POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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EN BLANCO Y NEGRO


Confieso sin rubor que si paso mis ojos por los titulares de prensa que nos ponen al día en esto de la actualidad, no siento el mínimo interés en ir más allá, en profundizar en las noticias que se visten con tan poco atractivo. Represión de protestas, impunidad, déficit, paro, fondos de rescate, impagos, desahucios, corrupción, evasión fiscal, tramas mafiosas, huelgas, inmigración, movimientos sociales, emigración, recortes, poder adquisitivo, sueldos, pagas, privatizaciones, concurso de acreedores, vulneración y ataques frontales a los derechos fundamentales, guerras, pobreza, comedores sociales, copago, impuestos, tasas, indulto, deficiencias contables, revueltas, progresivo desmantelamiento del Estado de bienestar, etc. Para llorar. Además, sabiendo que los epígrafes son los que quien escribe concibe como más idóneos para recabar nuestra atención, viendo lo visto ¡quién puede tener ganas de adentrarse en la correspondiente lectura!

Lo repetitivo cansa, seguro que están de acuerdo conmigo. Y del agobio al hastío no hay más que unos cuantos pasos que son, sobre todo, muy aburridos. Hay en el aire de estos últimos años un tedio y un desaliento que agotan. Es muy difícil un acercamiento echando mano de la neutralidad cuando hay tantas cosas que nos obligan a implicarnos. Pero la música que suena de fondo es demasiado monótona, aun acompañándola de bienintencionadas palabras. Muy especialmente cuando el abecedario con el que se construye el discurso de estos días está desposeído de todo color. No andaría muy descaminada al afirmar que vivimos tiempos en blanco y negro.

Recuerdo cuando de adolescente me adentraba en el conocimiento de la Edad Media. Siempre me pareció, y aún hoy, una etapa histórica de oscuridad  y tristeza en dosis importantes. Demasiados siglos que, aparte grandes logros en todos los ámbitos, no invitan precisamente a trasladarnos siquiera mentalmente a ellos. También fue un tiempo, como este presente imperfecto, carente totalmente de colores. Cientos de años de dificultades económicas, de desigualdades sociales, de muchos privilegios para unos pocos y excesivos sufrimientos para la mayoría, de guerras e invasiones, de protagonismo de lo religioso, de vasallaje y señores feudales, de dantescas plagas que diezmaron la población…Sin duda, otra época en blanco y negro la del medievo. Al igual que nuestra posguerra, en especial las décadas de los cuarenta y los cincuenta, con la gente teniendo que compatibilizar el dolor, el miedo y el odio con el hambre y una rácana esperanza en un futuro menos lúgubre. Ahora, que aún quedan personas que vivieron tanta falta después de la guerra civil, descubrimos con asombro que el hoy les parece peor. Todavía.

La Edad Media acabó con el éxodo de la población a las ciudades o burgos, tendencia que a día de hoy comienza a invertirse. Parece ser que empiezan a ser más numerosos quienes cambian la ciudad por el pueblo, que los que abandonan éste buscando mayores oportunidades en las grandes capitales. No estaría de más que también nosotros pudiéramos dejar atrás esta época tan complicada que nos está tocando vivir, alejándonos de sus monocromas sombras y no volver hasta que no regresara a ella el color y la alegría. O eso, o reinventarnos la luz y acabar de una vez por todas con este soporífero blanco y negro.