamás lo encuentran. Mas otros, y es el caso, sin buscar hallan, porque lo llevan dentro, y la expresión es la huella de su talento. Además, he de corregirme, porque he dicho que Esteban era un artista. No, no era. Es. Porque su obra sigue viva y emocionando a quien a ella se acerca. Y mientras su producción esté ahí y hable por él, será su voz la que se escuche. Nunca nadie muere, si se siente su vida entre los que aún no se fueron. Y en este caso, se escucha nítida y potente, y estoy segura de que así permanecerá de generación en generación. Y los suyos podrán seguir aprendiendo, y enseñando, pues me consta que son asimismo grandes artistas.