POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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UNDERGROUND


Underground es una palabra inglesa con muchos y muy variados significados. Pero me voy a quedar con uno: subterráneo, bajo tierra. En los últimos tiempos si alguna vez me despierto por la noche siempre tengo un pensamiento para los 33 mineros chilenos encerrados a 700 metros de profundidad sin posibilidad de salir por ellos mismos. Absolutamente dependientes del mundo exterior para poder escapar de un lugar que aspira a convertirse en tumba comunitaria, y totalmente expuestos a su fuerza interior para poder resistir una experiencia que sólo con mucha cordura podrá evitarles la locura.

Nadie que sepa del funcionamiento de la mente humana puede ignorar los peligros para la estabilidad emocional y mental en su conjunto de un hecho como el que ha encerrado sin escapatoria a 33 hombres en un refugio oscuro y hostil bajo tierra durante mes y medio ya. Hombres que poco tienen en común entre sí, como no sea el oficio de mineros. Un grupo humano variopinto y heterogéneo en las más adversas condiciones, mientras las perforadoras tratan de llegar a ellos a través de diferentes planes. Una trama perfecta para una novela o el guión de una película. Pero cuando me despierto en la noche y les pienso allí abajo, en una cárcel natural de la que será arduo y complicadísimo escapar, viviendo segundo a segundo los días que desde aquí arriba y en la distancia no llegamos ni a imaginar, admiro que hasta el momento no hayan sido víctimas del miedo que sin duda acelera sus corazones en el silencio negro de su encierro.

Leyendo sus historias y mirando sus rostros no es difícil entender que su vida se aferra desesperadamente a la sonda que les comunica con el exterior y sus familias. Pero si no es fácil evitar la sensación de asfixia al tratar de ponerse siquiera mentalmente en su lugar, aún más complicado es entender que no hayan sucumbido a la más brutal e insoportable claustrofobia. Y empiezas a entenderlo todo un poco mejor cuando lees algo sobre sus personalidades y el rol que han adoptado algunos de ellos, especialmente cuando sabes que uno de estos mineros atrapados se ha convertido en el líder de todos, de manera que no se equivoca nadie al señalarle como el auténtico salvador del grupo.

Hay que recordar que hasta que arriba supimos que estaban vivos, abajo sobrevivieron sin apenas nada que echarse a la boca durante más de dos semanas. En esas condiciones, mucho más penosas que las actuales, y sin poder esperar más que se les diera por muertos, y que por lo tanto su destino más probable fuera quedarse allí ya para siempre, que uno de ellos tuviera la fuerza para poner orden y luchar por su supervivencia es no sólo admirable sino sobretodo la explicación de que aún sigan respirando y con muchas posibilidades de ser rescatados sanos y salvos.

Espero que se les pueda sacar sin problemas en las cápsulas- jaula ideadas  para ello y que sea antes de lo previsto inicialmente. Sé que la experiencia les marcará de por vida, para lo bueno y para lo malo. Pero que nadie tenga la menor duda de que si todo sale como deseamos, en Chile y el resto del mundo, será gracias a quien supo que más allá de individualidades o juegos de heroicidades está poner la capacidad propia al servicio de un grupo. En este caso, al líder le va tanto la vida propia como la del resto del conjunto de hombres humildes que sólo querían ganarse el sueldo y que sin saber ni cómo se han transformado en héroes de una sociedad falta de estímulos para soñarse especial. Deseo de corazón que una vez que salgan del pozo que les aprisiona sólo dejen bajo tierra sus miedos y sean capaces de volver a vivir y sentir la libertad de estar vivos.