POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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MUDA TU PIEL

Quienes gustan de pasear por la naturaleza, obtienen a través del senderismo una serie de descubrimientos que no sólo les sirve para comunicarse con el medio natural, sino que la mayoría de las veces por caminos y senderos la persona va encontrándose a sí misma. Aunque vayas acompañado, caminar en silencio es sencillamente maravilloso, porque, a poco que te fundas con el paisaje circundante, las veredas se llenarán de la voz de los campos, del bullicio casi imperceptible de la flora que adorna tu caminar, de los sonidos infinitamente variados de la fauna.

¿Quién no se emociona cuando el silencio se rompe con el canto de los pájaros que por aquí y por allá llenan las alturas de  preciosas notas? El entorno natural tiene su propia música, para tu exclusivo regocijo, para que paso a paso vayas dejando atrás el ruido que traes agazapado en los oídos, y sobretodo para que vayas transformando tu ruido interior en balsámica melodía. Sólo es cuestión de que seas consciente de lo que te pesa y no es necesario cargar, de lo que te duele cuando ya pasó el tiempo del luto, de lo que sabes que tienes que desechar por mucho que pienses que siempre vas a echarlo de menos.

Madurar es crecer a base de dolor, pues casi toda transformación implica un dejar lo caduco atrás si se quiere recibir con las manos vacías la novedad. Cada nueva cosa, cada nueva persona que arriba a tu vida tiene derecho a que te hayas despojado de todo aquello que te impida darle la bienvenida que se merece. Aunque creas que no podrás soportarlo, si no quieres quedar aprisionado en arenas movedizas, has de estar presto para la renovación.

Cualquier pretexto es válido para el cambio cuando éste se te hace necesario, aun cuando te sientas sin fuerzas para acometerlo. En más de una ocasión, andando esos caminos que no llevan a ningún lugar en concreto, habrás tenido la oportunidad de ver una camisa vieja de serpiente, lo que queda tras su muda de piel. Y habrás podido comprobar que nunca está allí la usuaria de tal prenda, la misma que no tiene reparos en repetir esa muda año tras año, cuando menos, porque hay especies que mudan la piel hasta ocho veces en un solo año. Nunca hay que mirar atrás cuando uno apuesta por renovar energías, entre otras cosas porque éstas nunca se destruyen, sólo se transforman.

Si cada vivencia que abre un surco en tu corazón te deja huella, no tienes por qué estar lamiendo tus heridas sempiternamente, deja que la experiencia vaya ayudando a cicatrizar los simples arañazos, o los zarpazos casi mortales. Cuando sientas que la vida te está pidiendo con urgencia una metamorfosis, no lo dudes y muda tu piel.