POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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NUEVA TECNOLÓGICAMENTE (III)


A la hora de definir las aplicaciones informáticas se suele resaltar cuánto nos ayudarán a ahorrar trabajo, tiempo y dinero. Pero prácticamente todas llevan aparejadas bastantes dificultades hasta hacerte con el control, muchas horas perdidas sin apenas darnos cuenta, y aunque existen múltiples programas gratuitos, suelen coexistir con una versión de pago más potente y útil, amén de la oferta nunca gratuita, que no sé por qué será pero resulta la más atractiva por lo general. Aparte de estos pequeños detalles, tenemos aplicaciones, para móviles y tabletas, para todos los gustos y de infinidad de categorías, que a su vez presentan tantas subcategorías, que sólo adentrarnos en el mero esquema, sin decidirnos por una u otra herramienta de ayuda vital, ya puede echar para atrás al más predispuesto. Pero con independencia de que nos decidamos por juegos, compras, educación, entretenimiento, fotografía, música y audio, libros, viajes, noticias, negocios, multimedia y video, sociedad, tiempo, mapas, guías, noticias y revistas, redes sociales, y el más largo etcétera que podamos siquiera imaginar, la comunicación está en la base de todas estas modernidades. La misma que no es extraño que se transforme en pura incomunicación.

Es verdad que contamos con más medios que nunca para interrelacionarnos, y ciertamente sin apenas obstáculos económicos. A ver, en los teléfonos fijos deben de ser muy pocos quienes no tienen las llamadas a fijos gratuitas, cuando no también a móviles. Y en éstos, es raro que las tarifas elegidas no incluyan horas de conversación gratuita. Con las aplicaciones de mensajería tampoco nos costará dinero escribirnos e incluso llamarnos, viendo en las pantallas a nuestros amigos y asomándonos a las suyas. En las redes sociales podemos también mensajearnos sin coste alguno, por si no nos bastaban los correos electrónicos, igualmente gratis. Sin seguir avanzando, me pregunto si todas estas posibilidades consiguen de verdad que nos comuniquemos más con las personas que nos son importantes. Porque puede ocurrir, paradojas de la vida, que la multiplicidad de medios para comunicarnos resalte sin remedio la soledad de esta sociedad nuestra actual. A veces me digo que nunca tuve a mi alcance tantas maneras de contactar…para nada. Puedo pasarme, por ejemplo, un buen rato jugando con amigos reales y conocidos, a triviados o a apalabrados, por citar alguno de mis juegos favoritos; y sin embargo, no cruzar una palabra con ellos, a pesar de que la mayor parte de estas opciones cuentan con su correspondiente chat para ir comentando incidencias. Sin embargo, cada vez que le gano al ordenador jugando a las damas o al ajedrez, no deja jamás de corresponderme con un comentario agradable. Sí, una frase preprogramada tras la que no hay una persona, pero que a veces te hace más compañía  y es más gratificante que la ausencia de comentarios reales.

Creo que de igual manera que no se debe acudir al alcohol para olvidar las penas, pues sólo se logra darles más brillo, a los avances en la intercomunicación personal hay que aproximarse sin pretender acabar con la soledad, que puede verse potenciada más que mitigada. Como me llegó en WhatsApp y corre por las redes, científicos han descubierto una novedosa forma de chatear en directo a través de la voz y en 3D, lo llaman tomarse un café con alguien. Ya ven, totalmente interactivo y sin necesidad de pantallas de retina ni de perdernos por los irreales vericuetos de esas redes sociales de millones de amigos, que en mi opinión desvirtúan el verdadero significado de algo tan importante como la amistad.