POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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EL VALOR DE LA DIFERENCIA

El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.
- Friedrich Nietzsche -

Pocos hubieran imaginado que en la última ceremonia de los Oscars la gran triunfadora fuera una película francesa en blanco y negro y de cine mudo. Y mucho menos los productores que fueron rechazando el proyecto antes de que fuera realidad, precisamente por las características que finalmente han superado dificultades y obstáculos para transformarse en los rasgos que marcan la diferencia entre una película más y una obra maestra. Su director, sin embargo, no se amilanó ante las negativas a financiar su creación, seguro como estaba de tener algo válido y que podía calar en el espectador, más allá de los prejuicios y de las tendencias o modas, que en esto del arte ya vemos que no son muy de fiar.

Pero ¿son válidos los juicios previos en algún ámbito?, ¿puede la gente dejarse llevar por los cánones establecidos con la mínima seguridad de no perderse muchas cosas que otros arrinconan a un lado del camino? Estoy segura de que elegir una opción propia distinta a la predefinida es tan importante como no dejarse llevar por corrientes ajenas. Por aquí, por allí, a parar, podemos continuar…, nos dicen, pero no por ser sociables hemos de ser personas uniformadas y homogéneas, tampoco obedientes porque sí. Precisamente la chispa que hace a alguien atractivo es su personalidad; es decir, el conjunto de sus rasgos diferentes y diferenciadores con respecto a los demás.

Podemos llegar a ser elementos de una masa, integrantes de un gran grupo, pero ante todo somos individualidades. Lo cual no resta, sino que supone posibilidades exponenciales de crecimiento personal. Nadie tiene derecho a tratar de acallarnos porque seamos distintos. Ni nadie es mejor, tampoco peor, sólo porque se mueve en un curso ya dibujado antes de seguirlo. Puede que sea más difícil andar por libre, pero también es muy gratificante seguir un recorrido del que eres responsable porque es tuyo. Decir que no es factible andar tu propia senda o simplemente caminar sin rumbo campo a través, si eso es lo que te place, es tanto como decir que a estas alturas es imposible que triunfe una película muda y en blanco y negro, siendo además europea en el imperio cinematográfico americano.

Cualquier opción es válida si uno cree en sí mismo. Si consideramos que nuestra conducta es la que nos piden corazón y cerebro, de nada han de servir las censuras ajenas, las opiniones contrarias, las zancadillas o puertas cerradas. Porque por encima y más allá de la importancia de la pertenencia a cualquier tipo de grupo humano, está el valor de la diferencia, ese que nos hace ser no ya uno más, sino únicos.