POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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LAS ALAS DEL AMOR

El otro día estaba leyendo a Pedro Salinas, un poeta que me encanta cantándole al amor, y me encontré unos versos en los que llamaba la atención sobre que si los pájaros se posan en los árboles es porque éstos no los atan y sólo les ofrecen su cobijo. Añadía a continuación que si las nubes no desertan del cielo es porque éste las deja elegir su propio rumbo. En el poema, Salinas compara el cielo con el amor, imaginando un sentimiento generoso y no posesivo que se expresa como una infinitud de caminos (posibilidades). Poesía de altura y gran profundidad la del poeta madrileño, que estudió Derecho y Filosofía y Letras.

Preciosas imágenes poéticas que me hicieron pensar por un momento en la soledad de los árboles sin pájaros y del cielo sin nubes, tan intensa como la del enamorado que pierde a su objeto de deseo por querer acapararlo. Cuando se ama a alguien no sólo se le ha de dejar volar, sino que hay que convertirse en sus alas si es preciso, y dejarle escoger su propio camino. Nadie debería vivir otra vida que no sea la suya, sin tener que encarar más dilemas que los personales e intransferibles. El amor es libertad y cuando uno se siente sometido, algo falla. No se trata de obedecer, sino de compartir; y esto será más rico cuanto más aporte cada quien de una pareja. Cuando uno de dos reproduce la historia del otro, éste pierde la oportunidad de conocer la personalidad de aquél.

Al alcanzar determinada edad se empiezan a ver las cosas tal y como son, no ya tal y como nos gustaría que fueran, y entre ellas la certeza de que el amor es un sentimiento muy difícil de experimentar en su verdadera dimensión. No es lo más frecuente encontrar personas que se amen auténticamente. Hay parejas que no se rompen por miedo; otras, por comodidad; otras porque ni se lo plantearían. Y no estoy hablando del enamoramiento de los inicios, más pasional y, por ello mismo, embriagador. Cuando el sentimiento arrebatador se calma, puede quedar el amor, o no. Y a estas alturas tengo muy claro que amar es un privilegio que no todos poseen. Aunque también es verdad que muchas veces quienes no lo conocen no tienen ni idea de que eso sea así. Evidentemente, no se puede añorar lo desconocido ni echar de menos lo que nunca se ha tenido.

Siempre he pensado el amor como compartir un proyecto común pero con dos individualidades con sus respectivos espacios, que si se dan la mano es para ayudarse, no para que el otro no se escape. Es demasiado aburrido cuando tu pareja es un reflejo tuyo, tanto como esos hijos en los que sus padres proyectan sus insatisfacciones y deseos no cumplidos, que se acaban convirtiendo a su pesar en los quise y no pude de sus progenitores. Tiene que ser muy triste que alguien esté contigo porque no puede irse. Desde luego me parece muchísimo mejor y más satisfactorio que se quede porque quiere acompañarte. Sólo si amando te sientes libre, habrás conocido y disfrutado las alas del amor.