POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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FELICES FIESTAS


La Navidad es una de esas fiestas, como la de los toros, que te gustan o no te gustan, no hay punto medio. Tradición asentada donde las haya, o la tomas o la dejas, pero no te queda otra que vivirla. Con felicidad quienes la esperan ilusionados año tras año; con resignación, quienes no la soportan.

Pero nos atraiga o nos repela, la Navidad forma parte de nuestras vidas y los recuerdos asociados a ella son esenciales en la memoria. Creo que es un tiempo especialmente atractivo en la infancia, porque tiene muchos elementos mágicos para los ojos vírgenes de niños y niñas. Luces, belenes, árboles, regalos, los Reyes Magos tras la estrella que les guía, dulces, villancicos, disfraces de pastorcillos…Los días navideños propician que los más pequeños se sientan protagonistas de un cuento de frío en las calles, cuando no de nieve, y crepitante fuego en las chimeneas de las casas.

Tienen las navidades varias fases muy diferentes entre sí, que se repiten en la generalidad de hogares y ciudades. Los primeros días los dedicamos preferentemente a las compras, no sólo de regalos, sino de todo lo relativo a la gastronomía, importantísima en toda navidad que se precie. La Nochebuena es el día familiar por excelencia en estas fiestas, sentando alrededor de una mesa a quienes no suelen reunirse conjuntamente el resto del año. El grado de cohesión de una familia pasa un importantísimo test cada 24 de diciembre, compartiendo mantel con personas que, si no fuera por lo que es, jamás lo compartirías. El día de Navidad propiamente dicho suele ser testigo de una resaca y un empacho nacionales: imposible vestir de lógica la voraz ingesta de comida y alcohol, característica de estos días.

Tras estas dos primeras fechas, la época pierde mucho de sus inevitables nostalgia y tristeza entre los adultos, sobretodo cuando cada vez hay más seres queridos ausentes a los que recordar. Los días importantes que restan son mucho más alegres y dados a la ilusión y al divertimento. Los Santos Inocentes es una celebración infantil que seguro que está en el origen de la vocación de muchos magos; y Nochevieja se presta a la risa y al festejo incansables, convirtiendo al Año Nuevo en otro día de descanso para el guerrero, en que hasta el leve sonido de una pequeña pandereta puede parecernos una excesiva locura de decibelios.

Finalmente, los Reyes Magos cierran unas fiestas en las que se han tenido que acostumbrar a no ser los únicos que se dedican al noble oficio de repartidores de presentes y hacedores de sueños. Papá Noel ha adquirido un progresivo protagonismo en las últimas décadas, dándoles la posibilidad a los niños de recibir regalos no sólo la víspera del regreso al colegio, sino al empezar las navidades, con lo cual pueden disfrutar de ellos mucho mejor y más tiempo. Toca, pues, adentrarnos en el frío diciembre con la posibilidad de convertir la Navidad en un tiempo de callejear e ir de compras, compartir momentos inolvidables con la familia y las amistades, empezar un año nuevo con toda una mochila cargada de buenos deseos y mejores propósitos; en definitiva, de pasar unas felices fiestas. Así sea.