POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
Para remitir sus comentarios, clique AQUÍ

CARPANTA NO ESTÁ SOLO


Tal y como están las cosas, con el paro en España cifrado en 5.6 millones, lo que vamos a tener que empezar a conmemorar no es el día de los trabajadores, sino el de los parados. Si a ello le unimos el carácter reivindicativo obrero del Primero de Mayo, celebrando la consecución de los derechos del trabajador a través de muchos años de historia y de lucha en la que no pocos perdieron su vida, ahora que nos están quitando muchos de esos logros históricos, ya me dirán si no parece que hemos ido hacia atrás…pues no sólo no vamos a más, sino que retrocedemos, que en esto de los avances laborales y sociales es algo que nos hubiera parecido imposible hace apenas un lustro.

Una celebración, el Día Internacional del Trabajo, en la que el movimiento sindicalista siempre tuvo un protagonismo especial, por sentirlo como la salvaguarda de las conquistas obreras frente al egoísmo de la patronal. Está claro que a día de hoy hasta estos mismos conceptos han dejado de servirnos, porque la realidad es muy diferente a la de antaño. En la actualidad, tan desesperados como los trabajadores, hombres y mujeres que no saben qué hacer, están los empresarios en su gran mayoría. Así, ya son 5.6 los millones de personas sin trabajo y sin ingresos con los que hacer frente a las obligaciones contraídas en épocas mejores, como puede ser la hipoteca: si no la pagas, te quitan el piso y el resultado es que sigues teniendo que pagar, y además has de buscarte otro sitio para vivir. Ni siquiera la dación en pago es una solución, aunque al menos no hay que seguir pagando por una casa que ya no es tuya. El gravísimo problema hipotecario nos puede servir como botón de muestra de la desesperación vivida por muchísimos españoles (para qué vamos a irnos más lejos, si es igualmente deprimente la situación general).

Empleadores en paro es igual a muchos más desempleados, y no consigo entender cómo pretende nadie acabar con esta situación, si en lugar de crear nuevos puestos de trabajo, se destruyen los ya existentes. A la vez, uno ve cómo se malgastan millones de euros en elecciones que podrían ser prácticamente gratis (¿acaso la gente necesita a estas alturas una campaña para saber qué va a votar? eso sería tras la muerte de Franco, hoy ya somos democráticamente mayorcitos); en instituciones duplicadas hasta la imbecilidad más supina; en gigantescos edificios en los que encerrar la minúscula inteligencia de quien los ideó; en seguir chupando de un bote que ya está prácticamente agotado… y no es raro preguntarse si tantos millones de personas sin saber qué hacer no harán finalmente algo. Porque hay que tener mucho aguante para ver, por ejemplo, cómo somos Europa respecto a las exigencias de recortes, para después repartir lo obtenido, tijeretazo por aquí, tijeretazo por allá, entre los bancos, no entre los ciudadanos, que desde luego lo necesitan mucho más…y comprobar al mismo tiempo que llega Argentina, nos atraca y el concepto Europa se difumina hasta desaparecer bajo la falta de apoyo y contundentes medidas para evitar algo así. ¿Acaso somos europeos sólo para las desventajas de serlo?

Hay cosas que uno no puede entender, porque la razón está para abarcar hechos lógicos, no absurdos desaguisados sin pies ni cabeza, pero como esto no cambie (y lo último que he leído es que nos faltan aún otros cinco años más para empezar a remontar), dentro de nada nos vamos a tener que ir debajo de un puente, a compartir hambre y vivienda con Carpanta. Aunque lo cierto es que son muchos ya los que le hacen compañía, en unos tiempos, además, tan difíciles, que es improbable que haya quien les pueda ofrecer con qué paliar necesidades y penurias.