POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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DE VUELTA


Para algunos regresos hay que irse antes, porque no podemos hablar de vueltas sin una ida previa. ¿Cómo y dónde volver si no te vas? Pero esto no es siempre así. La luz de los faros, por ejemplo, con su iluminación intermitente, nunca se va y siempre vuelve. O el verano, ¿acaso se va a algún sitio o simplemente se acaba y empieza de nuevo cuando le toca, sin siquiera poder decidir si le apetece hacerlo? Igual a las hojas les da una rabia enorme tener que empezar a caerse de su árbol y eso que ni siquiera deben de saber que ese es el principio de su final. Y desde luego que el nuevo follaje, con perdón, no tiene nada que ver con el anterior. Aunque quién sabe si los brotes nuevos en la primavera serán los descendientes de esas hojas muertas que llenan de bello color los suelos otoñales. Mira que si hay pedigree vegetal y en la arboleda hay ejemplares de la familia tal, de los tal de toda la vida…Aunque así fuera, nunca vuelven algunas cosas. Como la confianza cuando la pierdes, o el respeto cuando te defraudan.

Volver, lo que se dice volver, no sé si con este artículo vuelvo, como desconozco si antes de él me he ido. Simplemente llegaron los tiempos previos a las vacaciones y el descanso me llegó como se me fue el cansancio. Aunque nunca me cansé de escribir, parece que algunas pausas son obligadas, que no impuestas. El caso es que se fueron esas vacaciones, seguro que por muy distinto camino al que tomaron para llegar a mí. Se han preguntado alguna vez dónde están las cosas existentes cuando no las vemos. El amor, ¿dónde queda cuando llega el desamor? Y si a éste le sigue una reconciliación, ¿el desamor se despoja del “des”, o estamos ante un amor renovado que nada tiene que ver con su negación?

No sé si sirve de algo hacerse preguntas sin respuesta. Qué orfandad la de una interrogación sin contestación. Y qué despilfarro el responderse sin una pregunta. ¿Habrá algo más embarazoso que preguntarle a alguien y encontrarse con el silencio? Como no sea dar una respuesta y que te digan que quién te ha preguntado… Pero eso es con la gente. A solas todo es muy distinto. En soledad ni te marchas ni regresas. Eres como un espigón, que sólo es testigo de los barcos que van y vienen, pero que permanece anclado al hormigón armado que lo sustenta. Ahora que lo pienso, qué tristeza la del rompeolas, ¡a la orilla del mar y con la única finalidad de que le abofeteen las olas!

Hay esperas que nunca finalizan y que te convierten en una Penélope cualquiera sin nada que entretenga la desesperanza de esperar a quien nunca llega. Y no tejes ni destejes hilos de seda, de algodón, de lana o de lino. Sólo construyes mentiras que te hagan olvidar el dolor de la espera, la desesperación de la soledad obligada. Nada hay peor que estar sola cuando quieres estar acompañada…por quien no quiere estar contigo. Puede que a veces de tanto esperar ya no sabes ni qué ni a quién esperas. Tal vez entonces en lugar de querer que vuelvan, empiezas a estar de vuelta.