POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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TRÁNSITO

Como cada final de diciembre, un año se acaba y otro nuevo ya está llamando a la puerta, y en este tránsito pasa la vida, ofreciéndonos la maravillosa oportunidad de reinventarla día a día. No importa lo que suceda ni lo que digan, sólo en tus manos está el escribir tu propia historia, por mucho que lo tengas que hacer en el camino trazado para ti por tu destino.

Cuando llegan los finales es cuando más ganas hay que tener por los inicios. El tiempo es ese mago cuyos poderes desconocemos pero que siempre nos sorprende volviendo a girar el reloj de arena y reiniciando la dinámica de la creación cuando ya estábamos entonando la canción del adiós.

Si algo ha de irse y para siempre es lo que no nos permita ser nosotros mismos, lo que nos suponga un peso insoportable, lo que nos haga infelices por más que siempre confiemos en que cambiará y nos dará la felicidad. Nada ajeno a nuestra influencia va a transformarse para sorprendernos. La única posibilidad de cambio es la que depende directamente de nuestras conductas, actitudes, decisiones. No puede uno dejar de sentir la propia vida esperando una que nos llegue del exterior. Nadie va a vivir por nosotros, ni a nadie le va a importar lo más mínimo lo que dejemos o no de hacer.

Por muy difícil que parezca mantenerse firme en algunas elecciones de vida, todo lo que sea producto de una seria y reflexiva determinación hay que llevarlo a cabo sin titubeos. Aunque podamos llegar a sentir el ahogo de la orfandad, no hay que esperar abrazos y ánimos para realizar lo que hayamos decidido. La fuerza sólo puede nacer de nuestro interior, aunque a veces éste sea un volcán a punto de estallar. Nada permanece inmutable. Sólo con esfuerzo conseguiremos lo que anhelamos. Siempre y cuando esté en nuestras propias manos, no en las ajenas.

De las dudas e incertidumbres del sufrimiento y del dolor puede nacer el germen de la paz que en ocasiones nos parece que buscamos en vano. Únicamente cuando sabes lo que es estar mal, puedes llegar a saborear el bienestar y la sensación de estar por encima de obstáculos y profundidades emocionales. Sólo cuando antes te has sentido perdido, desorientado, sin saber qué hacer o hacia dónde ir, es cuando te sentirás más feliz al reconocerte en el camino que trazaste para ti.

Tener miedo no ha de avergonzarnos. Siempre podremos dejar una luz encendida que nos reconforte y espante las pesadillas. Cada cual ha de elegir lo que ha de acabar con su oscuridad y proporcionarle el brillo y la calma para ahuyentar los temores. Unos se dedicarán a mirar a las estrellas, buscando más allá de los límites terrenales. Otros querrán sentirse firmemente anclados en la tierra. También los habrá que decidan atreverse finalmente a mirarse sin rodeos.

Aquellos que encuentren alivio en la oración, sentirán a Dios en sus almas. Los que olvidaron hace mucho el consuelo de rezar, tendrán que buscar otros amparos menos divinos, más humanos. Quienes por el camino perdieron la fe en los dioses y en los hombres, tal vez sólo se tengan a ellos mismos. Es el momento de recuperarse si incluso ellos se perdieron sin saber muy bien por qué. Aunque nunca reencuentren sus almas, siempre les quedará el latido de sus corazones.