POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
Para remitir sus comentarios, clique AQUÍ

COSAS DE CASA

Cuando ya estoy hasta las narices de oír despotricar contra la rehabilitación de los Baños Árabes de la Marzuela, obra del arquitecto granadino Francisco Ibáñez Sánchez, el Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos, con la participación de los Ministerios de Vivienda y Cultura, otorga a tal restauración el Premio de Intervención en el Patrimonio Arquitectónico Español 2009.

Habida cuenta de que es un premio nacional, al que se han presentado 34 proyectos, de los que quedaron finalistas 18, entre ellos uno de mis  arquitectos favoritos, Rafael Moneo, ni qué decir tiene que estamos ante un galardón de enorme prestigio. Los premios no dan la razón a quien no la tenga, pero siempre he pensado que los Baños Árabes habían sido restaurados con un gusto exquisito y pensando en el entorno de una manera sencilla e impecable. Ahora me reafirmo.

Cosas de casa, que es una gran pena que los mismos que habitamos en ella las tiremos por tierra, cuando los de fuera no tienen inconveniente en ensalzarlas. Me duele que no sepamos reconocer el valor de lo propio. Pero ya estoy acostumbrándome a ello. Al menos cuando veo que coincido con gente que realmente entiende, siento la satisfacción de que mi gusto no está tan disonante como me querían hacer creer. Nunca dejaré de decir lo que siento, por más que me quieran hacer callar.

¿Sabremos alguna vez mimar lo que nos pertenece? ¿Saldremos del punto de vista exclusivo para reafirmar lo que realmente tiene importancia?

Otra intervención que me encanta es la Plaza de la Cruz Verde, un lugar entrañable en nuestra ciudad. En ella jugué de niña y preciosos recuerdos ligados a su entorno me acompañan. Llegó el momento de arreglarla y dudé acerca de los resultados. Temí que no supieran conservar su encanto, de cruz y faroles verdes, de agua y quietud en pleno centro. Pero me acerqué a ella tras su restauración y me quedé gratamente sorprendida. Ha sabido conservar lo que nos trae los recuerdos de la niñez, mezclándolo con la modernidad y la amplitud de espacios. Combina su entrañable recogimiento con nuevos aires de ciudad. Si a ello le añadimos la entrada al refugio antibombardeos de la guerra civil, más no se puede pedir.

Nadie que tenga dos dedos de frente puede pensar que cuando se arregla nuestra ciudad es a peor.  Los responsables de tales arreglos son de Baza y aman Baza, y aunque ya se sabe que para gustos los colores, a pesar de que los resultados jamás gusten unánimemente, es evidente que se ajustan al deseo de mejorar. Nadie firma una obra para dejar constancia de su mal gusto, más bien al contrario.

Así que seguiré paseando por los rincones de mi ciudad, alabando lo que me guste, sin dejarme vencer por el desánimo de quienes despotrican sin más, sólo porque los que se encargan de esas cosas de casa son de signo político contrario al suyo. Y si llegan reconocimientos tan contundentes como el premio a los Baños Árabes, sabré que no estoy descaminada y que debo seguir con mis opiniones ajenas a la política y al arrimarme a la sombra del árbol que más cobija. El arte no sabe de ideologías, porque es pura química y cuando algo te atrae, eso va a misa. Bueno, mejor que vaya de paseo, que si de políticas huye la atracción, no menos repelentes les parece las creencias.