POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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TEORIZAR LA VIDA


Podemos pasarnos la vida esperando lo que a la postre nunca llega, o sencillamente dedicarnos a vivirla sin dar cabida a la esperanza, que no otra cosa es esperar, y ya se sabe que quien espera desespera. Pues poner en otros o en algo el listón o las metas es abrir innecesarios pozos a nuestros pies, ignorando que somos nuestra única certidumbre. De igual manera, nos movemos en un continuo en cuyos imaginarios extremos se mueven tu vida y las de los demás. Puede parecer una perogrullada afirmar que es nuestra vida la que hemos de vivir, pero si echamos una ojeada a las conductas de quienes nos rodean veremos que no es tan infrecuente que haya quien por agradar a los demás renuncie a su propio contento. Es una opción, desde luego, pero no la mía, eso lo tengo muy claro.

Somos nosotros mismos y el resto. Y éste se vale de etiquetas para influir en nuestras maneras, encajándolas y definiéndolas a base de adjetivos y sustantivos. A veces, por increíble que parezca, nos dejamos vencer por simples vocablos en este tan desigual enfrentamiento entre palabras y hechos. Absurdo. Si toda la influencia que tienen los demás en nuestro día a día es etiquetarnos, a nosotros y a nuestras correspondientes vivencias, bendita influencia. Porque puede ser reducida a la nada con simplemente  ser conscientes de que nada ni nadie, que no nos importe de verdad, puede siquiera ensombrecernos.

Ande yo caliente y ríase la gente, que cuando uno no quiere dos no pelean, y aunque no por mucho madrugar amanece más temprano, si madrugas Dios te ayuda, y tras la tempestad viene la calma, que es tan poético y sabio como decir que mañana de niebla, tarde de paseo. O lo que es lo mismo: en tanto sea uno el que decide el curso del río de la vida que le ha tocado, lo que opinen los otros no importa nada; porque si no entras en su juego no te podrán alcanzar con sus opiniones, y como estímulo y motivación definitiva te queda la certeza de que no hay mal que cien años dure y que después de la lluvia vuelve a salir el sol, despejando las preocupaciones y problemas.

Profundos pensamientos de personas a las que admiramos, reflexiones personales a partir de las propias experiencias, refranes populares o simples  chascarrillos (¿alguien duda a estas alturas que toda broma tiene una seria motivación?),…todo puede sernos útil a la hora de teorizar la vida. Cuando la teoría no es un cajón de sastre en el que volcar el quiero y no puedo de quien no entiende que no hay sistematización teórica que valga si ésta no implica y aplica una práctica real que esté más allá de especulaciones e hipótesis. Hay quienes viven sin más. Otros juegan a que viven, siempre pendientes de dimes y diretes. Los hay también que al vivir van construyendo un mundo paralelo de conceptos y conocimientos que retroalimentan lo vivido. ¡Somos tan diferentes entre sí los humanos a nivel conductual y mental, a pesar de ser tan semejantes fisiológicamente!

Pero una cosa sí me parece elemental y es que, con independencia de la opción que elijamos para nuestra vida, vivirla es lo esencial, nos guste o no un añadido de teoría.