POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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PASEO DE DOMINGO


Empiezo mi mañana de domingo buscando en la Alameda los rincones soleados más al abrigo del viento que nos trae el fresco de las sierras coronadas por la nieve en sus cimas más altas. Se está a gusto leyendo al sol, dejando vagar los pensamientos distraídamente mientras te entretienes con las personas que vienen y van paseando sin prisas. Cada día festivo echo de menos un kiosco de prensa en alguno de nuestros parques o plazas, que evite que tengamos que acercarnos a una cafetería si queremos un periódico. Baza tiene más de 20.000 habitantes y no sería raro tener dónde pararse tranquilamente a elegir algo de lectura o unas chuches para los más pequeños. ¿Quién no tiene el recuerdo de comprar frutos secos y todo tipo de galguerías en el puesto de la plaza Mayor los domingos a la salida de misa y el resto de la semana al acabar las clases?

Enfrascada en las noticias una no puede evitar pillarse con más frecuencia de la deseada un progresivo cabreo, directamente proporcional a la dimensión de algunos disparates reflejados página a página. Que si van a venderse montes públicos para hacer cotos de caza; que si se va a ampliar el negocio del gas en el parque nacional de Doñana, buscando añadir a las extracciones que se realizan desde hace 30 años el almacenamiento, con lo que implica de instalaciones más allá del perímetro de protección; que si los políticos no responden ya ni con las más indudables pruebas en contra de una corrupción insoportable que a nadie deja indiferente, etc. Estar al tanto de la actualidad es a veces más un motivo de mosqueo que simple información. Así que mejor dejo de leer y prosigo con mi paseo mañanero Caños Dorados abajo.

Es entrar en la Alhóndiga y cada vez que me encuentro la calle Aduana me desagrada el abandono que presenta este tramo de escaleras que conecta con la Cava Alta, posibilitando el acceso a la Alcazaba. En cualquier otra ciudad, un paso tan céntrico estaría bien señalado y en perfecto estado de conservación. No creo que sea mucho pedir que los integrantes de alguna bolsa de trabajo arreglaran esta calle con tantas posibilidades: un buen pavimento que no escurriera; unas barandas para ayudar en la subida y bajada; pintura para las paredes; unas macetas a una altura suficiente como para evitar su hurto, o recurrir a imaginativos graffitis que decoraran algunos rincones bastetanos con el siempre sugerente arte callejero; unas jardineras para el muro del centenario ciprés que se eleva majestuoso en tan descuidado entorno…Sin abordar de lleno en este momento el absoluto abandono de la misma Alcazaba, con la excusa de que hay un proyecto de futuro. ¿Quién se cree a estas alturas que el Gobierno está por la labor de sacar adelante una idea que requiere de tan multimillonaria inversión? ¡Ni aun confiando en que alguna vez vuelvan las vacas gordas, porque las de ahora no es que sean flacas, es que están tísicas las pobres! ¿Sería una insostenible exigencia demandar que se arreglara todo el conjunto: jardinería, mobiliario urbano, unas papeleras, algún caño de agua, unas farolas? La naturaleza, con unas vistas impresionantes, y una privilegiada situación urbana con acceso inmediato al Arco de la Magdalena, a la calle Boliche, a la Cava Alta y a la misma Alhóndiga, pasillo de entrada de la Plaza Mayor, pondrían el resto.

En estas que ya es la hora del aperitivo, perfecta ocasión para compartir con los amigos la satisfacción por ideas tan positivas como el llamado I Ensayo Solidario, en el que mujeres y hombres costaleros de las diversas hermandades han recogido por las calles de nuestra ciudad alimentos y demás ayuda para los más necesitados, un modo de implicarse de manera práctica en la imprescindible labor de instituciones como la Cruz Roja o Cáritas. Siempre es mejor quedarse con lo que nos ilusiona y nos permite seguir creyendo en la sencilla grandeza del ser humano, más allá de las dificultades que le toque vivir. Por más que otros se empeñen en hacerlo más difícil todavía.