POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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LA VIDA DA MUCHAS VUELTAS


Baza luce radiante en su primer domingo otoñal del año. La vega está salpicada por las humaredas que desprende por aquí y por allá la quema de matorrales. El humo se asemeja a nubes que ascienden al cielo y su olor nos recuerda que el verano ha quedado atrás con su lengua de fuego. La ciudad asiste impasible a la vida que recrea en las calles y alrededores su gente.

Paseando me acerco hasta la nueva escultura instalada en homenaje a los emigrantes que un día tuvieron que partir lejos de su hogar para tratar de hallar una vida mejor. Al conjunto formado por el padre que se va y la madre e hija que le despiden se une una pequeña maleta de las de antes, de aquellas que se aseguraban con correas cuando el pequeño universo material que se llevaba consigo el que emigraba apenas cabía en el estrecho contorno de la valija. Pudiera parecer un canto al pasado, pero nada más lejos de la realidad, por desgracia. Si sustituyéramos el equipaje por algún elemento más moderno, con asa y ruedas por ejemplo, la escultura adquiriría un significado más acorde con la actualidad.

Porque si en los años anteriores el flujo migratorio había cambiado su signo para sustituir emigración por inmigración, a día de hoy las tornas son otras muy distintas. Los que llegaron aquí en busca del maná que aliviara sus penurias económicas, cada vez con más frecuencia retornan a sus países de origen; mientras que somos nosotros los que nos vemos obligados a buscar mejores perspectivas muy lejos de casa. Y en el conjunto escultórico que alegra el rincón bastetano se podrían también sustituir las personas que lo conforman: sería mucho más certero que fueran los padres lo que despidieran a la hija ya mayor, representante de toda una juventud que ve cómo al cumplir con su parte de estudiar y formarse para el día de mañana ser autosuficiente, la sociedad le falla y se encuentra en el paro, sin experiencia y con un futuro bastante oscuro por delante.

Y es que la vida da muchas vueltas, no tantas como la Tierra aunque seguramente mucho más significativas y decisorias. Ya nos vale a los humanos tener bien claros y definidos los objetivos a perseguir, porque en caso contrario podemos sufrir un severo mareo, y está el mundo para soportar pocas zozobras. Esta humanidad a la que pertenecemos, incapaz de evitar y resolver las gigantescas contradicciones que sacuden nuestra existencia, quién sabe si llega a vislumbrar lo absurdo del engranaje que le atenaza.

Cómo si no analizar el hecho de que más de 900 millones de personas sufren hambruna crónica, sobre el manto especulativo de un mercado que juega a subir los precios como quien hincha globos, en tanto 1.500 millones padecen sobrepeso. Unos se mueren de hambre y otros se atiborran de comida. O qué pensar del derroche de recursos naturales tan esenciales para subsistir como puede ser el agua, que se malgasta sin miedo consumiendo muchísimo más de lo que se necesita, a la misma vez que en países como Chile o Nepal se ha ideado cazar la niebla para atrapar unos pocos litros de agua bebible.

Vivimos inmersos en un sistema de lo más contradictorio e ilógico, pero parece que estamos acostumbrados, porque nada o muy poco hacemos por cambiarlo, tal vez pensando de antemano que nuestros esfuerzos tendrán resultados tan ilusorios como esa tan poética y prácticamente infructuosa caza de la niebla en pos de agua potable.