POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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ALETEO

Parece ser que se va a acabar la moda de los vampiros y va a surgir la de los ángeles. Vaya, vaya, de la sangre y los colmillos a esos hermosos seres asexuados con alas, que se agrupan en coros, hasta nueve según la jerarquía al uso, y que están destinados a servir a Dios. Ahí es nada. La angelología va a inspirar las expresiones artísticas venideras. Nada nuevo pero curioso.

Recurrir a seres celestes que presentan en su ambigüedad las dos caras de la moral, el bien y el mal, no deja de ser un signo de aburrimiento en estos tiempos que corren. Me da igual si hablamos de ángeles de la guarda, tan buenecitos y solícitos, custodiando nuestros pasos para que no nos descarriemos; o de ángeles caídos, o demonios, traidores a su creador, y seguidores del más malo, malísimo, Lucifer. No dejan de ser personajes tan irreales como los vampiros, aunque éstos no me gustan nada de nada, tan góticos ellos.

 

Me quedo pues con estos seres alados, mensajeros divinos, antes que con esas criaturas siniestras que beben la sangre de los humanos para mantenerse en forma. Pero me pregunto si no sería mucho mejor poner de moda otro tipo de personalidades más reales y cercanas. Aunque pensándolo bien, si se trata de la superficialidad y evanescencia de las tendencias y las costumbres más pasajeras, mucho mejor que los gustos se decanten por las tonterías antes que por las cosas más serias.

 

Después de todo, al igual es que los receptores de estas imágenes mutables, que duran lo que las pompas de jabón antes de explotar y desaparecer, son más tontos aún que las tonterías que inventan para tenerles entretenidos y calladitos. Creo que nada fallará si se hacen las cosas bien, o sea: diseñar conjuntamente las ideas de una idiotez y todas sus aplicaciones prácticas. Que de lo que se trata es de sacarle bien el jugo antes de exprimirla y pasar a una nueva.

 

Así que vayan familiarizándose con serafines, querubines, arcángeles y demás denominaciones de estos espíritus puros que pronto veremos hasta en la sopa. Y no se preocupen tampoco demasiado, porque todo pasa en esta vida, hasta el calvario más insoportable. Ya ven, Harry Potter parece ser que ya ha aprendido bien el arte de la brujería y ha dejado de fascinar a nuestra infancia, que pierde el sentido por esos bellísimos vampiros que antes de que te descuides te pegan un mordisco bien dado y te hacen miembro de su club sin tener que pagar más cuota que la tortura de la eternidad más insatisfecha.

 

Como no andamos muy lejos de los consabidos carnavales, que ya saben que hay cosas de las que no te puedes librar jamás, una buena y modernísima sugerencia es irse haciendo con un par de alas y una sencilla túnica. Lo de la belleza ya es más difícil de lograr, pero si se dan prisa se pueden hacer una buena cirugía estética y podrán convertirse en los amos del corral.