POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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TODOS CON LORCA


Estamos acostumbrados a ver los grandes desastres por televisión y que ocurran a muchos miles de kilómetros. Por eso, cuando la zona afectada por uno de ellos nos queda tan cerca como Lorca, nos sobrecogemos un poco más, y también nos angustiamos, por la cercanía y por la semejanza de características a nivel sísmico. Tanto Granada como Murcia compartimos el que nuestros cimientos están levantados en un suelo que en un momento dado puede transformar su firmeza en fragilidad y ser tan inestable como un flan.

Que un seísmo de no excesiva intensidad haya desplegado tanta carga destructora, asusta. Surgen muchas preguntas sobre la eficacia de una normativa urbanística y su aplicación y control. Que haya un terremoto en un lugar situado sobre dos placas tectónicas condenadas a chocar y tenga consecuencias tan devastadoras y mortales, te hace pensar si las medidas de prevención necesarias en estas zonas se llevaron a cabo correctamente. Pero no es tiempo de preguntas, sino de ayuda y apoyo.

El seísmo de Lorca ha dejado un reguero de 9 muertos, casi 300 heridos, el 10% de los edificios de la ciudad afectados con mayor o menor gravedad, la población infantil y adolescente sin clases, las 14 iglesias de su patrimonio religioso cerradas, miles de personas sin vivienda refugiadas en tiendas militares…y miedo, mucho miedo entre los lorquinos, que desde la catástrofe han sufrido una treintena de réplicas que no han contribuido a tranquilizarles. Y además, ha sido un zarpazo económico muy importante en estos momentos de crisis y desempleo. Las compañías aseguradoras hablan de 70 millones de euros, pero eso son sólo pérdidas; si les sumamos las ganancias que dejarán de darse, el panorama no es demasiado alentador.

Después está la situación actual de una ciudad herida. Para construir hay que terminar de destruir y levantar de nuevo. Una labor difícil, costosa, que requiere paciencia porque llevará años. Es el momento de la solidaridad y de ayudar a Lorca en la medida de nuestras posibilidades, sin permitir que se nos olvide en cuanto pierda actualidad. Hay que dejar que sus vecinos trabajen, pero solos no pueden, necesitan de todos los españoles.