POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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PARTICIPACIÓN CIUDADANA


Generalmente me ocurre que vivo los días de fiesta con un cierto sabor agridulce: por un lado, el alegre matiz de las horas de descanso; pero por otro, el desasosiego de su fin, mayor aquél cuanto más cercano éste. Será por eso que me gustan tanto los domingos por la mañana, con toda la jornada por delante como una página vital para escribirla como gustes, puedas o quieras. La mayoría de las veces, las posibilidades y la capacidad de realizarlas son ajenas por completo al factor económico. Las trabas mentales y las barreras que no se saltan por no atreverse, me reafirman en el convencimiento de que el miedo es con frecuencia un obstáculo mucho más insalvable que la falta de dinero. Hay tantos placeres y goces regalados servidos en la mesa de la vida a nuestro alcance con sólo desearlos, que debe de ser muy triste mediatizarlo todo materialmente. Cuanto menos necesidades nos hayamos ido creando, más libres seremos para disfrutar de aquello que nos gusta. Una evidente ventaja en tiempos tan difíciles para demasiada gente.

La verdad es que las dificultades se han generalizado de tal modo, que esperamos, algunos más bien desesperan, como agua de mayo buenos presagios. Y en esto que nos dicen, o mejor, nos cuentan, porque a cuento me suena, que la crisis pasará en algo más de un año. Y no me lo creo. Soy muy descreída ante las buenas palabritas de los políticos: repetidas ellas, y ellos siempre los mismos. Esta clase política debiera tomar nota de lo ilusionante que puede llegar a ser para la hastiada ciudadanía una auténtica renovación. Aunque mucho me temo que los políticos actuales no se enteran; y no porque estén todos en el límite intelectual, aunque también los hay y con su correspondiente cargo de responsabilidad, sino simplemente porque no quieren escuchar lo que no les interesa. Se les llena la boca hablando de participación ciudadana, como si no demostraran con sus actos que esa etiqueta les es muy adecuada en estos momentos…siempre que esté vacía de contenido. Son conceptos abstractos, políticamente correctos pero que, seguramente por ello mismo, para nada o para muy poco sirven si pretendemos ejercer los derechos que incluyen, de la mano de quienes nunca debieran oponerse a la voz ciudadana, aunque sólo sea porque son nuestros representantes, no nuestros señores.

Estoy pensando en los escraches, famosos en España de la noche a la mañana por ser la manifestación pacífica elegida por los activistas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) para plantarse ante los domicilios o los lugares de trabajo de los dirigentes políticos. A ver, si por otros canales no se les escucha, o en vez de respuestas se les insulta, qué menos que protestar por medio de la acción directa. Si puedes escuchar los gritos de enfado de quienes te han aupado al poder, seguramente no podrás seguir haciéndote el sordo por mucho tiempo. Y si en estas se te ocurriera poner ese poder al servicio del pueblo que denuncia que ya no puede más, en lugar de llamarles terroristas y echarles a la pasma, otro gallo cantaría. El delincuente es, en todo caso, quien no evita el suicidio del desesperado, no el que va a quejarse y a gritar por ellos y por tantos que, desgraciadamente,  ya no pueden. No nos manipulen: los activistas de la PAH no están haciendo nada malo siendo solidarios y altruistas entre tanto egoísmo y apego a un poder que sólo es tiranía cuando se vuelve contra quienes poseen la soberanía; es decir, la máxima autoridad del poder público.