POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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EFERVESCENCIA

De repente, el fresquito da un respiro a nuestros cuerpos, sofocados por una temperatura demasiado elevada para no estar ni en verano; aunque la verdad es que nos queda nada y menos de primavera. El tiempo sigue su curso, y nosotros con nuestras quejas: si hace frío, porque hace frío; si calor, porque calor. Aunque unos más que otros, pero hay que admitir que en general somos bastante quejicas.

Vivimos en perenne efervescencia, tal vez intuyendo que la mansedumbre puede asemejarse peligrosamente a las aguas muertas. Nos gusta tener la mente ocupada, no es raro que enfrascados en algún quebradero de cabeza. Agotamos de mala manera nuestras neuronas, así que después echamos mano con frecuencia de algún analgésico, que nos quitará el dolor, pero no lo que nos provoca las molestias. Ya se sabe, eliminamos los síntomas, pero olvidamos arrancar las causas. Eso, si las vislumbramos siquiera.

Y en esto que nos llega un problema real, un verdadero inconveniente para sentirnos bien, un obstáculo demasiado insalvable para poder rozar al menos a ratitos eso que llamamos felicidad. Es entonces cuando las nimiedades que nos traen y nos llevan cotidianamente por un ficticio mar de amarguras se caen ante nuestros ojos, los físicos y los espirituales, como marionetas abandonadas en un rincón. A partir de ese mismo instante comprendemos que esa inquietud que impide que el devenir sea tranquilo como la superficie de un lago, que se convierte en el motor de una continúa insatisfacción que actúa a modo de los rápidos de un cañón, como poco, es sólo una tontería más, algo absolutamente prescindible y cuya ausencia se convierte además en muy necesaria.

Mira que somos complicados los humanos, cada uno a su manera, a su escala y en su ambiente. Inteligentes como mentes superiores pero frágiles como organismos imperfectos. Capaces de lo mejor y de lo peor. Tan absolutamente distintos entre sí y, sin embargo, tan parecidos, que aunque nunca podríamos adivinar la posible conducta de una persona ante una situación límite, por ejemplo, qué fácil es saber qué sentimos todos ante determinadas vivencias. Aunque la personalidad es más atractiva cuanto más original y alejada de la norma estándar, si se distancia demasiado de la media correrá el peligro de quedar al margen. Y en nuestra sociedad, es demasiado negativo y difícil pertenecer al grupo de los marginales. Supongo que será un mecanismo de supervivencia de la especie.

De cualquier manera, por encima de rasgos uniformes y homogeneidades, la genialidad de los seres humanos que con sus descubrimientos, inventos u obras logran mejorar de un modo u otro la vida del resto de la humanidad, permite que en sus casos particulares no sea censurable de ninguna manera la diferencia. Será por eso por lo que quizá no sea tan raro a fin de cuentas el mantener siempre vivo algún quebradero de cabeza. Igual lo que para unos es el principio de una jaqueca, cuando no de una migraña en toda regla, para otros sea el germen de un hito social que sea capaz de transformar el curso de la historia en uno u otro ámbito.

¡Así que después de todo, bienvenida seas por siempre, efervescencia!