POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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ENCUENTRO LITERARIO


Me invitaron a un encuentro literario en Castillejar y acepté gustosa. Resultó ser el 8º Encuentro de Escritores Castillejar 2010 y debo decir que ha sido una experiencia muy gratificante. Cojí el coche y en medio de la lluvia atravesé un maravilloso paisaje hasta llegar a este pueblo que cuenta con un magnífico teatro en el que tuve el placer de ser parte de un evento en el que la literatura era la protagonista a través de las vivencias de seis autores muy diferentes. Sólo leer sus notas biográficas ya se advertía la diversidad, pero también resaltaban las notas comunes de pertenencia, al menos emocional, a las comarcas de Huéscar y Baza, amén de ser escritores, lo cual no quiere sino decir que todos nos dedicamos a escribir.

En realidad era una jornada dedicada por completo a la literatura, con una completa programación variada y muy acertada, por lo que antes de nada vaya por delante mi felicitación a los organizadores y al Ayuntamiento de este bello pueblo de la altiplanicie granadina. Poesía y prosa de la mano en las intervenciones de talleres de mujeres y en la participación de un grupo de alumnos y alumnas de Primaria con un precioso y emotivo homenaje a Miguel Hernández en el centenario de su nacimiento. Ver a los niños y niñas recitando el poema que entre todos han escrito sobre la vida del poeta Miguel, acompañando los versos con sus bellos dibujos infantiles, fue una experiencia única que me hizo admirar la callada labor de los maestros y maestras que en el espacio de las aulas tienen a bien inculcar en la infancia el amor por la poesía. ¿Quién no recuerda el primer poema aprendido en la escuela y recitado en las casas ante la alegría de nuestros padres? Creo que nadie olvida nunca cuándo aprendió a recitar una oración y una poesía.

En cuanto al encuentro específico de escritores, éramos dos mujeres y cuatro hombres, con nuestras diferentes maneras y esencias, con distintas concepciones del escribir, pero enseguida surge un hermanamiento. Nos entendíamos. Cuando hablábamos, sabíamos qué queríamos decir sin dar demasiadas explicaciones. Y es que el proceso creativo es semejante aunque el resultado sea absolutamente diverso. Por eso no sólo compartíamos las vivencias con los que asistían como espectadores, sino además y de una manera muy especial entre el grupo que explicaba, o al menos lo intentaba, cómo vive la experiencia de escribir y todo lo relacionado con ella desde puntos de vista diferentes pero nunca divergentes.

Hacía apenas una semana del homenaje que se había brindado en Baza a los poetas Luís Rosales y Miguel Hernández, que este año hubieran cumplido un siglo, uno muerto a los 82 años tras una vida literaria larga y fructífera y el otro perdiendo la vida con 31 años en una de tantas prisiones por las que le obligaron a pasar por haber tenido la osadía de cantar a la libertad. Dos preciosos homenajes en los que la escasez de gente participando en ellos no mermaron el calor de la entrega de los que allí estuvieron recordando a dos poetas muertos a través de sus versos y poemas absolutamente vivos.

Y yo desde aquí lo que deseo es pedir a quien corresponda que la literatura no sea algo que se viva en ocasiones puntuales cuando alguna excusa como el centenario de la muerte o del nacimiento lo requiera. Los que nos dedicamos a escribir lo hacemos día a día y nos gusta compartirlo con los amantes de la lectura. Porque lectura y escritura van de la mano. Y es un gran placer compartir no ya sólo fragmentos de la obra que poco a poco vamos creando, sino el mismo proceso de la creación. Pongan la ocasión y ahí estaremos sin falta y deseando que los palcos no estén vacíos.