POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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NUESTRA CIUDAD

Baza es nuestra ciudad, y no, no es una verdad de Perogrullo, sino querer acentuar el sentimiento de pertenencia. Es de todos los bastetanos, aunque seguramente cada uno nos acerquemos hasta ella de muy diversas maneras, nunca iguales pero siempre con idénticas realidad e historia como telón de fondo común.

Podemos, en un momento dado, vivir nuestra ciudad como si de una relación materno-filial se tratara. Baza madre y nosotros sus hijos, acogidos por ella en una actitud protectora, necesitada sin duda de nuestra correspondencia. Como si en los primeros años fuéramos los protagonistas, a lomos de la infancia, de su vigilante cuidado y, al crecer, la responsabilidad de su tranquilidad y bienestar nos incumbiera por completo.

Nada extraño tampoco sentirla con emoción de enamorados, compartiendo con ella los más íntimos secretos del corazón. Nuestra ciudad, Baza, femenina y sabia, con la experiencia que da un silencio de siglos enmarcado en el montañoso contorno de su hoya. Bella y no demasiado presumida, acostumbrada a ver pasar la vida sin llamar la atención, Baza se extraña a veces de que los caminos que se cruzan en ella sean la oportunidad de que los caminantes se detengan a descansar en sus calles y plazas…¡tan ensimismada vive en sus mujeres y hombres!

Baza, madre o enamorada; hermana o amiga. Baza nostalgia, Baza alegría. Baza musa, con sus noches cuajadas de estrellas y las risas de los niños como la mejor de las músicas, inspiración de quienes necesitan expresar y ofrecer a los demás las sensaciones que en ellos provoca. Un amplio conjunto  de aspectos diferentes de la ciudad en la que inventamos día a día nuestra existencia particular. Aunque a decir verdad, Baza sonríe divertida si nos sentimos singulares, recordando por un instante los millones de vecinos únicos que se fueron sucediendo en el tiempo. Ay si Baza hablara…pero calla y acrecienta su misterio.

Baza es nuestra ciudad y debiéramos por ello cuidarla entre todos, responsabilizándonos personalmente de que luzca hermosa y nueva, respetando su manera de ser y estar a lo largo de miles de años en los que conformó, detalle a detalle, su personalidad. A fin de cuentas nosotros pasaremos y dejaremos de existir, y Baza seguirá cuidando y esperando ser cuidada, en natural correspondencia, por quienes vendrán después de nosotros y la sentirán igualmente suya.