POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
Para remitir sus comentarios, clique AQUÍ

FELICIDADES

Ahora que un nuevo año empieza a andar, ajeno a nuestra parafernalia sobre ello, procede felicitar al personal. No llego a comprender muy bien por qué, pero es mucho mejor decir “felicidades” y crear un circuito de energía positiva, que no decir nada o elaborar una disquisición relativa al tema. Así pues, muchísimas felicidades y que el periodo que se abre ante nosotros sea venturoso. O si mejorar no fuera posible, “Virgencica, que me quede como estoy“, que ya lo dice el dicho.

En todo caso, el cambio de año supone un pretexto para cambiar, para reflexionar y trazar estrategias de renovación y de crecimiento personal. Da igual si nos sentimos repetitivos al expresar nuestros de deseos de algo que año tras año incumplimos, porque en realidad nos gusta el resultado pero no estamos dispuestos al mínimo esfuerzo por conseguirlo. Al expresar el objetivo ya materializamos una meta, aunque luego nos quedemos en el simple esbozo del esquema de los pasos a dar para llegar a ella. Pero eso es lo de menos. Como canta Calamaro, “no importa el problema, importa la solución”, y anda que no somos nosotros poco imaginativos para resolver dificultades o preocupaciones transformándolas en nimiedades. Si A es un muermo, pues B, y a otra cosa, mariposa. También tiene su gracia, no me lo negarán.

Sentadas las bases para ir aligerando el peso que cargamos de inútiles tonterías, empezar una nueva etapa, de lo que sea, es un reto. Con respecto a nosotros mismos, lo primero; y con todos los demás a continuación. Evidentemente, “genio y figura hasta la sepultura”, o lo que es lo mismo: el carácter, la carga genética ya nos la dieron nuestros padres al crearnos, y ya la habían recibido ellos antes, así que poco o nada podemos hacer. Si guapos, preciosos; si feos, adefesios. Si tristes, pañuelos; si graciosos, a reír hasta que duela el cerebelo. La naturaleza, que es sabia, compensa en su inmensa justicia y lo que da por un lado lo merma por otro.

Lo más complicado en esto del deseo de cambiar en pos de una mejoría en todos los aspectos, suele ser el muro social con el que se tropieza en las relaciones interpersonales. Una muralla construida a base de prejuicios y de insuficiencia mental, que es muchísimo peor que la respiratoria, dónde va a parar. Dicen los dichos, sabios ellos pero con el problema de que para uno existe el contrario y a ver con cuál te quedas, que el tiempo pone a cada uno en su lugar, aunque soy bastante escéptica al respecto, qué quieren que les diga. Pero está comprobado que estando bien con uno mismo, nada ni nadie te logra disturbar lo suficiente como para hacerte modificar tus propias opciones.

Así que ánimo y adelante, que queda aún mucho camino y lo mejor de él es caminarlo, que ya lo dicen los poetas, que en esto del vivir suelen ser sabios, aunque a veces haya que estudiar para comprenderlos. Es broma. Mejor una sonrisa que el llanto. Aunque qué demonios, si se encuentran angustiados, lloren. Lloren a moco tendido hasta dejar su interior libre de congoja, que no es malo expresar lo sentimientos, y reprimirlos da dolor de cabeza y muchos problemas emocionales. Sean capaces de reír sin preocuparse, que la carcajada no es maleducada ni exagerada, sino expresión espontánea e impetuosa. Ni al reírnos estamos locos ni al llorar estamos deprimidos. Precisamente porque estamos sanos emocionalmente, demostramos nuestras emociones sin miedo.

Sean felices o intenten serlo, sin preocuparse del qué dirán, que por desgracia siempre van a decir, pero “a palabras necias, oídos sordos”. Mientras su propia conciencia o el consejo de alguien que les quiera y a quien respeten no sea el que habla, las palabras son palabras y se las lleva el viento. Y si no hay viento, soplen ustedes mismos. Lo dicho, muchísimas felicidades, y a vivir, que son dos días.