POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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TIEMPOS DUROS


Con augurios de nieve estrenamos semana, recién actualizados los datos del padrón de nuestra ciudad, que nos indican que ya somos más de veintidós mil los bastetanos, unos pocos hombres más que mujeres, aunque éstas son más numerosas a partir de los 65 años -sería interesante conocer los distintos factores que influyen en esa inversión de frecuencias, aunque abordarlos es cosa de especialistas-. El caso es que los vecinos y vecinas de Baza hemos empezado el año nuevo con los mismos aires de crisis con los que acabamos el 2011. Con la particularidad de que en sólo diez meses habremos pasado por tres procesos electorales.

No sé si es muy adecuado ante tanta dificultad económica, pero a finales de marzo podremos decir que hemos tenido elecciones locales, nacionales y autonómicas en menos de un año. Lo cual ni siquiera contribuye a que se rompa el creciente distanciamiento entre la clase política y la ciudadanía, con el eco cada vez más difuso de una indignación callejera que no ha sabido reconducirse a nivel práctico, creando, por ejemplo, un partido político que recogiera todas las demandas que surgieron en las asambleas ciudadanas en las plazas de las más importantes capitales españolas. De nada sirve quejarse si no se crea algo que propicie la desaparición de las causas de tanta queja, o la aparición de todo lo que pueda suplir aquello de lo que carecemos. Porque los políticos serán nuestros representantes, pero sólo nosotros somos los protagonistas de nuestras vidas.

A la cansina crisis económica, que padecemos desde hace ya demasiado, se le une una serie de lacras que se han instalado, cómodamente, en la sociedad actual; como la violencia machista, que asesina a mujeres día tras día, o las mafias de la droga, de la trata de blancas y tantas otras. Graves problemas sociales frente los que los mecanismos creados para evitarlos  no parecen surtir mucho efecto. Aunque nada más escandaloso en este tiempo de dificultades económicas tan enormes en la mayoría de los hogares de nuestro país, como el conocimiento de los casos de corrupción entre los políticos de uno u otro signo ideológico, a los que se suman banqueros, funcionarios y hasta un miembro de la familia real. Si a los desmanes de tanto corrupto le añadimos el derroche de dinero público invertido en mesiánicos proyectos sin futuro, de los que los medios de comunicación nos dan cuenta un día sí y el otro también, no es extraño el desasosiego que los bastetanos compartimos con el resto de los españoles y de los europeos, por no extenderme más allá.

Vivimos tiempos duros y para poder remontarlos parece ser necesario tomar decisiones difíciles también. Supongo que nadie tiene la clave para dar paso a días más fáciles, porque se ganaría el cielo, pero dudo que se trate sólo de hacer recortes presupuestarios por aquí y por allí. Si consumir reactiva la economía más que ahorrar, no es improbable que sólo recortar sea igualmente improductivo. Todo son dudas, pues la certeza nos hubiera permitido remontar, pero si hay algo en lo que coincidimos es en que es el momento de arrimar todos a una el hombro para poder salir de este pozo, en la seguridad de que lo conseguiremos.