POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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ESCRIBIR


Escribir es crear. Te enfrentas a un folio en blanco, de papel o virtual, y vas dejando que tus dedos traduzcan a palabras lo que quieres decir. Hasta aquí, fácil de explicar. Paso a paso y a través de conceptos sencillos podemos ir adentrándonos en el misterioso mecanismo que subyace en escribir. Así que vamos a detenernos en las tres ideas apuntadas. Creación. Enfrentamiento. Y algo que decir. Creación como obtener un resultado a partir de la nada. Enfrentamiento como poner enfrente, afrontar. Y algo que decir, como lo opuesto a esa nada de la que se parte antes de cualquier creación.

Crear, realizar algo que previamente no existe. Pero, ¿se parte realmente de la nada? La creatividad, como capacidad de crear. La imaginación, como espuela de esa creatividad. La formación personal, más o menos culta (aprendida), más o menos natural. ¿No son elementos importantísimos que van a hacer posible la obra resultante, sea un artículo, un poema o una tesis doctoral, pongamos por caso, influyendo además muy mucho en el resultado final?

Enfrentarte al folio en blanco que tienes ante ti, mudo y sordo, indiferente y tal vez expectante. “A ver de qué me viste ésta hoy”, pudiera decirse en silencio mientras mira como lo miras, sin posibilidad de participar mínimamente activo en ese acto de creación para el que sirve de mero soporte pasivo. Pero al estar frente a ti te permite sentir que adopta la situación de quien te leerá, otro elemento fantasma y pasivo en el momento mismo de estar escribiendo, pero que, al contrario que el soporte material de lo escrito, será parte activa e imprescindible en el proceso de comunicación que se da entre escritor/ escritora y sus lectores/ lectoras.

Algo que decir. ¿Sólo? Algo, mucho. Un tema, varios. Pero al final, algo que decir. Si no quieres producir literatura hueca. Aunque todo puede ser válido si el resultado conecta con quien lee. Por ejemplo, a mí me ha encantado desde siempre Jack Kerouac, poeta y novelista nortemericano de la generación beat. Y algunos de sus escritos, contaba él en su maravilloso “Ángeles de desolación”, los hacía abriendo al azar alguna obra literaria por aquí y por allá, y expresando lo que le iba sugiriendo. Mayor improvisación en la inspiración no cabe. Pero era un poeta y escritor con un talento incuestionable, de los que abren caminos. Nunca mejor dicho si recordamos que su obra más conocida mundialmente es “En el camino”.

Por supuesto todo es mucho más complejo que este acercamiento teórico a algo que se presta poco a la teoría. Siempre me han parecido absurdos los talleres literarios en los que te enseñan a hacer literatura. Porque a escribir, como a leer, te enseñan en la escuela a muy temprana edad. Creo que es lo más preciado del aprendizaje escolar, sin duda. Ahora bien, ¿cómo te van a enseñar a ser escritor/ escritora? No asistiría jamás a ese tipo de cursos. Distinto es escuchar a los diferentes creadores de la palabra acerca de su experiencia en el proceso de escribir. O escucharles, leerles, sobre cualquier tema, que me parece interesante al máximo saber qué piensan los profesionales de la escritura.

Quiero acabar con unas palabras de Vargas Llosa, flamante premio Nobel de Literatura 2010, surgidas en un artículo sobre las reflexiones que realizó a solas en los catorce minutos que mediaron entre que le comunicaron por teléfono desde la Academia Sueca que era el elegido este año, tras casi tres décadas “sonando” como favorito, hasta que se hizo público en los distintos medios de comunicación y supo que era verdad y no una broma, como llegó a temer. “Y pensé en lo maravillosa que es la vida que los hombres y las mujeres inventamos, cuando todavía andábamos en taparrabos y comiéndonos los unos a los otros, para romper las fronteras tan estrechas de la vida verdadera, y trasladarnos a otra, más rica, más intensa, más libre, a través de la ficción.” Palabra de un excelente escritor al que hay que felicitar por el más prestigioso galardón de las letras.