POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
Para remitir sus comentarios, clique AQUÍ

QUIÉN HAY AHÍ


¿No se han interesado ustedes nunca, al ver una fotografía, por quién estaba al otro lado, captando con el objetivo de su cámara esa mirada personal?  ¿O por la persona que pintó el cuadro que en un momento dado, siempre distinto al de su creación, atraerá especialmente nuestra atención? ¿Podemos intuir rasgos de la personalidad del escritor a través de sus textos; o del músico que compuso esa canción que nos conmueve? ¿Llegamos a conocer al creador en general al acercarnos a su obra? A mí me parece evidente que un autor derrama su identidad en todo aquello que produce, y que perfectamente somos capaces de acceder a su universo personal, e incluso adentrarnos en su parcela emocional. No tengo más que pensar, verbigracia, en Picasso y en la pintura de sus épocas azul y rosa. Incluso sin saber nada de la existencia del malagueño universal, ¿cómo no adivinar el luto y su alivio a través de dichos colores?

Se dan conexiones en la percepción que van más allá del arte y que al experimentarse son algo así como la química que se establece en las relaciones personales. Igual que hay gente que te gusta y gente que te disgusta, así sin más, a primera vista y sin conocerla siquiera; también nos sentimos atraídos o nos repelen determinadas expresiones de la creatividad, cualesquiera que sean, incluso perteneciendo a un mismo autor y sin saber por qué. Lo que me hace creer que hay una comunicación que trasciende el medio en que se manifiesta. Como lazos invisibles que construyen un puente que te permite pasar al otro lado. Pues bien, abierto un puente, nada mejor que cruzarlo. A ver, imaginemos por un momento una fotografía, una pintura, una escultura, un poema, una novela, un edificio, una joya, una melodía, etc., que nos gusten particularmente. ¿Quién está detrás, cómo se siente, está solo o acompañado; a la hora de realizar lo que después nos atrapará, le rodea el silencio o el ruido; quería decir algo, o su técnica y su talento estaban desnudos de sentimiento…? Un complejo mundo se agazapa tras toda obra y extiende ante nosotros una alfombra roja por la que adentrarnos para saber quién hay ahí, inmortal aunque ya no exista.

Quedándonos en el mundo de los vivos, no hay que olvidar que los puentes se cruzan en un doble sentido. Así, también el que se expresa se pregunta por quién conectará con él y si le entenderá. Pero el autor, que elige su obra, no puede sin embargo elegir los receptores de ésta; al contrario que los que se acercan a ella, que optarán por pasar de largo o detenerse. Ahí son determinantes esa personalidad y ese estilo, que te atraerán o provocarán tu rechazo. Dejando a un lado, por supuesto, prejuicios de cualquier tipo que puedan distorsionar e interferir en la comunicación de la que hablo. Por ejemplo, cuando alguien lea este artículo, sin juicios previos, recuerden, y no me conozca de nada, ¿podrá saber algo de mí, si me encuentro bien o mal durante el rato que tardo en escribirlo?, ¿descubrirá a través de las palabras mis gustos, algún rasgo de mi forma de ser o de mi carácter? ¡Quién puede saberlo! Y al revés es mucho más difícil, porque para empezar no sé si alguien me leerá. Y de hacerlo, no puedo sino preguntarme sin darme respuestas, porque no tengo ni idea de quién hay ahí.