POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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DE METEORITOS Y ASTEROIDES


Que tenemos un cielo maravilloso para la observación astronómica no es algo que me tenga que venir a descubrir la NASA. No me extraña nada que el observatorio de La Sagra tenga unas vistas siderales tan privilegiadas e inmejorables como para detectar desde sus telescopios automáticos, controlados y dirigidos desde Mallorca, el asteroide que se ha acercado a la Tierra a una distancia inferior a la de muchos de nuestros satélites artificiales. Pocos cielos nocturnos me han sobrecogido más, salvando quizás algunos en las sierras de Cazorla y de Castril, que los de las noches de agosto en El Baíco, a muy pocos kilómetros de aquí y con apenas contaminación lumínica. Bastaba levantar la vista para entrar en otra dimensión sin necesidad de máquinas de ciencia ficción.

Me parece fascinante imaginar rocas gigantes vagando por el espacio a través del tiempo, pero si justo unas horas antes de las previstas para el máximo acercamiento a nuestro planeta  del 2012DA14, que así bautizaron a tan atrevido asteroide, llega un meteorito y aterroriza a los rusos, dejando una estela celeste de vapor y partículas, y de cristales y víctimas a ras del suelo, qué quieren que les diga, la cosa tiene su aquél. Ni siquiera se me ocurrió coger los prismáticos, porque desde Baza era imposible ver nada, aunque pensar que pudiera surgir una bola de fuego destructiva como la que aparecía en todos los noticiarios televisivos no era un aliciente demasiado atractivo como para asomarse a los cielos de la noche. En todo caso apetecía cruzar los dedos y esperar que dejara de curiosear un invitado tan de piedra, y nunca mejor dicho. Los científicos avisan del riesgo de que el 2012DA14 vuelva e impacte con la Tierra…en el 2080. Bueno, al saberlo no sólo pensé que para entonces todos calvos, sino que me pregunté que qué tipo de energía seremos para entonces. Una duda que puede acompañar a este asteroide en su esperemos casi eterno errar por el firmamento.

Puestos a imaginar, ¿qué habrá observado el 2012DA14 al pasar a tan sólo 27.700 kilómetros de distancia de nosotros? ¿Vería las manifestaciones de los ciudadanos indignados porque este sistema empieza a alejarse peligrosamente del modelo democrático? ¿Escucharía el clamor de la gente que a veces se echa a la calle porque en su desesperación ya no sabe qué hacer? ¿Llegaría a atisbar que en el planeta azul las corrientes y las mareas no sólo son oceánicas? Igual a pesar de ir a 28.000 kilómetros por hora vio lo suficiente como para desear abandonar su cósmico vagabundear y transformarse en meteoro ardiendo en la atmósfera con tal de no tener que regresar; o lo mismo se cabrea y avisa de ello sonoramente volviéndose meteorito como el que ha impactado en Rusia, dejándonos ver la terrible intensidad, no exenta de belleza, de algo tan imprevisible y potencialmente destructor. Sea lo que haya de ser, pero es preferible que nunca conozcamos in situ y en directo un espectáculo semejante, porque ni confesados se aliviaría el terror.

Será mejor olvidar los potenciales peligros que acechan en el universo, y de paso las penas y dificultades terrenales, disfrutando de la preciosa bóveda celeste al alcance de nuestros ojos y sueños en la altiplanicie granadina. No es difícil desde Baza, una ciudad de altura desde la que mirar hacia arriba en óptimas condiciones, como lo demuestra la existencia a tiro de piedra de los observatorios astronómicos de La Sagra y del Calar Alto, desde los que, a pesar de no buscar ni observar lo mismo, se comparte idéntico cielo: el nuestro.