POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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SIN RUIDO


Cierto que generalizar no está bien, excepto cuando lo particular se hace tan plural que parece anhelar lo universal. Es lo que ocurre con la corrupción, que va apareciendo por aquí y por allá, por donde menos lo esperas y hasta por donde es incluso previsible. Logrando que en la gente vaya naciendo un hartazgo casi silencioso, pero que puede estallar a la mínima de cambio. Los españoles estamos asistiendo a un panorama de lo más desolador, viviendo una angustia callada que por ahora no ha roto la paz social, aunque no debemos confundir este silencio con un calmo sosiego. La gente está muy harta, todos estamos muy cansados de que esto no cambie si no es a peor y de que las corruptelas y la falta de honradez sean la norma. Dicho todo ello sin ánimo de generalizar, Dios me libre. Una tasa de paro como nunca la hubo, con casi dos millones de familias en que ninguno de sus miembros trabaja, con más de la mitad de la juventud cansada ya de acercarse a tan multiplicadas como inútiles instituciones para buscar empleo. La situación es bastante desesperada para demasiadas personas, que asisten, un día sí y el otro también, a una actualidad plagada de escándalos en que el dinero público es robado a manos llenas.

Esto no puede seguir así por mucho tiempo, coincidirán seguramente conmigo. España parece hallarse en una falsa tranquilidad que puede acabarse en cualquier momento, y el detonante puede ser tan inesperado como insignificante. La chispa podría saltar cuando menos lo esperemos: tal vez una sentencia absolutoria que demuestre una vez más que la justicia no es la misma para todos; quizás otra subida de impuestos cuando tanto mangante tiene vía libre para evadir capitales en negro, que puede blanquear fácilmente con total impunidad; igual que la depresión que conduce al suicidio se torne  locura que agreda a alguien distinto de uno mismo. Qué sé yo, pero tengo muy claro que esto no puede continuar. El pueblo español está, como siempre, dando la talla y demostrando su fortaleza, pero todo tiene un límite, e indudablemente no se merece unos gobernantes tan ineptos como corruptos. Sin generalizar, eso sí, no vaya a ser que se me tache de injusta.

Aunque no sé por qué será, pero la injusticia yo la veo en otras cosas, como en esos indultos que para los afectados son insultos, o en esas subvenciones para patochadas que algunos tienen la necedad de llamar arte, o en esas cuentas multimillonarias en Suiza que se blanquean valiéndose de una legalidad creada especialmente para tanto delincuente de guante blanco, o en los casi seis millones de parados que han de refugiarse en la familia que años atrás abandonaron para que los padres los mantengan de nuevo, o en tanta vivienda de protección oficial vacía mientras cada día se desahucia a gente a la que se condena a quedarse en la calle…Hay una tensa calma sin ruido en la que se percibe aún mejor tanta inmoral tropelía y tan desvergonzado abuso de quien ha hecho del coge el dinero y corre su consigna y modo de vida. Esa es para mí la auténtica injusticia, y así lo plasmo en un artículo no remunerado y sin ánimo de lucro, mientras algunas listillas se llevarían por él la menudencia de 3.000 €, tan sólo por sentirse estrellas. ¡Me pregunto qué nos quedará aún por ver!