POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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PÁGINA EN BLANCO


Tiene enero una connotación de novedad que le da ser el primer mes del año que el tiempo y la vida nos regalan, sí o sí, cada 31 de diciembre a las 12 de la noche, nos comamos o no las tradicionales uvas acompañando las campanadas que suponen poner a cero todos los contadores existenciales. Año nuevo, vida nueva, se dice, y cabe preguntarse si realmente cada primero de enero es la oportunidad de empezar a andar nuevas sendas en los mismos o distintos caminos, o si sólo estamos ante un formulismo vacuo más, de tantos como nos hemos habituado a usar socialmente.

Aunque la mayoría de la gente vive sin demasiadas complicaciones el cambio de año, como una simple anécdota sin mayor algarada en el curso de los días, ni qué decir que para algunas personas se convierte en un acontecimiento significativo que hay que vivir de un modo también especial. ¡Sería demasiado aburrido el panorama si no se le añadiera algún bulle-bulle para transformarlo! De modo que enero es propicio para vestirlo de página en blanco de un cuaderno recién estrenado, lo cual ya es de por sí estimulante, no me lo negarán.

Todos los amantes de blocs y libretas sabemos que si no queremos coleccionar meros tacos de hojas en blanco, hay que dedicarles tiempo e ir dejando en el papel rastros de vida a los que el tiempo va otorgando su verdadero significado. Igualmente, hay que llenar el recién estrenado año de vivencias lo suficientemente importantes como para que dejen su impronta diferenciadora. Es una pena que llegue otra vez el fin de diciembre y aparte de asombrarnos de que haya pasado tan rápido todo un año, tengamos que aceptar que no hemos hecho sino dejarnos llevar…

Se puede vivir la renovación sin grandes cambios pero a veces una mínima variación nos permite abrir la puerta a nuevas y múltiples oportunidades. Y si no podemos hablar de puertas, al menos abramos ventanas, que airearse siempre es necesario. De manera que no sé ustedes, pero yo ya estoy garabateando mi nueva página en blanco, como el regalo más preciado de todos cuantos se me conceden sin pedirlo. Ahora bien, ocurre que al encarar nuestro día a día, a veces escribimos un capítulo más, continuación del anterior; otras, sin embargo, hemos debido cerrar previamente un libro para empezar uno nuevo. Es lo que llamamos pasar página, algo tan importante como coger más papel. No es tan fácil saber cuándo ya está todo dicho si queremos evitar repetirnos, por lo que hemos de apreciar el auténtico valor del silencio. A veces, callar es otra forma de poner contadores a cero y saber qué queremos sin demasiadas interferencias.

Felicitémonos, pues, por el nuevo año, más allá de la tradición y de las consabidas maneras para vivir en sociedad. Tenemos ante nosotros el reto de llenarlo de contenido para hacerlo único e inolvidable. Cada día es un posible recuerdo para el resto de nuestras vidas, así que no lo dejemos escapar como vamos arrancando las hojas del calendario. Porque cada página en blanco nos recuerda que hay que vivir viviendo.