POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
Para remitir sus comentarios, clique AQUÍ

EL JUEGO DE LAS MUÑECAS RUSAS

Amanece un domingo perfecto para celebrar el día de Santa Bárbara, patrona de Baza. Mañana de niebla que se abre para degustar el vino del país buscando un poco de sol entre la abarrotada Plaza Mayor. Día de fiesta con los ingredientes habituales en toda tradición que se precie: un toque religioso con procesión exprés, misa y la santa de regreso a la hornacina; música, baile y a beberse unos vinillos con chacinas o palomitas y hasta un poco de babolla si hay suerte. Después subir despacito por Alhóndiga, Caños Dorados y Plaza de la Eras. Pasear desde la Plaza Mayor hasta la Alameda posee un nostálgico encanto. Cada vez que hago ese recorrido es como si incluyera otro dentro de sí, al tiempo que a su vez queda incluido en el siguiente, tal que si de una muñeca rusa o matrioska se tratara.

He hecho ese trayecto, ida y vuelta, siendo niña, adolescente y adulta. Con frío, muchísimo frío, viento helado, lluvia, calor, insoportable bochorno. De día, de noche, a solas, acompañada. Sintiéndome feliz, desdichada, enamorada, enfadada, desengañada. Vagando haciendo tiempo, acudiendo impaciente a una cita, camino del trabajo, de compras o de copas. Al final, todo eso, y mucho más, lo amalgamas a base de memoria y recuerdo y te acompaña en cada paso que das. ¡Tiene tantas capas la memoria! Sobre un manto de recuerdos se posa otro, y uno más sobre éste. Así que nunca vamos desnudos de nosotros mismos. Cada vivencia que hayamos fijado en la memoria, porque de un modo u otro nos impactó para bien o para mal, podrá ser evocada consciente o inconscientemente ante los más variopintos estímulos: un olor, música, la luz, un encuentro…

Frente a inesperados resortes se van abriendo las muñecas rusas una a una, con su propia identidad diferenciada nítidamente del resto pero formando parte de un todo. De ahí la importancia de ir asentando la experiencia a base de no dejar problemas irresolutos atrás. Es de dentro afuera como ha de fluir el bienestar, porque es el modo de no hacerlo depender de algo que escape a nuestro control y responsabilidad. Sólo estando bien con nosotros mismos podremos avanzar con armonía. Porque de igual manera que no podemos desnudarnos de nosotros, tampoco podemos escapar sin todas y cada una de las muñecas que albergamos en el interior. Pero es que conforme vivimos y crecemos, una nueva matrioska se va perfilando y encerrándonos en ella, en un continuo que va de la muñeca bebé a la muñeca anciana.

En todo ello voy pensando mientras llego a la Alameda y me recibe un boj nevado de hojas muertas y la fría humedad que hace brillar la piedra bajo los rayos de un sol que calienta las manos frías. Santa Bárbara nunca estuvo en Baza y seguro que le hubiera gustado. Que le agradara también ser patrona de todo lo relacionado con los explosivos y la electricidad, ya no lo sé… ¡pero esas son ya historias que escapan del santoral!