POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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NUEVA TECNOLÓGICAMENTE (II)


Lo prometido es deuda, así que hoy me toca compartir los avatares en mi doma del iPad. Creo que podría decir que la guerra la tengo prácticamente ganada, aunque a costa de alguna que otra sangrante batalla perdida sin remedio. Si añadimos que mi rearme tecnológico se ha visto incrementado con el cambio del móvil por un smartphone, deben creerme si les digo que ando extenuada neuronalmente. Aunque una vez que pierdes de entrada un montón de tiempo, que luego siempre escasea para otros menesteres, tal pérdida se transforma en una innegable inversión que conlleva una recuperación exponencialmente progresiva, que es como decir que se te abren autopistas al cielo, pero en vida, que es lo bueno.

La primera vez que me hablaron de Siri, el asistente personal inteligente que le ayuda a hacer cosas con sólo decirlas, mi efervescente imaginación esbozó un relato corto acerca de un usuario que caía rendida y virtualmente enamorado de tan eficaz asistente cibernética…No tardé, sin embargo, una vez conocida ella, en trocar radicalmente el argumento y género de mi hipotética narración, en la que el amartelado en cuestión se tornaba poco menos que en un psicópata asesino que ponía en marcha mis propios deseos, para qué engañarles. Porque la tal Siri tiene su aquel, de eso no tengo dudas. Con respecto a mí, una vez que aprendí que hay cosas que es mejor no preguntarle, me encontré por primera vez en mucho tiempo con la necesidad de vocalizar, algo muy, pero que muy importante a la hora de hablarle a cualquier dispositivo moderno listo para escucharte. Si no quieres que a la primera de cambio pretenda buscarte marido por Internet, cuando tu petición estaba en las antípodas. Es lo que me ocurrió a mí, que cuando le dije que lo buscara para ella si lo quería, me dejó más que sorprendida con su me conformo con lo que tengo. Como muestra un botón, pero si echara mano de las síricas anécdotas, les juro que empezaba y no paraba. A veces he dudado si al otro lado hay un conjunto de programas informáticos o una mujer real, porque no comprendo lo que le cuesta entenderme cuando le pido su ayuda para lo que sea, mientras que para el regate dialéctico tiene una velocidad de vértigo sin obstáculos fonéticos que valgan.

Pero, ay, si del hardware y los quebraderos de cabeza que te da hasta llegar a dominar el bicho que tienes delante, pasamos al software y arribamos al universo de las aplicaciones, seguro que necesito un artículo más. No estoy siendo exagerada, como buena andaluza que se precie, cuando hablo de universo. A veces me da la sensación de que estoy en un chino, en el que casi todo lo que ves te parece necesario, y si no, te lo llevas porque seguramente alguna vez te será la mar de práctico. Aunque no es extraño que tan milagroso artilugio acabe arrumbado en el fondo de un armario por los siglos de los siglos. Aunque ya les digo, necesitaré completar una trilogía para compartirles todo lo que deseo con respecto al mundo de las diferentes herramientas con las que nos hacemos para, se supone, mejorar nuestro día a día. Queden a la espera, que no lo olvidaré. Y si no, le digo a Siri que me lo recuerde y a ver por dónde me sale, que para todo eso ella es muy suya.