POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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DE LA AMISTAD (y 2)


…Te haces mayor y tu concepto de la amistad es tan diferente al que tenías en la niñez como tú mismo. A veces he llegado a pensar que son pocas las personas que creen en algo, amistad incluida. Es cuando la actitud de quienes te rodean te hace sentirte una isla en un océano, una rara avis en medio de una multitud que comparte poco o nada contigo, empezando por los conceptos de los grandes abstractos que nos acompañan de por vida, con un contenido diverso según la edad, caso de la amistad.

Un amigo es un tesoro, te dicen mecánicamente, como se habla con prejuicios, y con los años te sientes realmente afortunado si puedes llamar a alguien amigo, aunque es un término que empleas con mucha menos rapidez y a la ligera. Hay mucha gente que habla de amistad y parece que no tiene idea de cómo aplicarla en la práctica, y un amigo no puede quedarse de ninguna manera en el plano teórico. Es por lo que me gusta repetir eso de “no te llames tanto mi amigo y demuéstrame que lo eres”. Y no es una simple cuestión de egoísmo, de exigir que te den una prueba de amistad para hablar de ella, aunque también algo de eso hay, para qué engañarnos. Porque aunque sea verdad que un amigo no pide, también lo es que da, y si no existe ese intercambio de generosidad que se presupone entre amigos, algo falla. El déficit no puede achacarse a quien pide cuando no recibe, sino a quien recibe y no da, haciendo surgir la decepción ante la ausencia de bilateralidad. Ésta es absolutamente precisa en las relaciones entre personas.

La amistad es demasiado compleja para dibujarla con palabras en un artículo como éste, para siquiera dar un boceto que te sirva de guía para explicar tus ideas sobre ella. Pero lo que está muy claro y en lo que no es difícil concordar es que nadie puede decirle a nadie cómo quiere que sea como amigo. ¿De qué sirve que te digan cómo quieren que sientas? o sientes o no sientes, y además sientes a tu manera. ¿Para qué explicarle a alguien lo que esperabas en caso de necesitar la ayuda de su amistad? Y después está que has de querer lo suficiente a alguien para dar sin esperar nada a cambio, y no sentirte mal y en cierto modo estafado cuando no recibes lo que esperabas. Sin embargo, si eso ocurre es porque realmente no te entregaste altruistamente. Aunque tú lo envuelvas en un no estar dispuesto a ser siempre amigo y no sentir que el otro lo es contigo.

A día de hoy, superada hace mucho la edad de las entelequias gratuitas, no creo que haya en la amistad mucha generosidad de la que no espera nada a cambio. Precisamente, si se rompen las relaciones con los supuestos amigos de toda una vida es porque en un momento dado, generalmente cuando te encuentras mal, ellos no están a la altura de tus expectativas. Es decir, no te entregan lo que esperabas recibir; ergo, algo esperabas, y al no recibirlo es cuando te sientes defraudado por todo lo que previamente habías tú ofrecido. ¿Dónde queda la generosidad, la no exigencia, la entrega desinteresada? En ninguna parte, porque sencillamente no existen. Nadie da nada por nada, aunque igual llega a dar todo por todo. Es complicado, pero muy sencillo al vivirlo. A todos nos emociona generalmente que alguien nos ofrezca su entrega sin que se la pidamos; de igual modo, no podemos evitar sentirnos estafados cuando la persona a quien hemos llamado amigo o amiga nos falla.

Cuanto más cerca nuestro sentimos a los amigos, más dolor ante su pérdida al cerciorarnos de que la amistad es una palabra que les queda grande. De la misma forma en que mayor es nuestro agradecimiento cuando quien ni siquiera estaba en nuestro corazón ocupando la parcela de la amistad es quien verdaderamente se porta demostrándola cuando tú más la necesitas. Pero hay que mimar la amistad, tanto como el amor, porque es una dimensión más de éste, al menos aún creo eso a estas alturas de mi vida, que no es poco. Hay que compartir lo bueno y lo malo, recrear vivencia a vivencia las relaciones e ir construyendo, nunca unilateralmente, el maravilloso vínculo al que hemos dado en llamar amistad. Sólo quien posee algún amigo sabe la verdadera importancia de tenerlo. De no ser así, al menos contará con la suerte de que mientras haya vida podrá encontrar, en sus múltiples vericuetos, alguien a quien llamárselo y que te lo llame.