POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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PASEO OTOÑAL

Octubre es un mes de belleza multicolor. Ni siquiera la primavera, con su adorno florido, puede competir con la hermosura de una naturaleza en plena transformación. Llega la lluvia y el agua limpia el aire, escurriéndose tejados abajo y obligando a los pájaros a hacer piruetas de vuelo urgente, sabiendo que tienen que buscar cobijo si no quieren mojarse. Caminar por la ciudad nunca es igual de un día a otro y según el recorrido. Nos movemos por las calles siguiendo muy diferentes itinerarios: cortos, rápidos y concisos si queremos hacer algo concreto; largos, pausados y abiertos cuando no nos dirige la prisa. Incluso podemos optar por dejarnos llevar sin rumbo, paseando por Baza en este otoño que tímidamente se atreve a acabar con un largo verano.

Nada más agradable en estos días que un paseo por las calles y los campos de alrededor. Baza luce limpia y fresca, acogiendo en su abrazo a los hombres y mujeres que en ella vivimos y soñamos. Andando por sus aceras te cruzas con distintos grupos de personas manteniendo conversaciones que te dan a conocer el pulso de la ciudad, a poco que las escuches entrecortadas por aquí y por allá. Unas crías comentan que tienen que hacer muchos deberes, y no puedo dejar de pensar que les queda toda una vida de estudios. Dos señoras mayores, elegantes incluso con un carrito de la compra, expresan la alegría de encontrarse y se extrañan de la buena temperatura a estas alturas del año. Varios adolescentes, desgarbados y llenos de energía, se pasan unos a otros una pelota de baloncesto y dejan tras de sí una estela de risas. Para pocas bromas, sin embargo, están unos cuantos abuelos que se lamentan porque el tren que quitaron parece que no vuelve, llevándose al pasar de largo muchas ilusiones. Haciendo una pirueta con la imaginación puedes formar parte por unos segundos de los muchos mundos y relaciones que laten formando un entramado, tan reconocible y tan nuestro. 

Apurando las horas de luz, Baza se prepara, y nosotros con ella, para unos meses de estar menos en la calle, antes de atrasar en unos días nuestros relojes y dejar atrás el buen tiempo. Ahora es un auténtico placer pasear por la Alameda, o la Plaza Mayor, o el Parque de la Constitución, o la Plaza de las Eras; y sentarnos en cualquier rincón vestido ya de incipiente otoño. Los jardines están preciosos y mirar el cielo es descubrir una paleta de húmedos grises que conjugan a la perfección con el olor de la tierra mojada. Llega el momento en que castañas y caquis dan aroma y sabor a las tormentas, cuando aireamos la ropa de entretiempo para que pierda el olor a alcanfor y sacamos los paraguas mientras nos vamos acostumbrando a que descargue una nube justo después de lavar el coche, sintiéndonos tan vivos como nuestra ciudad.