POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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PARA OLVIDAR

Todos sabemos que hay ciertos recuerdos que nos acompañan de por vida. Fieles, estables, persistentes, no importa si queremos desecharlos de nuestra memoria. Por más que lo intentemos, ahí están ellos, para asaltarnos cuando menos lo esperamos, creando en nosotros una sensación de desasosiego que nos cala los huesos y nos desconcierta.

Ah, pero mira tú por dónde en esta vida se adelanta una barbaridad y lo que no está inventado es sólo porque está a punto de inventarse. No es ya cuestión sólo de los magos, de los prestidigitadores, de los embaucadores, de los ilusos que sueñan lo que después será…No, hay que incluir en el lote de los que diseñan lo futuro a los científicos, pues a veces es la misma ciencia la que nos puede proporcionar más magia e ilusión que cualquier otra disciplina acientífica.

Igual es pronto para conocer la molécula ZIP, pero lo mismo en unos pocos años vamos a los garitos de ocio y en vez de pedirnos unas birras, por ejemplo, nos decantemos por un lingotazo de ZIP, que no me negarán que suena estupendo, aunque es difícil siquiera imaginarle un sabor. Aunque como el mundo avanza que es una barbaridad, no sería nada extraño que se sirviera tal molécula en toda la gama de sabores conocidos, y por conocer, que seguramente tampoco en estímulos gustativos está todo dicho.

La molécula Zip no es ni más ni menos que un inhibidor de una enzima cerebral que se ha probado con éxito en ratones para hacerles olvidar. Algo así como un fármaco amnésico para borrar recuerdos. Los científicos están convencidos de que el mecanismo es idéntico en humanos, con lo cual ya se han puesto manos a la obra para convencer de las ventajas y minimizar los inconvenientes. Para empezar, borra la memoria declarativa, lo que explicamos como recuerdo, pero no los procesos aprendidos, porque vaya gracia que después de lo que nos costó, por ejemplo, aprender a hablar, o a escribir, o a leer, o a andar, después de unas dosis de ZIP se borrara de nuestros cerebros…

Así pues, parece ser que sería algo adecuado para dejar en el olvido las experiencias traumáticas, el dolor, las asociaciones que conducen a las adicciones, etc. Dicho así suena muy bien. Ya me imagino dándoles al ZIP a todas las personas que están en fase de desamor, para acortar el olvido, por poner un caso. ¿Pero y si, por ejemplo, resulta que logramos olvidar un desengaño amoroso y “zipoteados” perdidos nos volvemos a enamorar de quien nos infligió tanto dolor? ¿No es bueno aprender de la experiencia vivida para no volver a cometer los errores del pasado? Si borramos ese pasado porque no nos gusta, porque nos duele, porque sencillamente nos da la real gana de borrarlo, ¿no será tal olvido un inconveniente para el aprendizaje y la madurez?

No sé, no sé, a ver cómo explican todo esto los que saben, estaré muy atenta, porque el tema es enormemente interesante. Aunque la verdad me hace recordar la cirugía estética: puede que haya gente a quien le guste borrar las arrugas de la cara, por aquello de la eterna juventud, pero también existimos quienes por nada del mundo borraríamos de nuestro rostro las huellas que van dejando el tiempo y las vivencias, los surcos que va dibujando la alegría risa a risa, o el dolor llanto a llanto… No sabría decir si me atrevería a tomar algo que desdibuje o haga desaparecer de mi memoria algo que fue lo suficientemente importante como para crear una huella cerebral y emocional. Mas como el futuro es inimaginable, ¿quién sabe hacia dónde caminamos los seres humanos y lo que seremos capaces de incorporar a nuestras vidas con tal de jugar a ser felices?